Quebrar la polarización y no perderse en la ancha avenida del medio

“Por arriba”, respondió el diputado por el Frente Renovador (FR). Segundos antes admitía que, en el universo massista, ven una encerrona con fuerte impulso mediático que tiene de un lado al macrismo y del otro al kirchnerismo, con el objetivo de generar un escenario de polarización electoral. Una encerrona que, hay que decirlo, el propio Sergio Massa eligió para construir su camino hacia la Presidencia. ¿Cómo se sale de ahí? “Por arriba”, insistió el legislador. ¿Qué sería por arriba? “Explicando que son las dos caras de una misma moneda”. ¿Qué moneda? “La moneda –cerró- es la patria contratista”.

El plan que empieza a cobrar fuerza en las filas de Massa para contrarrestar lo que interpretan casi como una conspiración es poner su aparato comunicacional a agitar públicamente los vínculos del presidente Mauricio Macri y sus funcionarios con hechos de corrupción. Ya sea Avianca, el Correo Argentino o el Soterramiento del ferrocarril Sarmiento, obra adjudicada a una UTE que integran la brasileña Odebrecht, el gigante de la megacausa de sobornos conocida como Lava Jato, y la argentina Iecsa, la firma de Ángelo Calcaterra, el primo del jefe de Estado.

Esta estrategia significaría asomarse al discurso que hoy tiene monopolizado el kirchnerismo. Y cualquier arrime a ese sector que, se sigue referenciando en la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, genera urticaria en Massa. Otro legislador del FR, que sigue de cerca el armado bonaerense del massismo, cree que ese riesgo es menor. “Para despegarnos de Cristina –explicó- la tenemos a Margarita”. Para muchos de los hombres que rodean y aconsejan al ex intendente de Tigre, Stolbizer es la herramienta para pixelar el pasado del ex jefe de Gabinete de CFK.

“El Presidente profundizó la polarización con el kirchnerismo”, dijo Felipe Solá horas después del discurso de Macri en la Asamblea Legislativa. “Se eligen como adversarios políticos” abundó. Sin embargo, para el diputado del FR, “esta necesidad de abrir permanentemente la brecha cansa y le da más oportunidad al Frente Renovador de mostrarse como algo distinto”.

Un compañero de bancada de Solá, que eligió el anonimato hasta que el debate puertas adentro del massismo empiece a tomar forma, coincide en la lectura del escenario que blanqueó el ex gobernador bonaerense. Pero le agrega otro enfoque: a lo electoral, le suma lo judicial. “Son los mismos negocios que con el kirchnerismo. ¿Quién era el socio de Cristóbal (López) con el juego en la Ciudad? El PRO. En la obra pública, que es el otro gran negocio, Calcaterra es socio de Lázaro (Báez). Franco Macri habla con (Julio) De Vido. Se tienen que proteger entre ellos, porque durante años atendieron en el mismo mostrador”.

Son muchas las voces que desfilan todas las semanas por el búnker massista de Tigre que creen que es hora de salir a desmarcarse con más fuerza de la figura de Macri. Una de esas, de diálogo diario con Massa, entiende que “el macrismo sale todos los días a asustar con Cristina para no debatir los problemas que nosotros estamos planteando: cierran miles de empresas, hay suspensiones por todos lados, hay escándalo de corrupción como Avianca o el Correo, (el denunciado titular de la AFI, Gustavo) Arribas y ellos siguen tirando contra Cristina para no hablar de la economía”.

Sin embargo, la fuente consultada entiende que éste es un error estratégico de los cerebros que aconsejan a Macri. Creen que los votos de Cristina ya están consolidados y que, si no reconducen las riendas de la economía, les explotará una bomba en la mano. “Siguen hablando de que apareció otro bolso, otra propiedad, que declaran los hijos de Báez. Hagan lo que hagan, esos votos de Cristina ya no los mueven”, explicó. Y siguió: “Esa escenografía se les está agotando, porque los problemas de la gente, como la inflación, las tarifas o los docentes, no los están solucionando”.

