Un día histórico en el camino del feminismo

Hubo aplausos, muchos abrazos, algunas lágrimas. A las cinco de la tarde, el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo obtuvo 64 firmas a favor y 57 en contra y se convirtió en dictamen de mayoría del plenario de cuatro comisiones que, desde el 10 de abril debatió en base a la iniciativa presentada por la Campaña por el Derecho al Aborto. Esta mañana desde las 11, ese nuevo texto (que es el que habían leído Victoria Donda y Mónica Macha en el plenario del jueves pasado, pero con algunas precisiones de redacción –ver aparte–) será tratado en el pleno de la Cámara de Diputados, en lo que será una sesión histórica: por primera vez se hablará de aborto en el recinto. El anuncio de la cantidad de respaldos que obtuvo el proyecto fue hecho por el diputado Daniel Lipovetzky, presidente del plenario y de la comisión de Legislación General (una de las cuatro que trató la iniciativa), al cabo de casi dos horas de una reunión intensa que se extendió luego de que un grupo de opositores a la legalización anunciara y leyera un dictamen que proponía rechazar el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. Ese texto, que fue leído por varias diputadas y diputados, sustentó la propuesta de rechazo, entre otras cosas, en datos provistos durante las audiencias informativas por el jefe del servicio de obstetricia del Hospital Austral y el Centro de Bioética, Persona y Familia (liderado por referentes de la Universidad Católica Argentina).

La presentación de una propuesta de dictamen de rechazo fue seguida, luego, casi sobre el final de la reunión, por la advertencia del diputado Juan Brugge de que hoy, en la sesión, presentará “un planteo de nulidad” del proyecto de legalización, algo que fue respondido, informalmente, por la diputada Araceli Ferreyra, quien pidió “basta de amenazar”.

“Llegó el día”, dijo pasadas las 15.30 la diputada Brenda Austin, y la sala, que estaba desbordada por asesores, prensa y muchas más diputadas y diputados que en todas las audiencias anteriores, estalló en aplausos. “Acá estamos después de doce años de presentaciones para dictaminar un proyecto que regule la interrupción voluntaria del embarazo”, dijo, y anunció que repasaría el dictamen, porque entre el jueves y ayer había sufrido algunas modificaciones leves, en base a los aportes que algunos diputados realizaron en estos días. El proyecto resultante es un paso “necesario, gradual, progresivo, hacia los derechos de las mujeres”. Un rato antes, al abrir la reunión porque se había alcanzado el quorum, Lipovetzky informó que el plenario había recibido, entre otras firmas a favor de la legalización, las de integrantes de la Asociación de Personal Legislativo. Luego, la diputada Carmen Polledo, presidenta de la comisión de Salud, añadió que había recibido también firmas de quienes se oponen, en referencia a un acto que, poco después del mediodía, había tenido lugar dentro mismo del Anexo de Diputados, con equipo de sonido y cánticos propios de misa en el hall de entrada (donde, luego, brindaba una entrevista pañuelo celeste al cuello la ex modelo Gisela Barreto).

Aunque a la hora de comenzar el plenario ese encuentro en el hall ya había terminado la batahola, el ruido siguió durante las dos horas siguientes, ya en la sala de la reunión, donde Lipovetzky interrumpió casi todas las intervenciones para reclamar silencio a las y los asesores, y a “los diputados que no están sentados”. El clima, en la sala, más que tenso, oscilaba entre la celebración y la intensidad de una expectativa que, por lo bajo, alentaba poroteo sobre la firma de los dictámenes, con números que variaban de minuto en minuto. Pasaban los minutos y, por primera vez desde que comenzó el trámite legislativo de la legalización, el sector en el que agruparon los representantes antiderechos, se poblaba cada vez, mientras que el otro sector, donde brillaban distintos tonos de verde, tenía la dinámica de un hormiguero en el que todas y todos sonreían. “Once minas”, había dicho un rato antes, mientras ingresaba en la sala conversando con un par, una de las diputadas que se contaba entre esas once: las que habían estado hasta altísimas horas de la noche trabajando en el nuevo texto. Muchas de ellas, más que cansancio, cargaban con los útiles que las habían acompañado en ese trajín: una edición del Código Civil, una de la Constitución Nacional, listas con todos los integrantes de la Cámara (en la que habían ido pintando con resaltador verde quiénes apoyarían el dictamen).

