Carrió ante la elección de su vida: ¿un auxilio o un peligro para Macri?

Elisa Carrió se impondrá con enorme holgura al frente de la lista de Vamos Juntos, la marca porteña de Cambiemos creada para dejar fuera de juego a Martín Lousteau y a la UCR local. Sin embargo, en el entorno de Lilita descreen de la exuberancia de las encuestas, que la colocan a la orilla del 50 %. «Eso es matemáticamente imposible», le dijo a ambito.com un dirigente muy cercano a la chaqueña. ¿Desconfianza en el producto que pagan los propios partidos? ¿Un modo de incrementar el impacto si el escrutinio confirma semejantes números? ¿Incredulidad en un círculo que mordió el polvo con el 1,82% en la presidencial de 2011?

«Desde aquel 1,8, para nosotros todo es un regalo», agregó la fuente, que habla de la diputada con una admiración rayana en la devoción.

Partiendo de esa base, el domingo estaremos hablando de una resurrección política impresionante, más cuando la lista de Vamos Juntos no es precisamente un feudo de PRO en el que Carrió funge de elemento decorativo y aislado. Detrás de ella, como elemento no propio, aparece Carmen Polledo. Pero más atrás, lo que no es de Carrió, al menos le pasa cerca: Fernando Iglesias, un lilito histórico, hoy abrazado con fervor por el propio Mauricio Macri; Juan Manuel López, un asesor clave de la chaqueña; y la incondicional Paula Oliveto.

No por nada el miércoles, en el acto de cierre en el microestadio de Ferro, se escuchó mucho el argumento de que «nos están metiendo lilitos por todos lados». La queja, en tono resignado, provenía de «PRO puros» que si ya se sentían relegados por radicales y CEOs en los cargos en el Ejecutivo y en las listas electorales, ahora también miran de reojo a los cívicos. Incomodidades de los concubinatos.

Ahora bien, ¿cuánto de PRO y cuánto de Carrió habrá en la abundante cosecha del domingo?

En la Casa Rosada no le reconocen nada a la socia y afirman que «capitaliza el ser oposición dentro del Gobierno». Para la cúpula del oficialismo, todo lo que se obtenga será «producto de diez años de trabajo en el Gobierno de la Ciudad».
Pero desde el otro rincón, aseguran que «nosotros sumamos votos, ayudamos a retener el apoyo del porteño que vota con un contenido ético». Razón no les falta y, si se presta atención, el argumento de que la diputada rentabiliza el «estar y el no estar» no es más que otro modo de decir lo mismo.

Pese a sus desafíos, Carrió es un activo extraordinariamente funcional al proyecto macrista, un dique que, en tanto no rompa el proyecto, permite retener voluntades que se espantan con los conflictos de interés y episodios como los del Correo o Avianca. «Todos estamos aprendiendo a ser republicanos», contemporizó ella en el Etchart.

Cerca de la chaqueña ponderan que Macri y Marcos Peña «son muy receptivos», que hay muy buen diálogo y que la sociedad llegó para quedarse. «El que conduce el espacio es el presidente», conceden. Pero no regalan posiciones. «En lo político, Lilita y Mauricio son pares, porque los dos son fundadores de Cambiemos».

Si la comunicación es fluida entre los dos, un poco más abajo en la Casa Rosada la desconfianza existe. «Acá se le tiene miedo, por eso todos, incluido Marcos, la tienen entre algodones. Es la única que podría salir a cuestionar al jefe de Gabinete e inclusive al presidente. Su relación con Mauricio es muy buena, pero no nos olvidamos de que es una mujer que rompe todo lo que construye. Lilita es incontrolable».

La alusión a su propensión a destruir parece un tanto demodé. A fin de cuentas, la misma Carrió que ha embestido con dureza contra Ricardo Lorenzetti, Silvia Majdalani y Daniel Angelici es la que mantuvo un disciplinado silencio durante la campaña. Hoy no parece querer romper nada, pero esos, sus enemigos internos, siguen allí y la ofensiva en algún momento volverá, para colmo, con el añadido de un enorme paquete de votos en la cartera.

Para curarse en salud, el Gobierno se prepara para sumar en diciembre a la Jefatura de Gabinete a un ladero de larga data de Carrió, el diputado Fernando Sánchez. El acuerdo de cúpulas habló de la conveniencia de sumar una mirada política a lo que se cocina en oficinas en las que los CEOs tienden a mirar más planillas de cálculo que realidades sociales. Sin negar la intención de que aquel ayude a evitar los errores no forzados por los que la propia Carrió pidió perdón a la sociedad en Ferro, «la realidad es que queremos tenerla contenida, con la boca cerrada», explicaron en la Rosada. Un dato elocuente es que el nombramiento de Sánchez antecedió largamente a una definición precisa de funciones que, incluso hoy, sigue sin estar clara. Se buscó primero el gesto político; queda todavía por verse cómo se lo introduce en una estructura en la que muchos, recelosos, consideran que el aporte no es técnicamente necesario.

Igualmente, estratégica, Carrió aprovechó su rato de gloria en Ferro para avisar que «acá están los que se me van, los que me abandonan, como Fernandito. Pero a mí no me importa: ya me voy a agarrar con Mario Quintana yo sola». Los hombres y mujeres de PRO creyeron escuchar una queja: Sánchez ya no es mío, me lo quitaron los CEOs. «¡Para nada!», se rió la fuente de confianza de Lilita. «Con Fernando está todo bien. Somos familia».
Lo inmediato pasa por las urnas. Un poco más adelante, esperan los blancos de siempre: Majdalani, Angelici y, sobre todo, Lorenzetti, de quien Carrió no se va a olvidar.

«Lilita es indomable», coinciden a ambos costados del ring. Y lo será mucho más después de resucitar y de sentirse más respaldada que nunca por los votos.

Fuente: ámbito.com

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