Los estereotipos que alimentan medios y redes sociales

La vida cotidiana contiene palabras, frases organizadas por términos de orden psicopatológico; es así que el lenguaje reúne mediante una torsión el adentro y el afuera. En los medios circulan término como “psicopatología”,  “psicótico”, “histérico”, “perverso”, “neurótico”, “hombre de los lobos”, “déficit de atención”, “el hombre de las ratas”, “TDHA”; “débil mental”, “esquizofrénico”, “la joven homosexual”, “brote psicótico”, “compensado”, “paranoico”, “narcisista”. Algunas de estas palabras de empleo coloquial  han surgido de la psiquiatría, de la psicología o del psicoanálisis y alimentan los perjuicios y prejuicios sobre nuestras vidas y las vidas de los otros. A Freud no le pasó desapercibido ese hecho: “La psicopatología de la vida cotidiana” (1901) no descalificaba a quien era tomado por un lapsus, un chiste o se le produzca la sustitución de una palabra por otra. En concreto: esa psicopatología de la vida cotidiana no hacía más que revelar su normalidad. Esa normalidad cotidiana al ser tomada por la “psicopatología mediática” se convierte en una herramienta de lawfare (guerra sucia jurídica), cuyo objetivo es impactar el alma de cada ciudadano para construir su singular subjetividad consciente e inconsciente. Cuando esas palabras ingresan a los medios de comunicación y las redes sociales cambian en sí mismas, con su incorporación se produce una operación encubierta, instalar un cliché.

¿Qué es un cliché? Un cliché es una idea, frase o expresión que por su reiteración se transforma y ocupa un lugar en nuestra subjetividad de forma consciente o inconsciente: las mariposas en el estómago al hablar o vivir encuentros y desencuentros; el cliché de una risa para mostrar encubierto  el hecho de no saber qué hacer o decir ante una experiencia nueva. Un cliché cinematográfico común constituido por desactivar una bomba un segundo antes de su posible estallido o una sombra que delata la presencia del asesino o una persecución policial efectuada a contramano.

Los pintores, señaló Deleuze, mostraron un estilo del cliché: la tela no está en blanco antes de pintar un cuadro, por lo contrario, está cubierta de clichés no-visibles: el modelo que impone la forma de una pipa, de una rosa, de un rostro, de un punto y una línea solo pueden pintarse siguiendo el cliché no visible. Todas las abominaciones o descalificaciones, lo  malo, anormal o normal ya están en la tela en blanco o, en la mente en blanco para pintar, escribir, actuar… El cliché de la normalidad operará en nuestras vidas subjetivas.

Estanislao Fernández Luchetti, artista conocido como Dyhzy, presenta su  performance en tanto drag queen. En una entrevista en PáginaI12, (26/5/2019, Gisela Marziotta), define su actividad como “interpretación de personajes a través de disfraces”. Así responde al cliché psicopatológico con el cual lo calificaron peyorativamente en las redes sociales: ¡El candidato es padre de un drag queen! Estanislao se encarga de separar a Dyhzy del hijo del candidato al presidente.

Kantorowicz planteó en Los dos cuerpos del Rey que la persona del rey no es el rey en funciones; Agostino Palavicini Bagliani hizo su aporte al tema  en el libro El cuerpo del Papa, es decir, Jorge Mario Bergoglio no es el papa Francisco. La delicada frontera, incluso movediza, entre el cuerpo del candidato a presidente y el cuerpo de un padre no deja de existir a pesar de su delicada precisión. El lawfare psicopatológico aprovecha esa débil frontera, ese estrecho margen para instalar su guerra sucia a nombre de la psicopatología atribuida a uno de esos cuerpos para atacar al otro. Lo hacen por la articulación difamatoria de los medios de comunicación.

¿Qué es el lawfare? “En mayo de 2018, (el papa Francisco) durante una misa en Santa Marta: ‘En la vida civil los medios comienzan a hablar de la gente, de los dirigentes, y con la calumnia y la difamación los ensucian’”(CFK, Sinceramente, 2019, p.406).

