Para entender la dinámica de la inflación
La ley de oferta y demanda y mercados competitivos no es más que una platónica idealización. Sin la intervención del Estado, la sociedad no tiene forma de defenderse de las arbitrariedades del "mercado" real.
«Las personas de un mismo oficio raramente se reúnen, aunque sea para celebrar o divertirse, sin que la conversación acabe en una conspiración contra el público, o en alguna artimaña, para subir los precios«, Adam Smith, La Riqueza de las Naciones.
En el siglo XXI, el poder económico local se reúne -en AEA como oposición política- para aumentar precios sin considerar costos. Según Adam Smith se trataría de una conspiración. En tal caso, para disciplinar o destituir gobiernos que intenten regular la competencia y el derecho de la sociedad a alimentarse. El mismo Adam Smith se equivocaba al expresar que el egoísmo redundaría a través de la «mano invisible» en beneficio de toda la sociedad.
Joseph Stiglitz en su obra El Precio de la Desigualdad afirma que «El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita». Esto es una opinión distinta sobre el egoísmo. Stiglitz afirma: «Para decirlo lisa y llanamente, hay dos formas de llegar a ser rico: crear riqueza o quitársela a los demás. La primera añade algo a la sociedad. La segunda habitualmente se lo resta, ya que en el proceso de apropiarse de la riqueza, una parte de ella se destruye. Un monopolista que cobra un precio excesivo por su producto le quita el dinero a las personas a las que está cobrando de más, y al mismo tiempo destruye valor. Para conseguir su precio de monopolio, no tiene más remedio que restringir la producción».
Punto de equilibrio
¿Cómo y por qué se restringe la producción? Las cantidades producidas se determinan según el cálculo del «punto de equilibrio», donde el nivel de producción queda ligado al punto de máxima ganancia, aunque mayores niveles de producción dejen beneficios importantes pero normales. Se alcanza así el objetivo del «máximo beneficio» y reducción de oferta, para sostener precios y ganancias extraordinarias -oligopólicas- «atados» al dólar y cuyo destino final será la «fuga».
La inversión quedará limitada, ya que deberá existir siempre capacidad ociosa, para lograr el codiciado máximo beneficio. Se «maximiza» por precio en función del dólar y no por cantidades.
La contracara es que «el 99%» sufrirá mayores niveles de pobreza, ya que sus ingresos en pesos devaluados ante el precio-dólar crecerán por debajo de la inflación, salvo intervención del Estado.
Mientras tanto, los medios y las universidades «enseñan que los precios se fijan según oferta y demanda en mercados competitivos en función de la teoría de la productividad marginal«. Es decir, trabajadores y empresarios en armonía idílica recibirán de manera «automática» retribuciones mayores o menores en función de la mayor o menor contribución social aportada.
Esto es una falacia. Se repite pero no se investiga porque se devastaría la lógica marginalista, y es similar al otro relato de que la emisión monetaria es generadora de inflación. Milton Fredman dijo: «La inflación es siempre un fenómeno monetario». Es copia de la teoría cuantitativa -siglo XVII- que explica que «existe una relación directa entre la cantidad de dinero y el nivel de precios».
Precios políticos
Axel Kicillof en su libro De Smith a Keynes señala el error: «La teoría cuantitativa presupone el pleno empleo, así los incrementos de dinero se traducen exclusivamente en variaciones proporcionales de precios». Es decir, si se supone como relato ortodoxo «pleno empleo» implica que no se puede producir más, por ende todo incremento de dinero debe repercutir en precios. En síntesis: se trata de precios políticos y no leyes económicas ad hoc.
En relación a la emisión, no sólo emite el Banco Central sino también los bancos privados dando créditos. En cuanto a la productividad marginal, se sabe que se inspira en la función de producción que es una relación técnica micro entre capital y trabajo y por ende, impedida de abarcar la economía como un todo( función agregada). Por consiguiente, menos puede considerársela válida como determinante, de precios o ingresos, tanto del capital como del trabajo.
El poder económico y sus técnicos saben que la rentabilidad extraordinaria tiene una tendencia a desparecer por la entrada de nuevos competidores. Por ende, para apoderarse de ganancias superlativas es necesario destruir la competencia y para ello frenan leyes, resoluciones o controles gubernamentales que prohíben conductas anticompetitivas, como ocurrió con la Ley de Medios.
Sin competencia
En este contexto, el poder económico elimina competencia e impone precios. Así, la ley de oferta y demanda y mercados competitivos no serán más que una platónica idealización. Sin la intervención del Estado, la sociedad no tiene forma de defenderse de las arbitrariedades del «mercado» real. Es decir, el oligopólico e imperfecto, donde los precios lo imponen grandes empresas por cada rama de la producción y el comercio, con la doble intención de obtener rentas extraordinarias y por otra parte, disciplinar o desestabilizar gobiernos.
También está en juego la soberanía del país. En tal sentido, los intencionales endeudamientos que financian la fuga de divisas emergente del propio mercado oligopólico y las política neoliberales van conformando un círculo destructivo. El mismo comienza con precios en función del dólar que permiten utilidades extraordinarias y así comprar dólares que presionan al alza del precio del mismo, para posteriormente remarcar precios con el nuevo valor y fugarlos como dólares.
Por: Roberto Briscioli *
* Docente, contador público, economista e integrante del Club Argentino Arturo Jauretche. robertobriscioli@yahoo.com.ar