Producción de petróleo: el nudo crucial invisibilizado de la guerra
Las fuerzas militares de Ucrania empiezan a mostrar los síntomas de una inminente implosión
El Ministerio de Defensa ruso anunció esta semana la liberación del tránsito y la libre circulación por carretera y vías de ferrocarril entre el Occidente de Rusia, el vasto territorio del Donbas y la Península de Crimea. Desde esta perspectiva, la batalla por el Donbas ha entrado en su fase final y el gobierno de Ucrania ha quedado encerrado en una situación sin salida. Zelensky reconoció este jueves que la ciudad de Sverodonetsk – mayormente controlada por Rusia— “es el epicentro de los enfrentamientos… donde se está decidiendo el destino de nuestro Donbas” [1]. En los últimos tiempos el gobierno de Ucrania tuvo la posibilidad de evitar que sus tropas fuesen progresivamente encerradas y aniquiladas, reagrupándolas en el Oeste del país e iniciando negociaciones con Rusia para terminar el conflicto. Sin embargo, y a pesar de las crecientes deserciones [2] ,muertes y pérdida de equipo militar, prefirió “luchar hasta el fin” por “cada centímetro del terreno”. Hoy sigue rechazando la posibilidad de negociar y asegura que reconquistará los territorios perdidos. Para ello pide a Estados Unidos y a la OTAN más ayuda militar incluyendo misiles de larga distancia, que pueden alcanzar objetivos dentro del territorio ruso [3]. Rusia ha advertido que, de ocurrir esto último, atacara a los “centros de decisión en Occidente” [4]. Este ultimátum, de consecuencias impredecibles, ha contribuido a intensificar las tensiones dentro de la OTAN: mientras Alemania, Francia, Italia y Turquía mantienen contacto con Putin e intentan reabrir las negociaciones entre Rusia y Ucrania, otros países se empeñan en escalar el conflicto. Esta semana algunos de ellos bloquearon el espacio aéreo de Serbia para impedir el arribo del Canciller ruso en visita oficial al país [5].
La continua degradación de la situación militar del gobierno de Ucrania contradice a una guerra informativa centrada hasta ahora en la inminente derrota rusa. Sin embargo, noticias provenientes de los campos de batalla empiezan a filtrarse en los periódicos más importantes de Occidente y son ahora manipuladas para quitar responsabilidad al gobierno de Biden ante el deterioro de la situación militar en Ucrania. Una nota reciente del New York Times condensa este esfuerzo. Allí, funcionarios de los organismos de inteligencia intentan explicar lo inexplicable: a pesar de años de entrenamiento militar norteamericano al ejército de Ucrania y de miles de millones de dólares de ayuda militar, el gobierno de Biden “no tiene claro cuál es la estrategia de guerra de Ucrania” pues las discusiones con este gobierno “remiten a los objetivos de Rusia y a la posibilidad de lograrlos. No hablamos si Ucrania es capaz de impedirlo… Esto nos coloca ahora ante un posible fracaso por no haber hablado públicamente” sobre la verdadera situación en el frente militar [6].
El boicot impuesto a las exportaciones rusas ha desarticulado las cadenas de abastecimientos de commodities de importancia estratégica, entre ellos los alimentos y el petróleo y sus derivados, dando lugar a una espesa maraña de transacciones secundarias que buscando evadirlas multiplican el costo del transporte y de los precios de los combustibles. La incapacidad de los países productores de petróleo de aumentar su capacidad productiva para satisfacer la nueva demanda europea es un nudo crucial, que no está suficientemente visibilizado ni parece tener solución [7].
Todas estas turbulencias han colocado a los precios de los commodities en el centro de la próxima crisis económica global. Así, a diferencia de otras épocas, la actual crisis del petróleo se da conjuntamente con una crisis en el abastecimiento de gas, electricidad y alimentos en un contexto de creciente agotamiento de recursos no renovables, de crisis climática y de creciente enfrentamiento geopolítico entre potencias nucleares. Es, pues, una crisis que trasciende la guerra en Ucrania y se enraíza en problemas estructurales económicos, políticos y del medio ambiente gestados y madurados a lo largo de décadas de expansión de un capitalismo global monopólico que busca maximizar ganancias en todos los órdenes de la vida social.
Recesión global y crisis política en Estados Unidos.
Se estima que el boicot europeo al abastecimiento de petróleo y gas ruso sumirá a Europa en una recesión antes de fin de año [8]. Esta posibilidad amenaza la estabilidad de la economía y las finanzas norteamericanas. Sin embargo, no es el único peligro “externo” que tiene: se suma a una inflación internacional cuyos orígenes se remontan al impacto sobre las cadenas globales de abastecimiento de la guerra comercial con China y de la posterior pandemia. Hay, además, factores “internos” a la economía norteamericana que amenazan con desencadenar una recesión y una crisis global.
