FMI: los errores cronológicos y técnicos que desmienten la versión de Macri

La crisis que derivó en el llamado y la asistencia del organismo financiero a la Argentina se registró en el primer semestre de 2018, cuando aún Cambiemos estaba en su mejor momento político.

“La plata del FMI la usamos para pagarles a los bancos comerciales que se querían ir porque tenían miedo de que volviera el kirchnerismo…”, dijo Mauricio Macri el fin de semana sobre el destino de los dólares que prestó el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y, como mínimo, está faltando a la verdad. Sólo nos referiremos aquí a cuestiones técnicas y cronológicas. Comencemos por decir que la crisis que derivó en el llamado al organismo financiero internacional se tomó en el primer semestre de 2018, cuando aún el gobierno de Cambiemos estaba en su mejor momento político. Venía de un triunfo en las legislativas de 2017, mantenía cierto apoyo político para avanzar en reformas en las cámaras legislativas nacionales y sus principales referentes políticos contaban con amplia aprobación en todas las encuestas realizadas por sociólogos cercanos y lejanos. Sin embargo los operadores financieros veían otra cosa.

El gobierno de Mauricio Macri no podía dominar la aceleración inflacionaria, los “brotes verdes” no aparecían y la generación de divisas por el incremento en las exportaciones con valor agregado no llegaba. Para peor, y aquí no había culpables, se avecinaba una severísima sequía que amedrentaría aún más la llegada de dólares provenientes de las ventas sojeras. Fue entre febrero y marzo de 2018, luego de algunos intentos algo fallidos del entonces secretario de Fianzas Luis Caputo de colocar deuda en el mercado voluntario, que los propios fondos de inversión y bancos internacionales dejaron de confiar en el gobierno de Cambiemos y comenzaron a acelerarse las ordenes de ventas de bonos criollos.

La secuencia

Finalmente, el 25 de abril de 2018 llegó el día. A las 11:15, una hora 15 minutos luego de la apertura de los mercados, a la mesa de dinero del Banco Central llegaba la orden para una doble operación, de salida de las Lebac e inmediata compra de dólares, por un monto muy poco común: más de u$s800 millones que pedían retirarse de la operación estrella del mercado financiero, a cambio de una salida rápida y a un precio de mercado de compra de divisas, con el objetivo de vender posiciones en pesos y salir del sistema financiero local. La sorpresa fue aún mayor cuando la conducción de la entidad supo quién era el interesado en abandonar el mercado de capitales argentino. La orden de venta de Lebac e inmediata compra de dólares era del JP Morgan, el banco de capitales internacional más cercano al Gobierno de Mauricio Macri.

Si había una casa financiera mundial de primer nivel que se mostraba cercana y amistosa con el Gobierno ante el mundo, esa era el JP Morgan. Había sido también un aliado estratégico fundamental en los primeros dos años de gestión de Cambiemos. Abrió a mediados de 2015 una oficina en la Argentina, e intervenido en la operación más importante del Gobierno de Mauricio Macri: la colocación de los Bonos de la República Argentina al comienzo de la gestión Cambiemos para pagarles a los holdouts. La buena relación se prolongó (e intensificó) durante todo 2017 y hasta marzo de 2018 el JP Morgan recomendaba a sus clientes en sus informes apostar a la Argentina. Ese 25 de abril el romance terminó. Y el sistema financiero se conmovió. Comenzaron a llegar órdenes masivas de venta de posiciones en Lebac de parte de “manos grandes” -como se denomina en las mesas de dinero criollas a los fondos de inversión extranjeros que mueven millones de dólares diarios- y que, por definición, pueden decidir, para bien o para mal, la suerte de una jornada. O, como en ese día, la de todo un plan económico. El rumor que circulaba en los bancos internacionales que más operaban Lebac (tanto norteamericanos como europeos) era que los vendedores eran pocos. No más de tres. Y que la intención era desprenderse de toda la tenencia en ese título y comprar dólares rápidamente, cerrando el circuito del “carry trade”.

El precio ofrecido a comienzos del día era de $20,50; casi un peso más arriba que la cotización de sólo un día antes, con lo que la convicción de las órdenes creaba aún más zozobra en los operadores argentinos. La crónica financiera del 25 de abril describía una “tormenta perfecta”. Coincidieron en una sola jornada todos los fantasmas adormecidos en algún costado de las pantallas de los principales operadores del país y el mundo: la suba de tasas de marzo en los Estados Unidos, el comienzo de la crisis comercial con China, el fantasma local de la indomable inflación y su batalla contra las tasas de interés en pesos, los pagos de fin de mes a importadores, el retraso de la liquidación sojera, el comienzo de la aplicación del impuesto a la renta financiera y su influencia en la ganancias de las Lebac, el debate eterno dentro del macrismo por la suba de las tarifas, la amenaza de nuevas alzas en los combustibles y la eventual falta de dólares por la sequía.

Primeras señales

Los analistas ya cuestionaban públicamente los efectos de aquella fallida conferencia de prensa del 28-D (2017) en la que Marcos Peña en vivo y en directo le quitaba al BCRA a la vista de todo el país la responsabilidad de controlar la base monetaria y de fijar las metas para enfrentar el más importante problema de la economía argentina: la inflación. Desde aquella jornada poselectoral, Peña tomaba el control personal del manejo oficial de la economía argentina; una decisión que aún no había sido digerida por los mercados, y que generaba dudas sobre la verdadera convicción oficial de colocar el combate contra la inflación en el ranking máximo de prioridades oficiales.

Todo esto además de una pregunta que el Gobierno aún no contestaba: cómo conseguiría el gobierno los más de u$s15.000 millones que aún faltaban para garantizar el pago de la deuda durante el resto de 2018. Unas semanas después de aquel 25 de abril, el propio JP Morgan distribuía un lapidario informe a sus clientes vip. En él consideraba si la herramienta que había implementado el BCRA para enfrentar la corrida (la suba de la tasa de interés) podría ser insuficiente antídoto ante la evidente fuga de capitales que se había iniciado; y revisaba para peor todos sus pronósticos para la economía argentina de 2018: 2,4% de crecimiento y 22% de inflación. Además adelantaba un dólar a 24 pesos a diciembre.

Visto lo sucedido al final del año los anticipos fueron algo naif. Sin embargo, a comienzos de mayo (cuando se conoció el paper del banco) que haya sido el propio JP Morgan el que comenzaba a bajarle el pulgar al mercado de capitales argentino fue visto como una actitud desertora. Lo cierto que ese día comenzaba el calvario cambiario y financiero que modificaría, para siempre, la suerte de Mauricio Macri en el poder. Fue este el panorama que derivó en el regreso del FMI al país. Para que el organismo que entonces manejaba Christine Lagarde aportara el dinero necesario para que los bonistas ganaran la tranquilidad al saber que se dispondrían de los fondos para hacer frente a los vencimientos de deuda. Para eso debía utilizarse los dólares del stand by. Para las salidas de posiciones en Lebac y los otros instrumentos de política monetaria y cambiaria, debían haberse utilizado las reservas del BCRA. Hasta ese momento, la crisis que derivó en el regreso del FMI al país, estaba entonces relacionado con las políticas del propio gobierno de Mauricio Macri, y no por la amenaza de regreso del kirchnerismo.

Por: Carlos Burgueño

Fuente
ambito financiero

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