En el massismo también reconocen, con cierta pena, que tanto Clarín como La Nación, a través de sus páginas y sus pantallas -y, sobre todo, por intermedio de sus editorialistas-, atizan el cuadro bipolar de cara a las primarias de agosto y las legislativas de octubre. Pero al menos uno de los que ocupan banca en el Congreso nacional no se intimida por eso. “Vamos a ver si la gente sostiene la polarización en una elección legislativa –desafió-. El ajuste les pegó en las encuestas y lo están sintiendo”. “Nosotros queremos ir despacio. La elección recién empieza. No hay que desesperarse”, pidió.

LA PARADOJA DEL CAMBIO

Por Juan Rezzano
Nada peor para un cambio que lo acusen de continuidad.
La alianza Cambiemos –con el PRO como marca principal y sus gurúes comunicacionales como arquitectos del relato- llegó al poder inoculando en un sector del electorado, a través una propaganda profusa propalada por las poderosas plataformas multimediales de Clarín y La Nación, la necesidad del cambio. O, mejor dicho, avivando una llama que ya estaba prendida en esa porción de la audiencia, que terminaría revelándose mayoritaria. Y el combustible más eficiente de ese motor fue, sin lugar a dudas, la certeza a la que llegó ese universo de votantes: los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner habían sido los más corruptos de la historia. Por lejos. Sólo hay que recordar las sobremesas del año 2015, donde se replicaba por millones la fundamentación del voto a Macri: hay que sacar a estos chorros.
A 15 meses de echarse a andar el nuevo gobierno, la tierra prometida por el profeta Mauricio empieza a parecerse más un páramo. Y el libreto escrito por Jaime Durán Barba se enfrenta a una paradoja insoportable: el cambio de Cambiemos luce más como continuidad porque el muñeco macrista empieza a mostrar demasiados rasgos comunes con el monstruo kirchnerista que acaso –hay en la alianza gobernante quienes piensan esto- la propaganda PRO engordó demasiado.
¿Macri es tan corrupto como el propio Macri dice que eran los Kirchner?
Incomprobable. El corrupcionómetro es, a juicio del que firma estas líneas, el aparato más popular y a la vez más inútil fabricado por la política nacional. Pero de algo no parecen quedar dudas. Como informa Nicolás Fiorentino en la nota central, el massismo, temeroso de languidecer en su propuesta tercerposicionista, buscará reforzar su perfil opositor asociando al oficialismo con la corrupción. Quiere pegar ahí porque sabe que, en virtud de la construcción simbólica duranbarbeana, es el costado donde más le duelen los golpes al Gobierno. Y porque sabe, también, que el estigma de la corrupción le embarra a Cambiemos la cancha en la que quiere volver a jugar para postergar el destete y seguir chupando, al menos por una campaña más, de las ubres del cambio.
Pero hay una razón más primaria y reveladora: antes que nada, el massismo planea asociar a Macri con la corrupción porque puede.
A estas alturas, con más de medio centenar de imputaciones penales sobre los hombros de funcionarios del nuevo gobierno –cinco de ellas, iniciadas contra el mismísimo líder de la revolución ética que iba a sanar la República-; con los escándalos del Correo (intento de condonar una deuda multimillonaria que mantiene la familia presidencial con el Estado), de la aerolínea Avianca (concesión de rutas aéreas a una firma vinculada también con el clan) y de las transferencias bancarias recibidas por el jefe de los espías, Gustavo Arribas, de actores centrales de la mega investigación brasileña Lava Jato, entre otros, asociar a Macri con la corrupción es verosímil. Tiene lógica. Tiene sustento.
Lisandro Sabanés, el columnista de Letra P en temas internacionales, apunta esta paradoja cuando analiza el giro a la derecha que se consolida en América Latina: los conservadores están ganando en nombre del cambio -el cambio conservador como oxímoron de moda. Es, acaso, la versión sudamericana neoliberal pro-mercado del fantasma marxista que recorría la Europa del siglo XIX.
En Argentina, la sentencia la darán los jueces. Pero, seguramente mucho antes, en octubre próximo, las urnas adelantarán un fallo de primera instancia.
Fuente: Letra P

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