Cien días que parecen mil: cierra los números del Excel pero no los del bolsillo
El vértigo de la gestión libertaria dilató el tiempo. Una luna de miel que todavía tiene margen. Dificultades para generar consenso y los límites de los apremios sociales. Retórica de campaña con tintes de intolerancia.
Puertas cerradas
Javier Milei rompió los manuales de la política, y también las expectativas lógicas que se tenían sobre su gestión. Como outsider, y sin responsabilidad previa sobre el derrumbe de la Argentina, llegó al poder con un acertado discurso contra “la casta”. Pero una vez en el sillón de Rivadavia, sin gobernadores afines y con pocos soldados en el Congreso (que de yapa no tienen tantas luces), todo hacía prever que el acuerdismo sería la única forma de gobernar. Sin embargo, Milei no solo no abrió las puertas, sino que se las cerró a todos en la cara: mandatarios provinciales, gremios, espacios opositores. Ningún actor clave, incluido del sector privado, conoce de interlocutores válidos con su despacho.
No solo el vínculo con la vice Victoria Villarruel transita por una cornisa de fango, también desairó a otros funcionarios que quedaron, de mínima, en situación incómoda. Rarezas, ya que La Libertad Avanza tampoco cuenta con cuadros técnicos para completar el organigrama menos visible, el de secretarías y direcciones, donde si bien la motosierra amputó cargos, al día de hoy restan realizarse designaciones o se dan de renuncias que complican el andamiaje cotidiano del Estado, que pese a los teóricos austríacos debe dar respuestas a diario.
No habrá redundancias. En este especial de Ámbito de cien días de Milei se profundiza sobre los vínculos con los gobernadores, con la Justicia, con sus funcionarios, con un Congreso que representa a la sociedad tal vez como nunca antes. Así como en cada elección se sabe que los tercios duros del peronismo y del antiperonismo son infranqueables, y que la clave está en el tercio fluctuante que analiza, siente y vota, ahora ocurre algo similar en el Congreso. Para que se sancionen las leyes, Milei debe seducir a los bloques federales y a la UCR. Un desafío que la Casa Rosada empieza a asumir y que es un gesto de madurez.
El cascoteo a los gobernadores, incluso a los amigables, es otro eje que se trazó a las patadas en los primeros cien días de Milei.
Excel vs realidad
Al Gobierno de Milei le interesan las planillas de Excel. El mejor ejemplo se dio en estos días, cuando funcionarios, sin ponerse colorados, descubrieron el 2×1 de Farmacity y pidieron que se compute un precio más bajo para los índices mensuales. Un capricho difícil de sostener para conocedores del marketing. Es querer cantar Flor cuando se anticipa que no vale.
El Presidente hace gala de esos archivos: equilibrio fiscal, desacelerada inflacionaria, acumulación de reservas, dólar estable. No es objetivo de esta columna cuestionar esas banderas. Si el equilibrio se dio a costa de diferir pagos, será tarea de especialistas en economía. Lo mismo para saber si los datos del IPC son motivo de festejo o no tanto.
Pero en términos políticos, esos logros por los que el Gobierno infla el pecho no los nota la sociedad. Una clase media con cada vez menor poder de compra y a la que amagan a restituirle Ganancias, jubilados en estado desesperante, pobreza e indigencia en aumento, desempleo por goteo y también de a chorros generan un caldo de cultivo que pondrán a prueba la elasticidad del encanto con Milei.
Porque la relatividad del tiempo también aplica a la luna de miel. Caló hondo el mensaje del sacrificio para ganar el cielo. Y las malas gestiones previas le dan quizás un mayor margen al libertario. También le da aire al Gobierno un peronismo dormido, una UCR partida y la sigilosa espera de los gremios. El límite en la calle es una incógnita, y habrá que ver hasta dónde soporta una sociedad que ya venía tambaleando.
Por lo pronto, otro hecho a destacar es que algunos dogmas empiezan a ceder. Los impuestos no son mala palabra, como tampoco lo es la negociación con formadores de precios. La mano invisible del mercado ya no es tan invisible.
Párrafo aparte para la retórica mileísta. Asociarse a sí mismo a los altos valores morales e incluso fundirse con la patria y su refundación cuesta caro a quienes no comparten sus ideales. Son, en consecuencia inmorales y antipatria. Un discurso intolerante que tiene su peor versión en las redes sociales.
Petardos, de todos modos, que no impactarán en la medición final de la gestión.
Por Ariel Basile
