Peso: ¿Calma o Tregua?

El revisado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (standby agreement, SBA) incluye un compromiso para alcanzar el equilibrio presupuestario primario en 2019, un año antes de lo acordado anteriormente, y una estricta reducción de la financiación monetaria para controlar la inflación. Con ese objetivo, el dinero prestado por el Fondo Monetario Internacional se sitúa en la cifra más alta esperada por el consenso, y sobrepasa en más de tres veces la cantidad que le correspondería a la Argentina.

Los datos más recientes muestran una importante reducción del déficit primario, que se ha reducido en casi un 30% entre enero y agosto, pero a su vez la carga por intereses ha aumentado.

Si el gobierno de Macri no lleva a cabo importantes reducciones en el gasto público, no se alcanzará el equilibrio primario y; lo que es peor, si se consigue vendrá a costa del crecimiento futuro porque se consigue vía enormes subidas de impuestos.

Sin una reforma estructural del gasto innecesario, Argentina se encontrará en unos meses con la realidad de haber consumido el préstamo del Fondo Monetario Internacional y volver a darse cuenta de que los enormes desequilibrios acumulados en los últimos diez años saltan por dos lados: o un enorme aumento de la deuda o un desplome del peso y mayor inflación.

No hay otra opción, sin reformas estructurales, Argentina está condenada a disparar su deuda o disparar su inflación y, en ambos casos, empeorar la situación para los argentinos. Por lo tanto, no pueden darse excusas ante la re-evaluación y reducción de los enormes desequilibrios en el sector público de la última década. Porque no se van a conseguir cubrir con grandes subidas de ingresos fiscales cuando las estimaciones de crecimiento global y local se están revisando a la baja.

El consenso de economistas que publica Focus Economics espera que Argentina vuelva a un crecimiento del 2,3% en 2020 con una caída del PBI en 2018 y 2019. Por lo tanto, incluso en esas estimaciones optimistas, no podemos esperar una fuerte subida de los ingresos fiscales. Esas mismas estimaciones esperan una caída de la formación bruta de capital del 2,4% en 2019 pero, cuidado, una expectativa muy optimista de aumento en 2020 del 5,6%. Todo ello con una estimación de reducción de inflación al 18% en 2020.

Las estimaciones de consenso, por lo tanto, muestran un escenario excesivamente optimista con Argentina y el gobierno debe ser cauteloso. Una senda de crecimiento de reservas que estima, en ese escenario macro, un aumento de dichas reservas y de las exportaciones de un 9% y 8% anual no es un escenario pesimista ni conservador. Los analistas esperan una inflación del 44% en 2018 y de 27% en 2019, cayendo a 18% en 2020. Imposible de conseguir si no se reactiva la economía y se reduce de verdad el gasto público. Esa incertidumbre se refleja en la enorme dispersión en las estimaciones de tipos de las LELIQ, que van de 35% a 57%.

No es de extrañar que, a pesar de que el Banco Central ya no financie al Tesoro, se esté creando vía instrumentos de deuda a corto plazo un efecto embudo que retrasa el problema. Con estimaciones de reducción del consumo público de un 2,5% anual es difícil pensar que el déficit primario se contenga, y aún más complicado pensar que el aumento del coste de la deuda no siga aumentando la deuda externa.

Recordemos que el gasto público primario como porcentaje del PBI se disparó del 23,6% en 2004 al 40,4% en 2017. La reducción no puede ser gradual porque el aumento desproporcionado tampoco lo fue.

Argentina debe tomar este periodo de calma como lo que es, una apuesta para que se abandone el gradualismo y se solucionen los verdaderos retos de la economía argentina. Reducir el gasto público disparado durante la última década es el pilar fundamental para controlar la inflación, parar el endeudamiento y, con ello, atraer inversión y riqueza. Si el gasto público sigue en los niveles actuales, será difícil cumplir con los objetivos del acuerdo del FMI y el efecto placebo del préstamo dejará de surtir efecto. Cuidado con esperar milagros por la vía de los ingresos cuando el país tiene una de las cuñas fiscales más altas del continente. El tiempo pasa, y las reformas son urgentes.

Fuente: Diagonales

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