Un bioético dijo que la edad ideal para morir es de 75 años y abrió el debate

La vejez está a la vuelta de cualquier esquina, allí, donde uno menos se imagina se nos presenta por primera vez», recitaba el cantautor argentino Facundo Cabral. El envejecimiento y su ligazón con la última etapa de la vida suele ser un tabú, tomado por muchos como parte de un proceso, impensado para otros, encarado con naturalidad por muchos y con gran angustia por otros. Ezekiel Emanuel, profesor de  bioética en la Universidad de Pensilvania de los Estados Unidos, aseguró que la mejor edad para morir son los 75 años. En una entrevista que brindó a la revista The Atlantic Magazine, el experto aseguró que existen muchas razones para no prolongar la vida más allá de dicha edad. “En los últimos 50 años la medicina ha logrado grandes avances para prolongar la vida, lo que conlleva la aparición de más enfermedades, en lugar de obtener logros en la lucha contra el envejecimiento. Es decir, se prolongó el proceso de morir”, subrayaba Emanuel. En contraposición, como publicó Tiempo esta semana,  la empresa inversora Palo Alto de Silicon Valley, California, acaba de presentar el “premio de la longevidad”, el cuál otorga un millón de dólares para aquellos científicos que lograran “hackear el código de la vida” con el fin de luchar contra el envejecimiento y extender la esperanza de vida más allá de los 120 años y evitar así la “decadencia” como añadidura y componente de la vejez.

Bernardo Nante, filósofo y presidente de la Fundación Vocación Humana, dijo a este diario que “tanto la muerte como la vejez son aspectos fundamentales de la vida que no tenemos asumidos, por eso no sorprende que se quiera controlar conceptualmente la vejez estableciendo una edad para partir”, explica.

En la actualidad, el país se encuentra en una etapa de envejecimiento avanzada. Según el Censo 2010, un 10,2% de la población tiene 65 años y más; es decir, existe una alta proporción de personas mayores con relación a la población total. Sin embargo, “en el siglo XXI, la experiencia de envejecer será muy distinta de la del pasado siglo. Tenemos que reinventar la vejez”, explica la socióloga Mercedes Jones, Coordinadora de Paradigma XXI, Alianza para la Incidencia Colaborativa en Salud. Para la especialista, existe un choque de dos paradigmas de la vejez: el residual que representa a la vejez como asociada a la decadencia, la soledad y la falta de dignidad y otro que es el de la vejez activa en la que se reconoce la existencia de un proceso de envejecimiento sano y autosuficiente.

«La fuerza del pensamiento negativo ante la idea del paso del tiempo atrasa y provoca temor y rechazo en la población. Hablar de un límite de edad, fijar una edad para morir es una idea absurda», dijo Mercedes Jones.

Los especialistas acuerdan que se reconoce que una persona pertenece a la tercera edad desde los 65 hasta los 75-80 años, pero “faltaría definir a partir de qué momento  se  estaría  entrando  en la  cuarta edad  y si convendría comenzar a incorporar una quinta edad. Por ejemplo, los adultos mayores-jóvenes (65-80 años) adultos mayores-mayores  (80-95)  adultos mayores-añosos/nonagenarios y súpercentenarios (95-115).  Quizás con el tiempo haya que correr las fronteras y se incorpore una sexta edad”, propuso Jones.

VIVIR HASTA QUE NO PUEDA MÁS. Pablo Sánchez tiene 60 años y grita con mirada desafiante: “pienso vivir hasta los 800 años. Jamás se me ocurriría pensar a qué edad irme de esta vida”, dijo en diálogo con Tiempo. El hombre es pulidor de bronce, está casado hace 30 años y tiene una hija de 18. Hace 25 años se hizo de un grupo de amigos que fue conociendo en varios clubs y que ahora se reúnen a diario en el Bochín Club del barrio de San Cristóbal, ubicado en medio de la plaza Martín Fierro. “Nos juntamos para sacudirnos los problemas y divertirnos. Para mí el día nunca termina, seguiré hasta que no pueda más. Ni de casualidad me he puesto a pensar en la muerte”, repite Pablo. “Si estoy postrado en una cama y estoy molestando a la familia y ya cumplí mi rol, quizás sea mejor morirme”, exclama dejando ver que para él la edad biológica no tiene nada que ver con lo que siente.

Alicia Iriondo prefiere no pensar.  “No hay que pensar en el fin. Sé que vendrá, pero prefiero no pensarlo».. Pero aclaró: “Estoy más que bien, todos halagan mi figura y tengo 86 años, me conservo porque hago actividad física y no pierdo contacto con la naturaleza”. Mientras hace estas declaraciones, baila al ritmo de una murga del barrio.

Por su parte, Mario Rumilla, de 60 años, se declara un eterno enamorado de la vida y de las mujeres. “Todos los fines de semana voy a bailar, y conquisto. No hay edad para el amor. La vejez es una cuestión de actitud, están quienes se proponen una fecha para morir y los que la corremos todos los días para seguir viviendo”.