La Reserva Federal no puede aumentar las tasas de interés para combatir a la inflación sin arriesgar una implosión del enorme endeudamiento público y privado, acumulado tras décadas de una política monetaria basada en creciente flexibilidad monetaria a tasas de interés cercanas a cero (quantitative easing QE) desarrollada para capear el impacto de la crisis financiera internacional de 2008. Esta política dio lugar a una brecha creciente entre el crecimiento de la deuda y el de la economía real y a una enorme especulación financiera. La espesa interpenetración de activos financieros y de derivados [9], la gran concentración financiera y la rapidez y complejidad de las operaciones financieras realizadas con algoritmos hacen que el conjunto del sistema financiero internacional sea hoy más vulnerable a un default —cualquiera sea el lugar donde el mismo ocurra—, que en otros momentos de la historia del capitalismo.
Recientemente la Reserva ha decidido restringir la flexibilidad monetaria y aumentar paulatinamente las tasas de interés (quantitative tightening QT) para controlar una inflación que ha dejado de ser “transitoria” y ya afecta a la economía en su conjunto. Sin embargo, los aumentos programados en las tasas de interés parten de un nivel cercano a cero y, aunque son incrementales, no parecen ser suficientes para controlar una inflación que ya crece casi un punto interanual por mes [10]. La Reserva pretende con esta política lograr un “aterrizaje suave” que impida una debacle financiera y una prolongada recesión. Esto convence a pocos: mientras abundan los anuncios de expertos financieros sobre una recesión inminente [11], la volatilidad se instala en el mercado financiero con grandes caídas en el valor de las acciones. Esta situación se agrava diariamente a medida que se exterioriza el impacto que las sanciones a Rusia tienen sobre los precios de los commodities y otras exportaciones rusas de enorme importancia para la economía global. La reciente decisión rusa [12] de suspender la exportación de gases nobles, incluyendo al gas de neón, indispensables para la producción de semiconductores, ha producido un nuevo cimbronazo en los mercados debido a la importancia crucial de los semiconductores en la economía global y en la producción de equipo militar.
El descontrol de la inflación complica al gobierno de Biden y su futuro político. El precio de los combustibles alcanza niveles inéditos y la inflación deteriora el poder adquisitivo del salario. En estas circunstancias, los sectores más vulnerables recurren a más endeudamiento con tarjetas de crédito [13] para llegar a fin de mes, situación que se complica aún más ante la nueva política monetaria de la Reserva Federal. Biden atribuye la inflación a Putin y a su invasión de Ucrania pero las encuestas muestran que porciones crecientes de la población culpan a la ineficiencia de su gobierno por el rápido deterioro de la situación económica [14].
Así, mientras maduran los posibles detonantes de una crisis global, el contexto político interno a los Estados Unidos sigue acumulando tensiones originadas por una crisis de legitimidad institucional que afecta la credibilidad de los tres Poderes del Estado y amenaza con estallar violentamente en las elecciones de noviembre. Su inminencia enciende el enfrentamiento entre Republicanos y Demócratas, siendo ahora el Congreso el escenario de una intensa disputa en torno a la investigación del rol jugado por Donald Trump en los acontecimientos que llevaron a la toma del Capitolio el 6 de enero del 2021, cuando se contaban los votos que llevaron a Biden a la Presidencia.
En junio de 2021 el conjunto de los diputados Demócratas y dos Republicanos neocons, enemigos acérrimos de Trump, formaron un Comité Especial de la Cámara de Representantes con el objetivo de investigar al ex Presidente por su desempeño en los tumultos del Capitolio del 6 de enero de 2021. El objetivo principal del Comité fue impedir la futura postulación de Trump a cargos públicos. Este jueves, los resultados de la investigación empezaron a ventilarse en directo por la televisión. Pretenden demostrar la existencia de una “conspiración criminal” con participación de grupos neonazis supremacistas blancos y organizada por Trump con el objetivo de perpetuarse en el poder.
Esta situación agrava la credibilidad de la dirigencia política, sea esta Republicana o Demócrata, y pone al desnudo una crisis de legitimidad institucional que viene de lejos. La actuación del comité ha sido desafiada judicialmente por los Republicanos como una “violación constitucional de la separación de poderes” y como una transgresión a las regulaciones de funcionamiento de la Cámara de Representantes [15].