Margaret Thatcher formuló que para el neoliberalismo “la economía es el método, el objetivo es el alma” (psique). La subjetividad era y es una base fuerte del neoliberalismo. El acto de calumniar y la difamación emplean términos que llevan las apariencias de ser objetivos y se les atribuye carácter científico. La psicopatología mediática instala en nosotros clichés visibles o invisibles: se trata de psicopatologizar al otro y a uno mismo, incluso la mayoría silenciosa de los prejuicios y las calumnias que nos habitan está a un botón de manifestarse con un “like” en facebook.

El neoliberalismo le da existencia subjetiva a las instituciones (“el mercado reaccionó…); la institución tiene sensibilidad social (los mercados están afectados…; los mercados se pusieron histéricos…; los mercados enloquecieron por el efecto Tequila…”). Generan un fantasma de sábana blanca intocable e inaccesible. Lewis Cosser estudió el efecto material de los sistemas de poder para instalar en cada uno de nosotros ese fantasma de manera eficiente, para lo cual subrayó el surgimiento de las instituciones voraces de un diseño casi perfecto para producir una determinada subjetividad consciente e inconsciente. (Las instituciones voraces). El lenguaje coloquial es una institución con sus lenguas y sus usos y costumbres presentes en la conciencia y en el inconsciente. Conlleva modelos como los clichés psicopatológicos. Los poetas batallan con eso al inventar un poema. J. L. Borges escribió “en las letras de ‘rosa’ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”.

¿En qué horizonte genealógico surge el lawfare psicopatológico? Escribo “genealógico”, siguiendo a Ignacio Leukowicz (Pensar sin Estado).

En los principios del siglo XX se encuentra la fuente del lawfare psíquico que estalló por inquietudes ante la pureza de la raza humana, preguntas respecto de cómo garantizar la normalidad (pureza de salud y de salud mental) se presentaron tanto a izquierda (proteger al proletariado de las impurezas burguesas, alcoholismo, drogadicción) como a derecha (proteger la pureza de la raza, eliminar cuerpos impuro tales como los gitanos, homosexuales, niños con síndrome de down, esquizofrénicos, …).

Alfred Hoche, psiquiatra y uno de los mentores conceptuales de las Leyes de Nuremberg (1935), calificó de “epidemia psíquica” al psicoanálisis. Al pie de la letra: una epidemia solicita ser eliminada. Se sabe que Hoche realizó estudios de eutanasia y eugenesia.

Sigmund Freud señaló con ironía que “un foco infeccioso en ese lugar no podía menos que alcanzar particular importancia para la propagación de esa epidemia psíquica, como la llamó Hoche, de Friburgo (1914)”.

¿Qué relación guarda este doctor con el lawfare psicopatológico? Alfred Hoche y Karl Binding escribieron Libertad para la aniquilación de una vida indigna de ser vivida (1920). El libro agrupa bajo el término “indigno de  ser vivido” a una gran parte de los llamados “enfermos mentales”, a los “débiles de espíritu” y a “los niños retardados” o “con malformaciones”. Los autores dieron a su teoría un carácter médico-científico-jurídico y propusieron su finalidad terapéutica: la destrucción de la vida “indigna de ser vivida” equivalía a “un simple tratamiento” de una “empresa de curación”. Según ellos, el Estado no debía gastar sumas en atención de esos “enfermos”. Esa propuesta fue una de las bases para las “Leyes de Nuremberg y para la protección de la sangre…” sancionadas por el régimen nacionalsocialista en 1935. Ese régimen fue el primero en emplear medios masivos no impresos: instalación de sonido en las plazas públicas de Alemania para difundir durante el día los mensajes de Hitler y otros funcionarios. Además promovieron la ampliación a once millones de abonados a la radio, otorgando facilidades de pago para adquirir ese aparato.

El lawfare psicopatológico, como cada adjetivación de ese tipo, se sostiene a partir de un cliché presente en nuestra subjetividad. ¿Cómo deshacerse de ese cliché? Estanislao Fernández Luchetti llegó a tener más de 15 mil seguidores en Instagram, en tanto drag queen muchas veces padece la discriminación y la violencia. Responde como artista, él sigue haciendo Dyhzy.

Fuente. Pagina12

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