Los malabares de la política y la comunicación

Las nuevas tecnologías en materia comunicacional no son una promesa ni algo que dará que hablar en los próximos tiempos. Al contrario, son una realidad, ya instalada y, lejos de ser catalogadas como una moda pasajera, una pieza fundamental de las campañas electorales.

Alcanza con ver los sucesos de la disputa por la presidencia de Brasil que proclamaron como amplio vencedor en la primera vuelta a Jair Bolsonaro. El candidato de la ultraderecha solamente utilizó unos pocos minutos de campaña en medios audiovisuales y centró sus esfuerzos en WhatsApp.

Incluso las redes sociales convencionales, como Facebook y Twitter, quedaron postergadas. “Lo de Bolsonaro es impresionante”, sostuvo a La Tecla el especialista en comunicación política Andy Tow, y explicó que con “una cosa mínima que ha hecho movilizó muy fuertemente al electorado”.

Claro, el último modelo brasileño puso en el escenario a la comunicación mucho más íntima. Si con la imposición de la red social del pajarito se buscaba generar una relación directa entre el político y el votante, con WhatsApp se pretende mucha más cercanía, y la creación de burbujas de comunicación con mayor robustez.

La principal diferencia y fortaleza es la figura de un moderador o, mejor dicho, administrador de grupo. Un comentario disidente puede ser cercenado, o incluso, quien piensa diferente puede optar por salir por sus propios medios. En el mundo “Tw” o en Face”, las ideologías disidentes acaban en una confrontación donde se pueden producir decenas de mensajes cruzados entre los bandos. La pelea es habitual, cosa que no se da en los grupos de WhatsApp, donde el debate, en caso de existir, no se prolonga por más que unos pocos minutos. El factor grupo cerrado es la clave.

“WhatsApp refuerza este efecto de burbuja”, señala Tow, y añade que “lo que se refuerza es esa vinculación íntima o más personalizada, donde uno participa en comunidades mucho más pequeñas, y eso es lo que refuerza este efecto de ‘secta’”.

Con este contexto, todo indicaría que la comunicación política argentina volvería a correr detrás de avances utilizados en otros países. Vale recordar la declaración de Juan Courel (ex secretario de Comunicación Pública de Daniel Scioli) en 2016, tras la implementación de Big Data en los comicios de Estados Unidos para el triunfo de Donald Trump: “De haberla utilizado, tal vez se hubiese evitado perder en 2015”.

Si bien es cierto que Cambiemos explotó Twitter en 2015 y en 2017 repitió el dominio, en el último año, la competencia con Unidad Ciudadana como principal rival, en las redes se emparejó más de lo esperado para el oficialismo.

Por el momento, incluso, los grupos de trabajo de las principales fuerzas políticas no se refieren a la posibilidad de llevar la relación con el votante al escenario de las cadenas de mensajes.

En ese sentido ejemplifican con algunos sucesos comunicacionales del mismo mundillo político: “recién ahora Pichetto tiene Twitter, o Solá cambió la manera de comunicar, todavía falta”. Es que el suceso brasileño es demasiado reciente para ya ser una realidad en Argentina. Mientras tanto se apuesta a mejorar el trabajo en las principales redes.

Es más, recién en la última reunión de intendentes peronistas del interior con algunos legisladores (el 10 de octubre), uno de los temas centrales fue la necesidad de conformar una estrategia comunicacional. Un poco retrasado respecto a los dos o tres años de predominio de la comunicación en redes de la política.

La dirigencia sabe que debe aggiornarse a la nueva era, y más a la hora de ganar elecciones. El futuro ya llegó.

Fuente: La Tecla

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