Atentado contra Cristina Kirchner: un quiebre institucional que dio lugar a un «siga, siga» peligroso

Desde hace un año, la dirigencia política espejo de sus representados, dilapidó, a sabiendas algunos, otros por mero cálculo cortoplacista, la chance de enviar un fuerte mensaje que anule cualquier intento de socavar la paz social.

Desde hace un año, la Argentina perdió una oportunidad única de demostrar hasta dónde están consolidadas sus instituciones democráticas a 40 años de su recuperación. Desde hace un año, la dirigencia política espejo de sus representados, dilapidó, a sabiendas algunos, otros por mero cálculo cortoplacista, la chance de enviar un fuerte mensaje que anule cualquier intento de socavar la paz social.

A partir de allí, se perdió el parámetro para medir que tan cerca se está puede estar del abismo. El “siga siga” es peligroso cuando la institucionalidad está en juego y un quiebre, como lo fue el atentado contra una vicepresidenta en ejercicio Cristina de Kirchner, pasa a integrar un elemento más del paisaje.
¿Nadie se atreve a imaginar qué hubiese pasado en el país si el frustrado homicida cumplía su cometido? Y si lo imaginan, ¿tan seguros están de hasta donde hubiesen llegado las consecuencias?
El problema del abismo es no saber que se está frente a él. Lejos de aprovechar el parteaguas que podría haber significado dejar de lado la confrontación política para exigir un esclarecimiento que no dé lugar a dudas, veloz, efectivo, sin fisuras, y contundente se eligió encapsular el asunto como un reclamo de facción.
El atentado contra Cristina pasó a ser un problema del kirchnerismo que, así retratado, se oponía a la verdadera discusión de fondo sobre las preocupaciones de los argentinos. Ni un reflejo acerca de que ese planteo encierra un precedente del que la oposición no está nada exenta.Si así de sencillo se puede atentar contra una de las principales figuras políticas, ¿qué vale la vida de un concejal, de un intendente, de un diputado, de un dirigente, un periodista o de un empresario? Cualquiera puede ser un blanco. Bastaría, según el relato que se permitió, que alguien este lo suficientemente enojado, enfermo o insuflado de odio como para conseguirlo.

Ese límite es el que se debió haber marcado si es que no se pretendía balizar el camino para acercarse a la realidad que atraviesa a varios países de la región donde los candidatos a presidente son asesinados y se vive un tembladeral constante a nivel institucional.

No era un tema menor. No era un asunto que sólo interesaba a un grupo político. Era la necesidad de que Argentina marque un antes y un después acerca de lo que se está dispuesto a tolerar. Sin esa réplica, estamos desnudos frente a la amenaza de más violencia.

Los conflictos en las urnas se solucionan en las urnas. Habilitar que se salden por otras vías nos empujará indefectiblemente a lo impensado. La inmadurez y ausencia de estatura política significaron que se borre la línea en el suelo. Un triste recordatorio de que lo construido durante 40 años puede borrarse en 4 segundos. Lo único que puede acarrear negar esa realidad es que sepamos lidiar luego con las consecuencias.

Por Gabriel Morini

Fuente
ambito financiero

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