El desafío de cómo educar a la generación post pandemia

En la Argentina cuatro de cada diez jóvenes viven conectados. Pero el Covid vino a exponer la brecha digital y socioeducativa. ¿Qué claves debe contemplar la escuela siglo XXI para centennials? Adaptar los dispositivos a las clases o reformar los horarios, algunos de los debates.

Desconcentrados, ansiosos y hambrientos de información. Mucha información. Así se caracterizan los habitantes de esta sociedad sumergida en la era digital, atravesando las consecuencias de ese “a toda prisa” de la vida cotidiana. No es casual que, al sentarse frente a un libro, muchos se crean ver forzados a continuar con la lectura, sostiene el académico y escritor norteamericano Nicholas Carr, en su libro Superficiales ¿Qué hace Internet con nuestras mentes?. “Nuestros cerebros” se adaptaron a los «nuevos ritmos” determinados por la era digital. Esta “neuroplasticidad”, como la denomina el autor, abraza no sólo al mundo de la lectura y la información, sino sobre todo a la educación. Al fenómeno sociocultural se le sumó la pandemia y el confinamiento, donde las y los docentes se vieron obligados a adaptar los proyectos pedagógicos a esos tiempos de la pantalla: lapsos breves, videos, lecturas orientadas, consignas claras, con el objetivo quimérico de que los estudiantes tengan una participación activa. El Covid–19 vino a demostrar un par de sentencias: que los dispositivos y la conectividad no pueden escindirse de la enseñanza, y que la escuela debe rediseñarse, respondiendo una pregunta central: ¿Cómo educar a una generación centennial nativa digital y volátil en la post pandemia?

En Argentina, el 40% de los adolescentes de 13 a 17 años está todo el día conectado a Internet, como publicó en su trabajo Adolescentes, participación y ciudadanía digital la investigadora y asesora de la Unesco, Roxana Morduchowicz. Pero la cuestión no es solo la herramienta, sino el uso que se le otorgue. “Antes de la pandemia las y los estudiantes usaban las tecnologías para formas recreativas y en los momentos de ocio, pero durante la pandemia todo eso se introdujo en el aula y los estudiantes se encontraron bastante desorientados”, explica a Tiempo Lourdes Morán, investigadora del Conicet, docente de la UBA y especialista en tecnología educativa. Asegura que si bien los estudiantes dominaban las herramientas digitales, para el uso del aprendizaje no estaba tan extendido: “Lo que antes era utilizado para momentos de placer ahora se transformó en otra cosa. Incluso su interés y su motivación, al introducir herramientas digitales en el contexto del aula, generaron un poco de ruido. Las y los estudiantes no se adaptaron tan naturalmente como se esperaba”. Morán afirma que el proceso educativo de los alumnos mejoró una vez que terminó el aislamiento total: “Cuando una habla de enseñanza y aprendizaje habla fundamentalmente de un vínculo, y ese vínculo estamos transitándolo por lo presencial. Es por eso que lo que deja esta experiencia es que no imaginamos a futuro una educación 100% virtual, sino más bien mixta”.

El futuro es digital

Un informe realizado por Unicef reveló el impacto de la pandemia en la educación de niñas, niños y adolescentes en 2021. Si bien identificó una leve mejora respecto al primer año del aislamiento, destacó que uno de cada dos hogares no contaba con una computadora para uso escolar en la casa. El 26% directamente careció de dispositivos y conectividad. Conectar Igualdad hubiese sido una herramienta clave pero fue discontinuado durante la gestión macrista. En 2018 entregaron apenas 50.000 netbooks, y en 2019 ninguna. El equipamiento digital fue tomado por la gestión de Jaime Perczyk en el Ministerio de Educación como un pilar para la escuela del siglo XXI: “Este año vamos a entregar 1,6 millones de netbooks y el desarrollo de aulas virtuales, repositorios de información y recursos educativos digitales, y para fines de 2022 el 90% de las y los estudiantes de todo el país tendrán conectividad en sus establecimientos”, anunció. El viernes, en la Precumbre sobre Transformación de la Educación que organizó la Unesco en Francia, apuntó que “la escuela debe preparar para el trabajo, la producción, el arte, el deporte, la cultura, y tiene que permitir a todos formarse para el futuro”.

Gabriela Galli, doctora en Política y Gestión Educativa, especialista en TIC y docente universitaria, advierte que “pensar en la integración de tecnologías en las instituciones y su implementación en las prácticas, implica posicionarse desde una racionalidad  sistémica, como un proceso  complejo en el que confluyen múltiples factores que impactan al momento de su implementación”. No se trata solo de disponer de determinado artefacto o usar determinada aplicación, «sino que es necesario dotar de sentido a las tecnologías y de diseñar situaciones de enseñanza mediadas por ellas”.

¿Los chicos leen menos o leen diferente? ¿Puede haber formas más «creativas» y cercanas de acercarlos o estimularlos en el aprendizaje? La pandemia expuso las desigualdades y la brecha digital, pero quizás sirvió para poner en primer plano la necesidad de otro tipo de enseñanza que contemple las habilidades y competencias, y lo digital como una herramienta, tratando de conocer y evitar los riesgos, por ejemplo, la tendencia hacia individualización.

