Hallazgo clave revelará el enigma de los agujeros negros gigantes
“El 90% de los objetos hallados nunca se habían detectado hasta ahora. Hay una gran cantidad de ellos bastante peculiares, por lo que todavía tenemos que hacer mucho trabajo científico con estos datos”, afirmó Timothy Shimwell, miembro del Instituto de Radioastronomía holandés.
El éxito de este verdadero censo espacial se debió al radiotelescopio LOFAR (Low Frequency Array), que cuenta con unas 100.000 antenas distribuidas a lo largo y a lo ancho de Europa.
La red de telescopios LOFAR se extiende a lo largo de Europa.
“Sondeamos el universo en un área más grande y con mayor resolución y sensibilidad que nunca, lo que nos permitirá estudiar la evolución de los agujeros negros masivos”, aseguró.
Los agujeros negros contienen la mayor cantidad de materia en el menor espacio que ningún otro objeto del universo. Debido a que son tan compactos tienen una gran fuerza de gravedad, tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar. Entonces, en vez de reflejar la luz como los demás objetos, se la tragan junto a toda materia que se acerque demasiado.
Los agujeros negros clásicos, de sólo unas decenas de kilómetros de ancho, se forman luego de que una gran estrella consume todo su combustible y explota, dando lugar a una supernova.
Mientras que los agujeros negros supermasivos contienen tanta materia como para albergar de 1 millón a 100 millones de soles. Los astrónomos saben que acechan en el centro de las galaxias, incluso en nuestra propia Vía Láctea, pero todavía no terminan de entender el mecanismo de estos gigantes voraces.
El LOFAR, inaugurado en 2010, trabaja a muy baja frecuencia, por lo que puede detectar las partículas que emiten energía de ondas radioeléctricas en las bandas inferiores.
“Es muy diferente de lo que se percibe en otras longitudes de onda. Podemos ver fenómenos como los chorros de emisión de partículas energéticas de los agujeros negros supermasivos o colisiones entre objetos estelares”, agregó el especialista. “Estamos abriendo una nueva visión del universo”.
Aunque observar es solo una parte del trabajo que llevó más de 5 años de investigación. La otra tarea clave consistió en desarrollar algoritmos para mejorar la comprensión de los radiotelescopios e incorporarlos en potentes computadoras, un paso crucial para procesar de manera eficiente un verdadero tsunami de datos.
De esos cálculos se puede, por ejemplo, deducir qué tan lejos están los objetos observados. Muchos de ellos provenientes desde millones de años luz, un verdadero viaje al pasado para vislumbrar los momentos posteriores al Big Bang, la gran colisión que dio inicio a todo.
Para Shimwell, “lo más sorprendente al mirar las imágenes de radio es la escala de las cosas. En raras ocasiones, incluso pudimos ver la interacción entre las ondas de choque intergalácticas y estos chorros de emisión de los agujeros negros supermasivos que se expanden de una manera gigantesca”.
Pero lo que parece el final de una búsqueda científica es, como tantas otras veces, solo un nuevo comienzo: “Para completar el estudio necesitaremos otras 14.000 horas de telescopio. Con esta sensibilidad sin precedentes, en los próximos años detectaremos millones de galaxias más”.
Fuente: ámbito.com