Argentina: de la dolarización al desarrollo con inclusión
La brutal suba de los precios de los alimentos y de la energía causan estragos en los países periféricos con balances de pagos deficitarios y deudas en dólares con vencimientos a corto plazo. Amenazados por el default y la crisis alimentaria y energética, también se verán perjudicados por la salida de capitales que ocurrirá al ritmo del aumento de las tasas de interés de la Reserva Federal. Esta situación vuelve a estos países más vulnerables a las presiones de un FMI que tiene por principal objetivo profundizar reformas estructurales que conducen a mayor dolarización y endeudamiento ilimitado.
Las sanciones contra Rusia han acelerado procesos tendientes a la emergencia de un nuevo orden global, financiero y comercial, al margen del dólar y del sistema SWIFT de transferencias financieras, y basado en monedas locales ancladas en commodities, en diversas formas de trueque y hasta en criptomonedas. Tanto la Argentina como otros numerosos países periféricos en situación de default ofrecerán en los meses que vienen la posibilidad de sumar la masa crítica que se necesita para provocar cambios en el nudo gordiano que reproduce la dependencia de estos países. Este nudo se conforma a partir de los conflictos internos a estos países que derivan en enfrentamientos entre diversos sectores sociales por una mayor apropiación del poder político y de la riqueza generada
Los acontecimientos de la última semana han intensificado la embestida contra el gobierno del FdT liderada por los sectores económicos más poderosos y una oposición macrista enfeudada a los mismos. Desde un inicio el gobierno ha incorporado funcionarios que timonean hacia un modelo de acumulación que convierte a los recursos estratégicos del país en commodities apropiados por corporaciones transnacionales. Este modelo subordina el desarrollo del mercado interno al aumento de exportaciones para obtener dólares para los sectores más poderosos y para el pago de la deuda externa. Así este modelo reproduce una matriz productiva basada en la extracción de todo tipo de rentas, y en la reproducción de la dependencia tecnológica y la pobreza estructural. Estos fenómenos conducen a la crónica falta de dólares y, paradójicamente, a la dolarización. En el centro de este campo de batalla esta la destrucción de la moneda nacional y la eliminación del Banco Central como gestor de políticas nacionales.
Esta semana el texto de la renuncia de Matías Kulfas, ex Ministro de Desarrollo Productivo, mostró no solo la flaqueza moral del ex funcionario sino también la impunidad, osadía y premura con la que los sectores más poderosos, sus amigos, entenados y representantes políticos –estén o no en el gobierno— operan en el momento actual para desestabilizar el contexto institucional antes de las elecciones e impedir un cambio de modelo económico. Esto se advierte en el clamor odioso y odiador de la oposición macrista, en las recientes declaraciones de grandes empresarios nucleados en AEA , en los dichos de representantes del establishment: desde el “si me preguntan cómo veo el tercer trimestre, quiero contestar que no veo la semana que viene”[16], al mugido de un Juez de la Corte Suprema para dejar sentado que Sus Señorías impedirán que las necesidades engendren derechos; hasta las filtraciones a la prensa internacional sobre una reestructuración de la deuda en pesos en los primeros días del próximo gobierno macrista. Todo esto ha cristalizado en el inicio de una corrida financiera y cambiaria que ha derrumbado los argumentos del Ministro de Economía y del FMI a favor de la sustitución del rol del Estado Nacional en la financiación del gasto público por la creciente dependencia de grupos financieros supuestamente locales que esta semana pasaron el aviso: esto recién empieza.
En este contexto urge la necesidad de declarar el Estado de Emergencia e implementar un plan de acción de corto plazo que, entre otras cosas, castigue con el rigor de la ley: la formación de precios; la retención de divisas y cosechas; la sobrefacturación de exportaciones y subfacturación de importaciones; el contrabando en todos los puertos del país sancionando severamente a los ilícitos y un control de cambios que ponga punto final a la bicicleta cambiaria y financiera que hoy se ha institucionalizado en el país. A esto debe agregarse una batería de medidas destinadas a provocar un aumento inmediato de los ingresos reales de los sectores vulnerables y la anulación de sus deudas.
Todo esto implica la revisión de un Acuerdo que no solo legitima una deuda odiosa, sino que es insostenible y perpetúa la inflación y la pelea por los dólares entre los sectores dominantes. Mas aun, todo lo anterior remite a dos cuestiones centrales al nudo gordiano que hoy ahorca al país:
- la convocatoria a una Comisión de Expertos que analice la posibilidad inmediata de anclar la moneda nacional a los recursos naturales que el país tiene.
- la movilización de los sectores populares tras una épica que incluya el debate público sobre lo que está ocurriendo y la organización de nuevas formas de control social del desborde inflacionario.
Si se empiezan a tomar algunas de estas medidas el gobierno marcará la cancha y podrá tomar el oxígeno que necesita para llegar a las próximas elecciones.