«Algunos hacen su negocio con la inflación»

Néstor Porras, titular de la Federación de Clínicas de Buenos Aires, se diferencia de los grandes jugadores y expresa la preocupación del sector. La relación con IOMA y PAMI.

Néstor Porras luce preocupado. Su teléfono suena constantemente. No es fácil ser el presidente de Fecliba, la institución que desde hace casi siete décadas -fue creada en 1956- representa a las clínicas y sanatorios privados de la provincia de Buenos Aires. La institución, que en otra época llegó a tener casi 400 miembros, hoy apenas supera los 300. “Pero las clínicas rara vez desaparecen”, cuenta, “por lo general cambian de manos, las toma alguien con más espalda. El fenómeno que vemos es de concentración”.

Fecliba tiene miembros en todo el territorio provincial, repartidos en diez regiones, que coinciden parcialmente con las regiones sanitarias de la provincia y su sede central está en La Plata. Ese despliegue le brinda conocimiento directo del terreno y le permite afirmar que el proceso de concentración al que se refiere comenzó en el conurbano y ahora, de manera lenta pero persistente, se expande al resto de la provincia.

Desde el paquete de medidas anunciado por el ministro de Economía, Sergio Massa, la medicina privada está en el centro de la agenda pública. “Pero no somos todos lo mismo”, aclara. “Nuestros integrantes son pymes, empresas familiares, de menos de cien trabajadores. Nosotros conocemos los nombres de los hijos de los laburantes, nos juntamos a festejar los cumpleños. No somos grandes corporaciones. Además, somos prestadores puros, le facturamos a IOMA, PAMI, las obras sociales sindicales y, en una porción mínima, a las prepagas”. “Prestadores puros” significa que no administran ni comercializan su propio plan de salud, como hacen las grandes prepagas de alcance nacional, que están verticalmente integradas.

La recaudación de IOMA, y su capacidad de pago a prestadores y proveedores, es un porcentaje del salario de los trabajadores provinciales, de manera que se incrementa con cada paritaria. En este contexto, el aumento de 25 puntos para las remuneraciones anunciado ayer por Kicillof es una buena noticia para el sector, que viene golpeado desde hace tiempo.

–¿Cómo definirías la situación?

–Compleja. Hasta el lunes 14, teníamos ingresos retrasados respecto de la inflación, imaginate ahora. Todos los costos de la salud aumentaron estas semanas, algunos realmente porque tienen un componente dolarizado y muchos otros por las dudas. El problema es que en otras actividades el empresario tiene opciones, para la pelota o se estoquea. La salud no puede esperar porque tiene que salvar vidas, no es formadora de precios. Entonces los sanatorios a nivel de infraestructura se caen por falta de mantenimiento adecuado, acumulan deudas con el fisco y con los proveedores, van pagando salarios como pueden. Algunos empresarios se cansan de renegar y le entregan la llave a otro a cambio de que se haga cargo del pasivo.

–¿Pero quién quiere hacerse cargo si esas son las condiciones?

–No hay que confundirse. Los contextos de alta inflación son dramáticos para algunos, pero para otros son la oportunidad de hacer grandes negocios. Las clínicas rara vez cierran, por lo general el pez grande se come al pez chico. El pez grande tiene mejor llegada a los financiadores privados, consigue mejores plazos y condiciones de pago. A río revuelto ganancia de inversores. Nosotros, en cambio, podemos llegar a cobrar a 180 días, porque primero viene la fecha de la práctica, luego la de presentación de la facturación y por último el cobro. ¿Qué nos queda? Una caja de cien pares de guantes, que dura media hora o menos, hoy cuesta $3000. Cualquier acuerdo que cierres, enseguida queda corto, queda viejo. Como en tantas otras cosas, si cruzas la General Paz, manejan otros números, otro presupuesto, es otro mundo.

–Pero la OBSBA igual está fundida (N de la R: la obra social de los trabajadores de la ciudad de Buenos Aires).

–No me hagas meterme ahí -ríe- que ya tengo bastante con lo mío.

–¿Todos los problemas del sector derivan de la macro?

–No. También tenemos problemas propios y muy serios. El primero es que no se toma en serio el plan médico obligatorio (PMO). Hoy, jueces y fiscales, por la presión de los medios, por no ser señalados como responsables de una pérdida, dan curso a todos los amparos, a todas las cautelares. Se cubren prestaciones millonarias, a veces sin evidencia científica. No hay límites. Es peor en el caso de pacientes pediátricos.

–¿Pero ese no es problema de los financiadores?

–En principio sí, pero también nos afecta a nosotros. El sistema es una manta corta. Lo que se llevan por demás esos laboratorios, por ejemplo, es lo que nos falta a nosotros para cubrir los costos operativos. Hoy tenemos prácticas nomencladas por debajo del costo. Nosotros somos un subsector invisibilizado, la contracara de esas erogaciones millonarias, sin acceso al crédito, a veces sobrevivimos con aportes de capital de los socios, que saben que no van a recuperar, o hasta con colectas de los médicos. Los trabajadores están preocupados por la continuidad de sus puestos de trabajo.

–¿Lo hablás con el ministro Kreplak o con el gobernador?

–Si, hablo mucho con Kreplak y con Homero Giles. Ellos son conscientes y me consta que valoran nuestro trabajo, pero los problemas de fondo no son de incumbencia provincial y llevan muchos años de arrastre. Valoran mucho el esfuerzo que hicimos en la pandemia. Nos hicimos cargo, en muchas ciudades, de la mayor parte de la atención del covid, porque en marzo de 2020 las autoridades recién ingresadas estaban contrarreloj poniendo en condiciones los hospitales públicos.

–¿Hubo mucho deterioro en el sector público en esos años?

–Sobre el final del gobierno de Vidal nos citaron a todos los representantes de la salud a una reunión. Recuerdo que estaba Belocopitt, sus zapatos eran más caros que mi auto. Alguien del oficialismo de entonces dijo que estaban poniendo en condiciones un hospital porque habían pintado la guardia, como si se tratara de eso. Un hospital debe tener docencia, investigación, en algunos casos alta complejidad, pero para ellos el tema era pintar la guardia.

–¿Y las ayudas fiscales sirven?

–Claro, pero habría que simplificar el acceso. Nosotros desde el año pasado tenemos el FESCAS (Programa de Fortalecimiento del Equipo de Salud en Calidad y Seguridad), que es una especie de Repro específico para la salud, que baja Nación. El FESCAS asigna una suma por trabajador, como un complemento salarial. El año pasado se fijó en 52 mil pesos, que era la mitad del salario, pero ya va siendo hora de actualizarlo.

Por Gastón Garriga
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Pagina12

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