Un violador no se cura en la cárcel

El concepto violador se ha vuelto recurrente en la sociedad, que trata de entender en base a diferentes discursos, cómo funciona su mente y cuáles son los mecanismos que lo llevan a abusar de otras personas una o más veces; y especialmente, el abuso a menores o niños con o sin cercanía, aunque la primera de las opciones sea la más probable. Pero la pregunta que subyace a toda conclusión es si el violador puede curarse de esa patología o al menos, sanar parte de su conducta.

Diagonales entrevistó al Dr. Adrián Besuschio, psiquiatra y psicoanalista de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) y le consultó sobre las características de un violador. Besuschio aclaró en primer lugar que es una psicopatología que puede darse en sujetos que tienen además una patología mental sobreagregada, de un cuadro preciso que es un violador serial – una persona que tiene más de dos violaciones en su haber alrededor de su vida-: trastorno borderline de personalidad, psicosis y perversiones.

«Por lo general estos sujetos tienen un potencial hereditario para ser agresivos, pero no es que en sus genes está el gen de la violación, sino que son personas que tienen una variable de agresividad que puede ser congénita o adquirida por experiencias adversas en la infancia y esas experiencias adversas por lo general tienen que ver con el abuso sexual; esto se da entre el año de vida y los cinco años. Los cinco primeros años de vida dejan marcada una psiquis para el resto de la vida», explica el psiquiatra.

Besuschio agrega que, si un chiquito es víctima de abuso sexual o de violación por parte de un adulto o de otro niño más grande va a tener tres vicisitudes en su vida adulta: ser un violador, ser una persona que no se va a saber cuidar y puede que sea violada y tener una parálisis absoluta en la sexualidad, personas que no ejercen su sexualidad. «Esto se da por un mecanismo mental que trabajó Freud que es la compulsión a la repetición, la necesidad de repetir un hecho traumático en la adultez que en la infancia a veces no se recuerda».

«Repite algo que en su mente quedó como una cicatriz que sigue sangrando. Y eso también puede ser la transformación de lo contrario, entonces la persona lo repite, pero lo transforma en lo contrario. De haber sido violado, pasa a ser un violador; o una vuelta contra sí mismo. Por lo general las personas repiten el hecho de volver a ser violadas cuando lo fueron en la infancia. Una persona que en la infancia fue víctima de abuso sexual o de un hecho traumático en la primera infancia es muy difícil que salga indemne, algún síntoma muy probablemente tenga», relata Besuschio en relación a las secuelas de un abuso.

Pero aquí una pregunta de fondo también: ¿Puede curarse un violador de su patología? «Verdaderamente no», responde el especialista y completa explicando que un tratamiento efectivo sería un tratamiento psicoanalítico, pero que los parámetros de un tratamiento psicoanalítico es difícil que se vean en la población carcelaria y que además en la población carcelaria muchas veces la persona se adapta al medio y después cuando sale termina haciendo cosas para volver porque se siente más acompañado en la prisión que afuera.

«Porque la persona que sale por lo general siente afuera abandono, la pérdida. Un violador actúa por lo general cuando tiene varias pérdidas que se van acumulando o una gran pérdida, por lo general tiene que ver con el trabajo o con la sexualidad, la pareja. Ahí, es donde un violador actúa, cuando pierde el vínculo con una mujer o el vínculo con un trabajo. Si se siente abandonado actúa para no sentirse tan abandonado. Por lo general se acerca a una mujer con lo cual repite lo que él vivió y después que la mate o no, depende de otros factores».

En referencia a las aserciones ya mencionadas, Besuschio aclara que es muy frecuente que un violador serial tenga un contacto previo con la víctima y que en cada nueva violación generalmente mejora su técnica porque la experiencia hace que vaya mejorando la manera de hacerlo y de no ser descubierto.  Asimismo, apunta que puede tener una conciencia del problema, pero que después puede tener un impulso irrefrenable e imposible de controlar que lo haga repetir el acto.

«Él puede jurar, perjurar, prometer, le puede hacer creer a las personas que lo escuchan que no lo va a hacer más, pero ni él ni nadie puede estar seguro que esto no va a volver como una oleada del pasado frente a una circunstancia de pérdida y abandono, y el va a actuar. Viene de una patología de la infancia de la cual no tiene una conciencia clara de lo que fuesi alguien se da cuenta y une un hecho con el otro puede evolucionar y curarse. Por eso son importantes algunos marcadores de personalidad y no, si la persona dice o no que está arrepentida».

Finalmente el Dr. Besuschio deja en claro que no hay que pensar que es una cuestión química, genética o biológica, sino que el gran porcentaje de los casos tiene una patología social y viene de la infancia. Y que todo lo que es experiencias adversas y traumas infantiles en las situaciones de menor favorecimiento económico y social son más frecuentes: «Entonces va a haber más frecuencia de esa patología en esa franja de la sociedad, pero porque es un problema social y que viene de entrada«, concluye.

Fuente: Diagonales

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