Irracional, nadie en Cambiemos entendió la metáfora del flan

La analogía del flan que patentó el humorista Alfredo Casero y de la que habló todo el país, desnudó la cruel realidad que domina la circulación de significantes en una sociedad que se mueve, antes que por la razón, por pasiones políticas irreconciliables. Una especie de reformulación del criterio de verdad que la filosofía explicó alguna vez como asumir por cierto, todo aquello que surja de una voz “con autoridad” para ilustrarnos en determinada materia. Asumiendo como verdadero todo aquello que se enuncia, antes que por la comprobación, según quien sea el que lo dice.

La visión de la palabra “autoridad”, sin embargo, es engañosa. Construida artificial y antojadizamente por pasiones fervientemente enemistadas en términos de las preferencias –o antipatías- políticas. Un concepto por cierto absurdo, según el cual no importan las evidencias sobre lo dicho, ni la comprobación racional de su certeza. Alcanza sólo con la arbitraria calificación de “autoridad” de quien lo dice, para aceptarlo sin más. Así, “si lo dice Casero”, que está de nuestro lado, se transforma en nuestra bandera. Punto. Sin necesidad de detenernos a comprender la substancia de la enunciación, porque a eso lo reemplaza la “autoridad” del enunciador, o el lugar que ocupa en el universo de las figuras que nos representan.

En ese grosero error cayó el Gobierno, incluso el mismísimo Presidente Macri, en la celebración de una frase pronunciada histriónicamente por un popular actor, devenido ahora en contaminado analista político de la realidad, frente a una cámara de televisión.¿Se preguntó Macri que había querido decir Casero? No. Porque no importa la confrontación racional de sus dichos, ni hace falta entender el concepto. Sino no se explica por qué, entonces, celebró la ocurrencia del otrora capocómico con una imagen posteadas en sus redes sociales en la que se muestra “comiendo flan”.

El más elemental razonamiento lógico de los dichos de Casero, lo hubiesen hecho desistir de fotografiarse, jactancioso, de que él puede comer flan, frente a la gran mayoría de ciudadanos a la que se le niega un postre que por cierto no está entre los más cotizados platos dulces. Más bien, un simple repaso por las costumbres culinarias argentinas, ubican al flan entre los postres más populares.

El “error” de Casero en su ocurrencia, evidencia, además, un claro desapego por parte el actor sobre la realidad económica del país. Los trabajadores no piden ‘flan’, justamente porque el postre, se sabe, es un plato del que se puede prescindir. Lo que se reclama es el plato principal. Lo que falta, aquello por lo que se reclama, es la substancia de la alimentación, no lo superficial que la complementa.

Lo reconoció ayer el propio Casero, cuando explicó su ocurrencia comparándola con un reclamo de suba salarial por parte de los docentes, en un porcentaje cercano –dijo- “al 21%”, contra una inflación proyectada anual que supera, en los pronósticos más optimistas, 35%. El popular “quiero flan” podría justificarse, en todo caso –de haber ocurrido- en un reclamo superior al 40%, 5 puntos por encima de la inflación. No lo entendió ni el propio Casero, porque, tal vez, no se anima a decir claramente lo que subyace en su enunciado: que el trabajador que reclama tiene que aceptar perder poder adquisitivo por debajo incluso de la “canasta básica” de alimentación, dentro de la cual, justamente, no figura el flan.

En la misma trampa cayó el senador Esteban Bullrich cuando repitió, en pose de actor desde su banca en el Senado Nacional, el caprichoso: “quiero flan, quiero flan, quiero flan”. Peor aún, la actitud de esa tribuna oficialista que acompañó al Presidente en una fotografía formato viaje de egresados, arengando a coro la frase leit motiv de Cambiemos con tono jocoso de broma estudiantil. En el mismo error incurrieron intendentes y legisladores del oficialismo.

Nadie entendió lo que decía, y cometieron el imperdonable error de burlarse de la gente desde los máximos cargos de representación popular, con el agravante de su condición de oficialistas que los obliga, al menos por compromiso, a asumir la responsabilidad que les cabe por la crítica situación económica actual. Se dejaron llevar por una ocurrencia marketinera de un actor que se arrimó a Cambiemos empujado por su indisimulable odio a CFK, y se burlaron de millones de argentinos a los que les enrostraron, con un cinismo injustificable, que deben privarse de un postre económico, el flan, sin respetar que lo que están reclamando, en realidad, es por el plato de fideos

Fuente: Infocielo

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