Qué hay detrás de las denuncias contra los libros de Identidades Bonaerenses
Periodistas, fundaciones y dirigentes libertarios señalan los textos de la colección distribuida en Provincia de Buenos Aires. Ficción no es pornografía, dicen especialistas.
Una chica de pelo largo y marrón está sentada, aferrada con sus brazos a sus rodillas y con la cabeza baja, sobre una manta violeta tendida en la tierra. La rodean panfletos que reclaman por los femicidios de otras jóvenes y la ilumina una guirnalda de luces colgada en una pared amarilla. A su alrededor, hay latas de cerveza tiradas en el piso. Podría ser una escena de película, pero es una maqueta realizada con cartón, plastilina y frascos por estudiantes de 4to. año de una escuela secundaria del oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se entusiasmaron con la lectura de Cometierra (editado en 2019) en la clase de Literatura.
La novela de Dolores Reyes, distribuida en bibliotecas escolares por el gobierno de la provincia de Buenos Aires en el marco del programa Identidades Bonaerenses, está en el epicentro de las quejas de fundaciones, periodistas y dirigentes libertarios por contener escenas sexuales. Las primas (editado en 2007), de Aurora Venturini y Las aventuras de la China Iron (editado en 2017), de Gabriela Cabezón Cámara, también. La polémica terminó con una denuncia penal por parte de la Fundación Natalio Morelli al ministro educativo, Alberto Sileoni, acusado de “abuso de autoridad y corrupción de menores”.
El programa Identidades Bonaerenses contempla 122 títulos de ficción y no ficción de escritoras y escritores prestigiosos, en su mayoría argentinos o bonaerenses. La colección reúne diversas obras literarias que se identifican con el territorio y la identidad cultural de la provincia de Buenos Aires. Los textos –dirigidos a adolescentes de la secundaria orientada y a adultos– no son de lectura obligatoria, llegan a los establecimientos educativos acompañados de una guía con la síntesis de cada uno y, en algunos casos, con la indicación de que “requieren acompañamiento docente”.
Libros que aportan a la mirada literaria
Melina, la profesora a cargo de la secuencia didáctica de las maquetas, recurrió a Cometierra con ese espíritu: “Me interesaba desarmar la solemnidad de la literatura en clase. El realismo mágico no es solo Pedro Páramo de Rulfo o la obra de García Márquez. Quise acercar una novela en la que había un cronolecto y sociolecto diferentes, variaciones lingüísticas más cercanas a la realidad de mis estudiantes que vienen del Conurbano. Lo primordial era que no les resultara súper tedioso, porque suelen ser reacios frente a lo establecido como canon literario. Y funcionó”, explica.
Pablo Urquiza, subsecretario de Educación de la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense, enfatiza en la confianza que la provincia tiene en sus docentes. “Por eso enviamos estos textos, que en muchos casos son complejos y escarpados, de la mano de guías. Del otro lado, hay un modelo de sociedad que en nombre de la libertad discrimina, insulta, acalla voces con violencia, subestima a los jóvenes. Por ese motivo piensan que no pueden tener la posibilidad de abordar textos donde hay sexo o conflicto”, detalla a Tiempo.
María Eugenia Otero, psicóloga social y coordinadora del Postítulo en Educación Sexual Integral del profesorado Joaquín V. Gonzalez de CABA, coincide con que hay una infantilización de las adolescencias. “Las personas que lanzan esas críticas son las mismas que quieren bajar la edad de imputabilidad. Un adolescente puede ir preso, pero no puede leer una novela donde hay un relato erótico contado con recursos artísticos. Mientras tanto, tienen acceso a cualquier contenido misógino en las redes sociales, donde las personas son mero objetos. Y ahí sin mediación docente”, reflexiona.
“Que el foco de la preocupación de un sector político sean obras literarias que tienen como objetivo promover la lectura, la cultura y el conocimiento es muy indignante”, afirma Guadalupe Soria, que a sus 16 años preside el Centro de Estudiantes de la Escuela N° 11 “Almirante Guillermo Brown” de Adrogué, conurbano sur. Al igual que Otero, señala que su generación vive “un contexto sexual muy difícil en el que el consumo de pornografía en plataformas sin regulación ni restricciones es preocupante”. La joven reclama más ESI. No es la única. El 80% de niñas, niños y adolescentes de entre 12 y 14 años que denunciaron haber sido víctimas de abusos sexuales dijeron que pudieron reconocer esa violencia gracias a una clase de Educación Sexual Integral en sus escuelas, según el Ministerio Público Tutelar porteño.
Por: Solana Camaño