¿Puede el FMI volver a prestarle al país?
En un mundo en fuerte disputa por el acceso a los recursos naturales, la Argentina de Milei puede ser una oportunidad para Estados Unidos.
Más allá de su espíritu inicial luego de la segunda guerra y de los tratados de Bretton Woods, el FMI se ha transformado en un organismo con dos propósitos; por un lado, servir como una herramienta a los intereses geopolíticos norteamericanos –nación que define sus políticas–; por otro, representar y sostener los intereses del capital financiero.
Sus actuaciones históricas respecto a la Argentina fueron ambiguas. Los dos casos más recientes: durante el gobierno de La Alianza, luego de haber tomado al país como alumno predilecto durante casi diez años, negó el acceso a una refinanciación provocando la caída del gobierno de De La Rúa. Más de veinte años después, y quebrando sus propios estatutos, otorgó el mayor préstamo en la historia al gobierno de Mauricio Macri solo algunos meses antes que éste último declarase un default. Esta situación pendular entre los intereses del capital financiero y los intereses geopolíticos norteamericanos, que no siempre concuerdan, imprime dudas a la hora de establecer análisis y previsiones.
Otro de los factores que ayudan a la confusión general es el Riesgo País. El índice mide el riesgo que tienen países periféricos a la hora de afrontar el pago de su deuda. Esto genera el imaginario de un problema “técnico”, un dato objetivo, cuando lo que verdaderamente se mide es el “esfuerzo” que una nación está dispuesta a hacer para afrontar sus pasivos. La diferencia es sutil pero sustancial, en un caso se trataría de una cuestión natural, mientras que en el otro, de una cuestión “política”, donde participan actores sociales definidos: legisladores, jueces, medios de comunicación y grandes empresarios y el poder que tienen de convencer al pueblo de sacrificar recursos naturales y derechos sociales para llevar a cabo estas políticas.
Financiamiento externo
El tercer factor de análisis depende de los anteriores y tiene que ver con la financiación. El dólar barato lleva a la Argentina a una situación deficitaria, sumado a un “riesgo país” alto, torna difícil cualquier financiamiento desde el sector privado. Esto deja como opción la recurrencia a un FMI que, hasta hace unos meses parecía intransigente y exigía una devaluación a los efectos de garantizar la entrada de dólares, trayendo el recuerdo de la crisis de 2001 y el posterior colapso del gobierno de La Alianza.
Sin embargo, es necesario tomar en cuenta la distancia actual respecto de aquel escenario en donde existía un mundo unipolar resultado de la caída del muro y el consenso de Washington. Contrariamente, el escenario actual se encuentra atravesado por una disputa geopolítica que incluye una Europa sin recursos naturales y con un futuro más que incierto.
Frente a esto, está la emergencia de los BRICS que, ampliado, reúne más del 50 por ciento de la producción de petróleo, la mayor parte de los recursos energéticos a nivel global, cuyo poder adquisitivo ya supera al G7 y, principalmente, comienza a ser una amenaza real al patrón dólar. A esto se suma una América Latina dividida en donde las dos principales potencias mantienen políticas autónomas respecto a la posición geopolítica norteamericana.
En este sentido, una nación como la Argentina, con infinidad de recursos energéticos y alimenticios, uno de los mayores acuíferos del planeta y, principalmente, un gobierno dispuesto a entregarlos al mejor postor, cobra un rol protagónico. ¿Puede el bloque occidental darse el lujo de dejarla en manos del “mercado”?
Las leyes de apertura indiscriminada y la disposición por parte del gobierno a la represión que ayuda a menguar la participación social genera que el FMI, así como el mercado internacional, mire con buenos ojos la gestión de Milei y a dejar de lado rispideces anteriores.
Siguiendo el razonamiento, resulta factible pensar que, si lo que hacen falta son dólares, el organismo de crédito posiblemente no dude en quebrar una vez más sus estatutos, siempre y cuando el bloque de poder local se muestre dispuesto a sacrificar los “recursos” necesarios.