“Debemos preguntarnos cómo incorporar en la presencialidad todos los aprendizajes experimentados durante el DISPO y ASPO –remarca Galli–, qué recursos facilitaron la construcción de conocimientos”. Pero añade que «se requiere garantizar que tanto docentes como estudiantes cuenten con los medios y saberes necesarios”.

La enseñanza para la diversidad y cómo incorporar a todos los jóvenes que abandonaron la escuela se suman a los desafíos de la educación nacional. A nivel mundial los debates incorporar otros aspectos concretos, como el tipo de infraestructura de los edificios y las aulas (con el alumnado como sujeto y no como objeto) ideal para dar clases, hasta la idea de retrasar el ingreso a las escuelas. Francia y España buscan avanzar; y en Denver y Seattle (EE UU) ya se implementa con buenos resultados: las y los adolescentes mejoraron en su estado de ánimo y en su rendimiento académico. En California rige desde el viernes, tras sancionarse por ley.

El investigador del Conicet Nicolás Welschinger, especializado en sociología de las tecnologías, educación y políticas de inclusión, realiza una instancia de investigación en el Instituto Iberoamericano de Berlín, Alemania, sobre los efectos de estos dos años en la educación y las juventudes: “La pandemia fue la máxima interpelación en la historia reciente que tuvo el sistema educativo a nivel global”, analiza. El sociólogo considera que durante la pandemia, la discusión sobre la cuestión digital como una cuestión educativa «generó cierto consenso de entender que la digitalización pasaba a estar en el corazón del derecho a la educación”. Para el Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata “la docencia logró introducir una mirada pedagógica sobre el mundo digital y empezó a problematizar sobre el uso de los algoritmos. En muchos casos hubo un cuestionamiento sobre si Google nos revela la verdad o nos trae lo que está jerarquizado por las lógicas empresariales. Por ejemplo, apareció una reivindicación de otros espacios como Wikipedia que tiene una lógica distinta, colaborativa, que se alimenta de la controversia del saber. Esa curaduría educativa se hizo y debe seguir profundizándose en conjunto en los procesos de enseñanza–aprendizajes con los estudiantes”. «

Foto: @jaimeperczyk

Cuarentena, autonomía y virtualidad: la palabra de la juventud

Suele ser un problema del diseño de las políticas educativas: no darle la palabra a las y los protagonistas. Se trata de una generación híper estimulada pero también con ansias de independencia, que de pronto fue atravesada (como el resto de la sociedad) por una pandemia. “En mi caso no tuve ningún problema en adaptarme a las clases virtuales” señala Caterina Maiorana, estudiante del último año de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano del barrio de Barracas. La mamá y el papá de ‘Cate’, como le dicen en la escuela, son docentes universitarios. “Por suerte ese tema yo lo tenía resuelto pero a muchos compañeros y compañeras, que carecían de dispositivos les costó horrores”, agrega. “Había compas que al principio les costaba estudiar solos frente a una computadora, uno imponía sus propios horarios para hacer los trabajos, tareas y hasta los exámenes a distancia. Pero con el tiempo esa autonomía nos enriqueció de alguna manera, haciéndonos más responsables, más organizados y con ganas de seguir aprendiendo”. La joven remata: “si algo tiene que quedar en la educación del futuro, es eso”.

En 2020, Martina Segretin cursaba el tercer año en el Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández: “justo nos agarró la pandemia en el año que es el primero de la orientación de nuestros estudios, todos veníamos de cursos distintos y no nos conocíamos. Esa distancia que teníamos entre las y los compañeros fue lo peor –recuerda–. Lo mejor de todo fue la presencia de la escuela, docentes que realizaban un seguimiento constante. Desde el centro de estudiantes hacíamos relevamientos bimestrales para ver cómo estaba la situación de quienes no tenían dispositivos y ayudarnos entre todos y todas”.

Martina rescata muchas cosas de la virtualidad, “sobre todo la importancia del vínculo y la relación con compañeros y compañeras. Igual, si el día de mañana me proponen 100% virtualidad lo rechazaría porque va en contra de la organización y las relaciones. Además, en esta ciudad donde dejaron de repartir dispositivos sería imposible eso”, concluye.

La idea de Aula Universal en Salta

La escuela inserta en su contexto es un aspecto fundamental de la educación. En ese sentido, hay varias jurisdicciones que avanzan con iniciativas novedosas. En Salta existe Aula Universal. Es un dispositivo que crearon en 2019 para cubrir el bache existente entre el sistema presencial y el sistema virtual de educación para jóvenes y adultos que, debido a sus ocupaciones laborales, no podían asistir todas las noches a clases. Esta propuesta se realiza en el BSPA Nº 7065, en Salta capital, y funciona con seis profesores: uno para cada campo de contenido y dos para el área de Lengua. En el espacio existen distintos módulos como Salud y Ecología, Género y Diversidad Sociocultural. Este esquema rompe con la estructura administrativa tradicional porque no rige el horario establecido, sino que los profesores están disponibles para las y los alumnos a lo largo de la semana y ellos toman de las materias que necesitan para avanzar en sus proyectos.

Por: Martín Suárez

Fuente
Tiempo Argentino

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