¿Para qué sirve la ESI?

La ley 2110 de Educación Sexual Integral de la ciudad fue sancionada en 2006. Las denuncias y reclamos por la falta de decisión política y financiamiento para su aplicación se vienen sucediendo desde entonces. Durante una importante toma de colegios en 2017, los centros de estudiantes lo plantearon como uno de los reclamos más fuertes, junto con la necesidad de un protocolo de actuación en casos de violencia de género (ver aparte). Desde entonces, la bandera no volvió a bajarse, pero para muchos todavía la sigla ESI sigue siendo un misterio o un cuco. Una parte de la comunidad docente todavía considera al “sexo” como sinónimo de “sexualidad”. “Las autoridades y algunxs docentes temen que los talleres de ESI puedan contribuir a estimular la sexualidad de los alumnos de manera de promover relaciones sexuales precoces. Sabemos que en realidad es al contrario. A mayor información científica, actualizada, en lenguaje claro, más tardíamente se inician las relaciones sexuales y en mejores condiciones”, dice Kurlat.

En el mismo sentido reflexiona Lucía Schiariti, capacitadora docente en Educación Sexual Integral. “Todavía socialmente, en muchas familias (e incluso muchos docentes) siguen siendo pregnantes las ideas de sexualidad asociada a sexo, a relaciones sexuales, a aparatos reproductores. Y entonces no se entiende bien qué y cómo se trabajará. También estamos trabajando para desarmar la idea de que ESI es un taller, una jornada, la ‘clase’ de ESI. Con docentes, lo que trabajamos es que la ESI es una mirada, una perspectiva que se asume, y sirve para encarar todas las prácticas educativas”.

También sucede que más allá de los sectores más progresistas que siguen el impulso del feminismo y la “marea verde” que inunda las aulas e instala sus debates, en otros adolescentes “sigue habiendo confusión, y si no trabajás temas de salud sexual y/o género (sean estereotipos o violencia) entonces no parece ESI. Trabajar vínculos, la afectividad en general, no termina de asociarse con la sexualidad. Y no se visibiliza parte de lo que sí se está haciendo”, agrega Schiariti.

Por ejemplo, cuenta Valeria, una docente, que un día la clase de inglés en segundo año giró en torno al análisis de publicidades y los estereotipos de belleza instalados en la sociedad. Al principio muchos repitieron belleza y perfección como sinónimos. También hablaban de ojos claros, cabellos despampanantes, alturas llamativas, extrema delgadez, entre otras descripciones. Luego eso se fue poniendo en cuestión. Para ir cerrando, les contó que esa clase estaba enmarcada dentro de la Ley de Educación Sexual Integral. Justamente, al decirlo, un alumno respondió “pero no hablamos de sexo”. “Y tenía razón, claro. Pero seguiremos trabajando en ESI para que dejen de pensar que es sólo hablar de sexo. Ese día tocó el timbre y en vez de estar desesperadxs por ir al recreo, un clima de profunda introspección reinó en el curso”, agrega Valeria.

Es que la ESI incorpora la perspectiva de género en las aulas, una categoría por la que todos, todas y todes estamos atravesados y de la que no se puede permanecer inmutable.

Las reacciones

Las reacciones de la clase, sin embargo, no siempre es la esperada. Suele haber algunas chicas o chicos más informados o familiarizados con la problemática y otros que siguen anclados en figuras tradicionales y conservadoras en relación a los roles de género, por ejemplo. “La ESI también irrumpe en las aulas sorpresivamente y nos obliga a tomar decisiones y no omitir lo que surge”, apunta Leticia, docente de una escuela media de Lugano. Ese fue el caso frente a una discusión entre un chico y una chica, que se agredían verbalmente con comentarios ofensivos que visibilizaban la concepción estereotipada de la mujer. “Ante el intento de mediar y favorecer la reflexión acerca de cómo se estaba tratando a una compañera, la interpretación del estudiante involucrado fue: ‘Profe ella me provoca ahora que está usted porque sabe que defiende a las mujeres'», cuenta.

Cuando se trata de capacitar a docentes en los contenidos de la ESI, las respuestas y predisposiciones no son homogéneas. “En instancias de capacitación, una docente de primaria relató que estaban ingresando sus estudiantes al aula, pero venían con ‘demasiada’ energía. Les pidió que se detuvieran, y estuvo a punto de decirles ‘entren primero las nenas’. Pero recordó lo que veníamos trabajando en encuentros anteriores y entonces dijo: ‘Entren primero quienes tienen algo rojo… Ahora quienes tienen zapatillas blancas…’ y así siguió. Haberse dado cuenta de que la primera forme de organización volvía sobre formas binarias habilitó la posibilidad de empezar a desarmar prácticas que suelen repetirse en las escuelas sin cuestionamientos, y refuerzan modelos cisnormativos y sexistas”, cuenta Schiariti.

Otro docente de Taller de una escuela técnica comentó que una alumna, a quien él quería “ayudar” a mover un motor, le dijo “gracias profe, pero yo puedo”. A partir de ese comentario, se dio cuenta de cómo solía hacer diferencias entre chicas y chicos en sus clases, y está empezando a modificarlo.

De eso se trata, de mover, modificar, movilizar; de empezar a forzar la máquina al punto de que haya transformaciones, como dijo alguna vez una feminista.

Fuente. Pagina12

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