Con respecto al amor, la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores 2012, arrojó que seis de cada diez personas de 60 años y más, piensa que es posible enamorarse en esta etapa de la vida. Con relación a la actividad sexual, los varones de entre 60 y 74 años son quienes más creen en esta afirmación (un 89%), y las mujeres de 75 años y más quienes menos adhieren a esta idea (un 54%).

Mónica Roqué, directora Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, opinó: “Cuando uno tiene 20 años piensa que los 40 años es una edad muy avanzada, pero al cumplirlos los 75 parecen un límite. La muerte es una parte más de la vida, si bien hablar del tema continúa siendo un tabú, poco a poco el miedo se desarma. Por ejemplo, gracias a la ley de muerte digna se comenzó a charlar en las casas, ahora se puede decidir en la última instancia de la vida”.

La reflexión personal del bioético  Emanuel no hizo más que abrir el debate acerca de cuál es la edad digna para despedirse, sino también de cómo se prefiere que sea el final y si vale la pena hacerse la pregunta. Por lo pronto, para el filósofo Nante, sería provechoso «dejar de considerar a la vejez como una situación límite y considerarla un umbral que hay que traspasar, una oportunidad para buscar algo en nosotros, y para que se recupere y reconozca el valor de la ancianidad”.

Buena salud

El 42,5 por ciento de las personas de 60 años y más considera que su salud es buena, según la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores que se realizó en 2012.

«A los 75 años, el cuidado de mi salud cambiará. Dejaré de visitar al doctor. No voy a terminar con mi vida, pero tampoco intentaré prolongarla»: Ezekiel Emanuel (1957), profesor de bioética norteamericano.

«El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad»: Gabriel García Márquez (1927-2014), escritor colombiano. 

«Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida»: Pablo Picasso (1881-1973), pintor español.

«La mochila vacía»

El historiador y escritor Mario «Pacho» O’Donell reflexionó –días atrás– sobre los controversiales dichos del bioético Ezekiel Emanuel a través de una columna en el dominical Perfil, titulada «No morirme (todavía)». «Siempre he admirado a aquellas personas, pocas, que ahorraron al mundo la visión esperpéntica de su deterioro», escribió y puso como ejemplo a Greta Garbo y tita Merello. En diálogo con Tiempo Argentino, Pacho, de 73 años, relata cuál es su visión sobre la última etapa de la vida.

–¿Piensa en el momento de la muerte?

–Siempre he sido una persona muy atenta al tema de la muerte. El primer recuerdo que tengo es a los cuatro años, no sé por qué tomé conciencia de que todos se iban a morir y eso me provocó mucho llanto. Al llegar a casa dije que tenía dolor de panza porque resultaba complicado explicar lo que había pensado. La muerte siempre ha estado presente contradiciendo el hábito del ser humano de negar el hecho de su finitud. Santo Tomás decía que somos seres murientes. Comenzamos a morir el primer día de nuestras vidas.

–Emanuel planteó una edad límite, los 75 años, ¿usted ha pensado en una edad ideal para partir?

–Sí. También pensé en los 75 años. A esa edad uno comienza a ser una mala réplica de lo que fue en la vida, perdés audición, visión, capacidad sexual, memoria y vitalidad. Ya noto el paso del tiempo y en un par de años habré perdido mucho más. Después de los 75 años creo que uno ya no es lo que era, es otra cosa. Llegar a dicha edad no me preocupa, ya lo he aceptado. Se llama resignación. Todos vamos a morir y debemos estar tranquilos de haber hecho algo digno con nuestras vidas. No pretendo morir, siempre se conserva el deseo de seguir viviendo.

Ahora me considero una especie de socio de la muerte. Es algo que me resulta natural desde siempre. En gran medida el secreto es llevar una mochila vacía. Muchas veces el dolor que invade cuando muere un ser muy querido pasa por todo lo que no se dijo y/o lo que no se hizo con la persona. El pensar que siempre hay tiempo es un error. De ahí el pensar en llevar la mochila vacía, con la tranquilidad de que hicimos y dijimos lo suficiente.

«Hasta ahora, con 64 años, la llevo bastante bien», dice Georgina María Godoy. «Sólo pienso en mi vida como la estoy viviendo hasta ahora, lo más tranquila posible. Sólo Dios sabe cuándo vamos a morir. Mi mamá falleció hace dos meses a los 92 años y vivió muy bien. Lo único que no quiero es ser una carga para mis hijos, pero lo cierto es que uno siempre quiere vivir un poco más. Tengo tres nietos y vivo por ellos, quiero verlos crecer.»

Federico Pica tiene 80 años y casi todos los días se reúne con sus amigos en el Bochin Club de San Cristóbal. «Mi base son los 200 años de vida porque me siento bien y tengo ganas de seguir viviendo», aclara. Se pone serio al declarar que «mi principal problema es que no consigo trabajo, eso me haría muy bien». Federico enviudó dos veces y tiene un hijo de 50 años. Los domingos va a bailar al Club Chicago de Mataderos. «Me encanta el folklore y el tango, pero antes de morir quiero bailar un rock and roll.»

Fuente: Infonews

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