El adiós a un adelantado del proyecto nacional

El pasado 4 de marzo dejó de existir el ingeniero y economista Daniel Carbonetto. Era fanático del tango, entusiasta pintor al óleo y amante del fútbol como jugador y como espectador. Fue hincha fanático de Racing, pasión que logró heredar a sus hijos al igual que su militancia junto al movimiento obrero.

A pesar de su bajo perfil muchos economistas lo recuerdan como el principal ideólogo del modelo de producción e inclusión social que caracterizó la última década.

Él, sin embargo, hace pocos meses aseguró que «no se trata de un modelo. Se trata de un nuevo proyecto social. Es un cambio estructural sin precedentes, similar al que hicieron Perón y Evita.»

Carbonetto, además de haber sido militante peronista durante toda su vida, (ya en su adolescencia había presidido el centro de estudiantes de la escuela industrial Nº 1 de La Plata), fue un dirigente consustanciado en políticas de desarrollo y un convencido de que la variable fundamental de la economía era la demanda del mercado interno y, por lo tanto, los ingresos de los trabajadores.

Formaba parte de aquellos economistas que consideran que la economía no puede ser analizada con independencia de la política.

En su exilio en Lima, Perú, colaboró con el primer gobierno de Alan García de cuyo Consejo de Ministros fue parte y a quien asesoró en la elaboración de un plan concentrado en la redistribución de los derechos de exportación entre los diferentes sectores de la economía nacional a través de una suerte de subsidios cruzados vía aranceles. La antesala de lo que luego se aplicaría en la Argentina con las retenciones al campo.

A esos años corresponde una anécdota que gustaba recordar a sus asesores en el Centro de Estudios Socioeconómicos y Sindicales (CESS) cuya dirección mantuvo hasta el día de su muerte. Allí, según recuerdan sus hijos (también miembros del CESS), relataba como, siendo parte del gobierno de Alan García le tocó re negociar la deuda externa de ese país con el entonces titular del FMI Michael Camdessus: «Era un fumador empedernido, cuando ingresó al despacho del titular del FMI recorrió con su mirada el amplio escritorio que lo separaba del funcionario buscando un cenicero. ‘Acá no se fuma’, le advirtió con presunta autoridad Camdessus. Sin mediar explicación alguna, Carbonetto vació su paquete de cigarrillos sobre el escritorio, encendió uno y utilizó la cajetilla como cenicero improvisado y dio, él mismo, comienzos a la reunión. ‘No vamos a aceptar que el pago de la deuda comprometa el crecimiento del país’. Allí propuso un esquema de pago cuyas cuotas serían un porcentaje menor del superávit comercial, anteponiendo el desarrollo del país y el crecimiento del país. Si se crece se paga, sino no».

Una lógica y una impronta personal similar a la que, años después, recurriría Néstor Kirchner para renegociar la deuda argentina en default canjeándola, entre otros instrumentos, por bonos atados al PBI.

Su convicción sobre la necesidad de una fuerte distribución de la riqueza no respondía a una mera sensibilidad social, era un convencido de que esa política tenía, además, una fuerte raigambre en la lógica macroeconómica.

Ya en la década del noventa fue asesor económico del MTA de Moyano (de dónde nacería el CESS) que había encabezado las movilizaciones contra el gobierno de Menem primero y De la Rúa después. Es que su concepción de la economía no estaba centrada en recetas mágicas.

Era un convencido de que la economía, en última instancia, era el resultado de la «correlación de fuerzas entre los sectores» por eso apostaba a la movilización social y, años después, destacaría la recuperación de las paritarias como un aspecto clave del modelo kirchnerista como el mecanismo necesario para redistribuir riqueza a través de la puja distributiva.

En los años noventa llegó a ser diputado nacional por el Polo Social encabezado por el padre Farinello.

En una entrevista realizada para la revista abl por el periodista Hernán Brienza a mediados del año 2001, Carbonetto dejó inmortalizadas sus concepciones sobre el destino del neoliberalismo imperante en el gobierno de la Alianza y el camino para evitar una catástrofe (o salir de ella). «Creen que para detener la recesión deben primero lograr el equilibrio fiscal. (…) Es un graso error. La inversión productiva no depende de la tasa de interés sino de un mercado interno que proporcione una buena rentabilidad. Confundir eso es letal. Porque pueden llegar sólo capitales financieros espoeculativo y ser usados por por los sectores más altos para el consumo de articulos importados. El balance comercial externo sería negativo, generaría más endeudamiento y más necesidad de ajustes.» Ese espiral concluyó, efectivamente, en el corralito y el estallido de la Convertibilidad. Carbonetto hbaía planteado entonces: «Es absolutamente imprescindible que se reactive la demanda. Hay que redistribuir los ingresos. Y el pasaje debe ser desde las inversiones financieras al bolsillo de los consumidores más pobres. Esto reactivaría la economía. Tendría que ser acompañado de aranceles a la importación. El objetivo es asegurar un cambio en el tipo de cambio real. Se puede lograr devaluando nominalmente o con un cambio en la estructura arancelaria, es decir una devaluación comercial a favor de la producción», se adelantó.

La idea de una devaluación competitiva acompañada por una política de aranceles diferenciales y dirigidos a los sectores con alta rentabilidad era el modelo que imaginaba Daniel Carbonetto para los países atrasados de América Latina con el objetivo de «transformar una economía agraria en una economía productiva, una sociedad oligárquica en una sociedad democrática».

Por ese motivo, siempre con perfil bajo, Carbonetto recorrió los pasillos de la rosada en los años inmediatos posteriores a la salida de la Convertibilidad hasta la propia asunción de Néstor Kirchner asesorando sobre los mecanismos más adecuados para que la renta diferencial del campo obtenida a través de la brutal devaluación del peso de 2002, sirviera para desarrollar el mercado interno y la producción. Así nacieron las retenciones.

En otra entrevista realizada meses antes de la elecciones de 2003 Carbonetto señaló «ojalá Duhalde sea el hombre de la transición y el próximo presidente el líder del gran cambio. Pero el país aún está dividido entre un viejo orden, que durante diez años destruyó el capitalismo y, enfrente, un nuevo orden que busca un neokeynesianismo con un enfoque como el que tenía Roosevelt en Estados Unidos en la década del treinta.»

Once años después, en la última entrevista que dio a un medio gráfico, en septiembre de 2014, casualmente al suplemento Economía y Trabajo que edita este diario los días martes, manifestó que «la de los últimos diez años es la mejor gestión política y económica desde Perón». Sus hijos, Sebastián y Sergio, aseguran que su gran preocupación en los últimos meses pasaba por «la imposibilidad de que Cristina tuviera un nuevo mandato».

Aquella entrevista en la revista abl de 2001 concluyó con una frase que también lo marcó como un adelantado: en medio de la peor crisis de la historia argentina, Daniel dijo: «Soy un optimista, hay un renacer de la conciencia nacional.»

Fuente: Tiempo Argentino

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