El 28/10 se perfila como la línea de partida, ante el riesgo de un estallido social

Para anotar en la larga lista de particularidades argentinas: una semana antes de una elección clave, nadie está pensando en lo que suceda ese domingo sino que la expectativa está monopolizada por lo que pase al día siguiente. El lunes 28 asoma en el horizonte como la línea de llegada de este largo esfuerzo de casi cuatro años. La sociedad argentina llega con la lengua afuera. El cuarenta por ciento de las personas que viven en este país, sufriendo a diario privaciones indignas e innecesarias. Pero también los empresarios, que en su mayoría salieron perdidosos de este experimento en el que tanto habían puesto, tal como quedó claro durante el último coloquio de IDEA, tan devaluado que no asistieron ni Alberto Fernández ni Mauricio Macri, quien en cambio eligió hacer una desangelada call ante una sala semivacía.

El problema es que esa marca en el calendario no es una línea de llegada sino más bien lo opuesto. A partir de esa mañana, cuando se despeje la resaca propia de los festejos de unos y las penas de otros, las cosas estarán en manos del nuevo presidente. Cuarenta y cuatro días antes de que el pase de mando se haga efectivo, según prevé la ley, el nuevo mandatario tendrá la responsabilidad de terminar de inmediato con el vacío de poder que se instaló en el país la noche del 11 de agosto, cuando Macri mandó a dormir a los argentinos sin reconocer el contundente diagnóstico de situación que le habían dado las urnas. No se puede pedir a la sociedad que espere un mes y medio más: para muchos argentinos es cuestión de vida o muerte, sin metáforas. Tampoco es razonable darle semejante ventaja a quienes ya comenzaron a conspirar para poner condiciones al gobierno entrante.

Esta semana vimos imágenes de violencia urbana en Barcelona, Culiacán, Santiago de Chile, Hong Kong y Quito. Cada una de ellas con sus propios motivos, todos diferentes, pero que marcan, con sus postales similares y simultáneas en las pantallas que miramos a diario, una tendencia global de impotencia gubernamental y ruptura de los lazos de representación. En la Argentina, la memoria de heridas sociales del pasado que aún no cerraron, el trabajo territorial de organizaciones sociales y políticas, intendentes y gobernadores, y el horizonte de un cambio próximo de dirección contuvieron hasta ahora los desbordes. El riesgo no está extinto para nada. Durante esos cuarenta y cuatro días en el limbo, con las fuerzas de seguridad aún bajo las órdenes de Macri y Patricia Bullrich, cualquier chispazo puede terminar en tragedia.

Y estamos parados sobre un magiclick gigante. El lunes los mercados abrirán al alza, empujados por la brecha creciente entre el dólar oficial y los tipos de cambio paralelos, por la cercanía a los comicios y porque quienes jugaron a la timba estos cuatro años buscarán maximizar ganancias antes de que se acabe el curro. Los medios, seguramente, dirán que es culpa de algo que diga o deje de decir el candidato del Frente de Todos esta noche en el segundo debate. Las chances de que el lunes posterior a la elección haya otro salto de la divisa, como sucedió el 12 de agosto, son altas si no se toman las precauciones correspondientes. Ni Macri, ni el presidente del BCRA, Guido Sandleris, están actuando en ese sentido. El viernes volvió a dispararse la caída de reservas, que ya suma más de cuatro mil millones de dólares desde que Fernández le pidió a Macri que las preservara.

Sin margen para otra cosa, el presidente electo deberá comenzar a gobernar en cuanto se confirme su triunfo. Los equipos del Frente de Todos trabajan con ese objetivo en mente. A primera hora del lunes, Fernández presentará sus equipos, al menos en el área económica, para designar interlocutores con todas las partes y abocarse al diseño del plan social que marcará los primeros meses de su gobierno. Una parte de este trabajo ya se está realizando sotto voce desde hace algunas semanas. Además, buscará darle actividad al Congreso, que durante los últimos dos años permaneció en estado de animación suspendida: antes del diez de diciembre quiere tratar algunos proyectos que ya están en marcha (como la ley de alquileres y la ley de góndolas) y enviar un par de iniciativas más. Sus hombres de confianza en ambas cámaras aseguran que tendrá número para aprobarlas sin problemas.

Hay, en cambio, otra preocupación en las filas del peronismo: a partir de la diferencia contundente que se obtuvo en las primarias, hubo un relajamiento en cuanto al interés que suscitan las irregularidades en el proceso de escrutinio provisorio, a cargo de la empresa SmartMatic. Los apoderados del Frente de Todos aseguran que los resguardos son aún menos que en agosto y temen que Juntos por el Cambio busque enturbiar el resultado para posponer el reconocimiento de la derrota y estirar la incertidumbre. Hace diez días, la juez María Romilda Servini consideró que la contratación de SmartMatic debe ser investigada en el fuero penal, el mismo día que varios cyberactivistas que habían denunciado las fallas de ese sistema fueron detenidos por la Policía Federal con la excusa de que habían participado de una filtración de datos de las fuerzas de seguridad.

El lunes 28, Fernández se encontrará con una madeja de cables rojos y una luz que titila, recordándole que no tiene un segundo que perder si quiere evitar la explosión. No estará solo. Como pudo verse el jueves en La Pampa, encabeza una coalición política de envergadura notable, quizás la más importante que haya encarado un gobierno en Argentina desde 1983. El desafío es de un nivel equivalente y la solidez del armado estará puesta a prueba desde el día uno, por cuestiones endógenas y exógenas. Las herramientas formales con las que contará el Presidente para desarmar la bomba serán escasas y muchas dependen de la voluntad de cooperación de su adversario, que hasta ahora resultó cercana a cero. Lo que le falte, deberá suplirlo con política. No hay excusas: es el reto para el que se preparó toda su vida.

Fuente. eldestape.com

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