El cambio educativo: del discurso a las realidades

En el discurso oficial siempre que se habla de esto se hace referencia en primer lugar a “lo mal que estamos” y se responsabiliza de ello a la demonizada figura del docente. Nada se dice acerca de las paupérrimas condiciones de trabajo; de la gravísima situación de infraestructura y recursos que atraviesan las instituciones educativas; de las situaciones cotidianas de vulnerabilidad social que atiende la escuela y la falta de respuesta de los organismos estatales; etc.

Se habla de tecnología, de formación de los docentes e incluso en este último punto se atribuye la acción de “jerarquizar” la formación al hecho de concurrir a una universidad, tal es el caso del proyecto UniCABA que presentara por los medios en noviembre de 2017 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y que opera como punta de lanza para todo el país. También se dice mucho sobre el resultado de pruebas estandarizadas de evaluación de aprendizajes, aunque se transmiten informaciones erróneas al respecto. Todo para afirmar que “estamos muy mal en educación”.

Al tiempo que se reducen y sub ejecutan los presupuestos educativos, se cuestiona al sistema que se sostiene como puede y a fuerza de grandes voluntades individuales. Los pocos colectivos que logran conformarse y perpetuarse para resguardar la educación son atacados por denunciar la situación de precarización que atraviesa hoy el sistema educativo. Se les asignan “intereses políticos” (confundiéndolos siempre con partidarios y atribuyéndole a la política una connotación negativa propia de épocas a donde “hacer política” era mal visto) atacándose a quienes intentan mantener lo que fue de un gran sistema.

No se trata de nostalgias por otras épocas: el contexto es otro y la educación siempre necesita adaptarse a él cambiando su perfil tradicional. Sin embargo, la contradicción discursiva se produce cuando esas formas resultan solamente una cáscara vacía o meras declaraciones para hacer marketing. Mientras que se habla de lo fundamental del uso de las tecnologías en la escuela, las instituciones no tienen acceso a Internet porque el Estado no lo provee o porque si lo hace, el ancho de banda que brinda es imposible de utilizar en términos educativos (y ni siquiera administrativos).

En este doble juego de detentar un discurso moderno sobre la educación mientras no se atiende ni soluciona lo más elemental de ella, caen en la bolsa prácticas que han permitido sostener “a pesar de…” lo poco que queda. Tal es el caso de la enseñanza de la Matemática, que ha sido fuertemente cuestionada en los últimos días por el Ministro de Educación de la Nación Alejandro Finocchiaro como por la Ministra de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña. Uno de los países que ha sido referente y pionero en este campo ha sido sin dudas las Argentina, quien cuenta con especialistas de renombre internacional que han sido los responsables de diseñar políticas curriculares y de formación de maestros y profesores. Ni siquiera los resultados de las pruebas de aprendizaje, tomadas desde enfoques que pueden resultar sumamente cuestionables, dan cuenta del panorama “crítico” que se intenta vender. ¿Por qué pareciera resultarles necesario hacer esto? Sencillamente, porque ese “marketing” de la mala calidad educativa y de la responsabilización del docente rinde a la hora de instalar el discurso de la “refundación”. Esa idea de que todo lo anterior fue tremendamente lamentable y que requiere ser arrasado para reconstruir desde cero.

Sin embargo, en el campo educativo arrasar con todo sólo puede tener consecuencias que se pagarán por muchos años. Cuando en Argentina logremos entender que los cambios y las mejoras se logran con acuerdos y consensos de todos los sectores y con la posibilidad de construir sobre lo que existe sin implicar destrucción de lo hecho, será el momento en que comencemos a percibir que la educación realmente se pone en movimiento. Superando mezquindades; respetando diferencias; escuchando opiniones y debatiendo; trascendiendo “grietas” que parecen insalvables. Hay potencial, hay voluntad y hay perfiles profesionales para hacerlo. Pero para eso se requiere de políticos y funcionarios que estén a la altura. ¿Los tenemos?

Débora Kosak, Licenciada y Profesora en Ciencias de la Educación. Rectora de la Escuela Normal Superior Nro. 1 de CABA. Docente en profesorados y capacitadora, especializada en temas de educación y tecnología

Autora del blog «Pensar la Escuela» http://pensarlaescuela.com/

Fuente: Diagonles

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