Cuando Austin terminó de detallar los ajustes del proyecto, nuevamente hubo aplausos. Luego, la riojana Karina Molina anunció que leería un “sólo y único proyecto de rechazo” a un proyecto que “muchos consideran que no debió formar parte de la agenda”. El texto refirió “abortos clandestinos en condiciones primitivas” (sic), leyó con dificultad la diputada. “El debate que se nos propone debe darse en un clima de apertura y respeto, fundado en postulados serios y no en odio que se esconden tras datos falsos y argumentos sensibles” pero que “no son más que excusas” que pretenden “manipular la sociedad”, como, dijo, las “supuestas muertes de mujeres en abortos clandestinos”. El rechazo a la legalización, según continuó, se basó en que “la única solución propuesta es terminar con las personas por nacer” y que “la única solución que propone para las desigualdades e injusticias que describen (quienes lo impulsan) es el aborto”.

En la lectura le siguió el diputado Lucas Incicco, quien invocó como argumentos del rechazo las cifras que, en audiencias informativas, había dado en su exposición el jefe de Obstetricia del Hospital Austral, Ernesto Beruti. Eso estuvo en consonancia con el fragmento que continuó, a cargo de Gisela Scaglia, a quien le tocó invocar un “estudio” del Centro de Bioética, Persona y Familia (comandado por referentes de la UCA).

El entusiasmo entre quienes respaldan la legalización era notable, también, en el clima de camaradería transversal que imperaba entre integrantes de distintos bloques. Durante la audiencia, de hecho, Daniel Filmus pidió la palabra y sorprendió a Lipovetzky, al decir que él antes había felicitado a los presidentes de las comisiones por cómo habían desarrollado la tarea estos meses, y agregar: “yo quería felicitarlo a usted y pedir un aplauso. No es común que un diputado del Partido Justicialista pida un aplauso para uno de Cambiemos. Disfrutémoslo. Ha sido un debate transversal”. El aplauso fue concedido por impulsores y opositores a la legalización. Luego, Filmus añadió que en el recinto no se debatirá si se aprobará o no la interrupción voluntaria del embarazo. “Lo que vamos a discutir es cuándo”.

La lectura del proyecto de rechazo continuó en las voces de Rosa Muñoz y Estela Regidor (refirió que el embrión está “dotado de una teología propia”), tras lo cual Vanesa Massetani habló a los indecisos (“no me siento con derecho de decidir en nombre de la vida ajena (…) estamos legislando sobre la vida ajena, la de la persona por nacer”) y fue efusivamente saludada por Marcela Campagnoli, quien –al igual que Cornelia Schmidt– había llegado a la sala, antes del plenario, cargando copias de ese proyecto de rechazo pulcramente atadas con cintitas celestes y blancas.

Mientras los minutos pasaban, quizá en un intento de los representantes antiderechos (una de las cuales volvió a protestar amargamente porque se los refieran así) por reunir más firmas para su dictamen, se ampliaba levemente la lista de oradores. Cecilia Moreau, quien comenzó señalando que “las chicas jóvenes, que en estos días están con sus pañuelos (verdes) en sus mochilas, tal vez sin darse cuenta, nos dieron un ejemplo de ampliación de la cultura democrática”. Luego, advirtió: “No protegemos el negocio de clandestinidades. No obligamos a ninguna mujer a abortar. No estamos planteando un 2×1. No nos subestimen por ser mujeres. Respeto a mis compañeras que están hoy toman otra decisión pero de ninguna manera voy a permitir que se nos trate de asesinas, porque todos estamos a favor de la vida”. Luego, historió el camino del proyecto, que enlazó con la historia de los derechos civiles en Argentina. Recordó que habían expuesto ministros de Salud de gobiernos de distinto signo político, y añadió: “a la Argentina le costó mucho terminar con los prejuicios que vienen desde la Edad Media. A Alfonsín le costó mucho la ley de divorcio vincular la patria potestad compartida. A Juan Domingo Perón le costó mucho incorporar el voto femenino, pero creía en el derecho de las mujeres a votar. A Cristina Fernández de Kirchner le costó mucho la ley de matrimonio igualitario, y también hubo transversalidad de partidos políticos. Pero la militaron, se agruparon y ampliamos derechos. Porte los derechos humanos no se plebiscitan y vamos por más derechos humanos”. En una línea similar se expresó, poco después, Carolina Moisés, luego de comentar que la advertencia de Brugge sobre pedir nulidad del tratamiento del proyecto es “una chicana” que “evidencia que todos los argumentos expresados por el rechazo están absolutamente agotados”. Los mismos detractores del proyecto, añadió, “son los mismos factores y las mismas formaciones religiosas, ideológicas y dogmáticas que no permiten que en nuestras escuelas se de educación sexual y que en nuestros hospitales se entreguen métodos anticonceptivos”. Unos minutos antes, Horacio Goicoechea había asegurado que la legalización del aborto “subvierte el orden biológico, el orden biomédico, el orden jurídico. Subvierte el orden histórico de la Nación”.

Fuente: Página 12

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *