Los números de la economía y de las encuestas fortalecen la idea de un «Plan V» para Cambiemos
El Gobierno de Cambiemos enfrenta su peor momento en la previa de un año electoral. La situación económica del país, que la revista especializada en temas económicos Forbes describió como “al borde del colapso” en las últimas horas, dio un paso más hacia adelante, en dirección al precipicio. La crisis avanza a pasos temerarios y el Gobierno empieza a perder el único apoyo que lo sostiene expectante: el fenomenal blindaje mediático que, desvergonzado, ya ni siquiera cuida las formas. En las últimas horas se han transformado literalmente en voceros del Gobierno con mayor énfasis incluso que el que se animarían a ponerle a su defensa los decidores oficiales de Cambiemos.
El contexto político no ayuda tampoco al macrismo. Justo en el peor momento empezó a cosechar el “vuelto” del radicalismo, su principal socio electoral al que pisoteó durante toda la gestión,donde empieza a tomar cuerpo, con más prisa que pausa, el sector de los díscolos que pujan por romper el armado oficialista. Es una tarea compleja que no descansa sólo en el poder de convencimiento de la pata quejosa del radicalismo. La presión social que empiezan a sentir los más abnegados defensores de Cambiemos dentro del partido, que –se presume- se verá reflejado en una escuálida cosecha electoral, será de gran ayuda en la cruzada de los que quieren irse. Algunos gobernadores que aspiran reelegir con su propia candidatura o a través de delegados, ya tomaron nota del malhumor reinante que ocultan las encuestas pagas y desoyeron el reclamo presidencial de Villa La Angostura para mantener unificado el cronograma electoral.
La doctrina del ancla cotiza más que el pedido de un Presidente que les alambró la gestión dejándolos fuera del círculo íntimo con el que gobernó. Son dos necesidades que se excluyen. Ni los intendentes propios están convencidos de la estrategia de la Casa Rosada. Macri no puede ni siquiera cobrarles el empujón que les dio su postulación en 2015, con el aura de cambio que regó por todo el país, y que les permitió a más de uno ganar en sus distritos. La crisis rompe cualquier contrato y licúa las deudas. Como la fábula de la rana y el escorpión, la supervivencia está en la naturaleza política. Eso explica la tendencia al zigzagueo constante de los referentes que saltan de un lado a otro en cada turno electoral sin ruborizarse. Y cada vez más empieza a configurarse un escenario electoral en el que la palabra “Macri” atenta contra el deseo de la mayoría de candidatos oficialistas que apuesta a subsistir.
La corrida del dólar que se disparó en las últimas horas encuentra al Gobierno escuálido en respaldo político, y sin herramientas para reaccionar. La economía en terapia intensiva no deja mucho margen para elevar más aún la tasa de interés, y el 90% de las reservas con las que cuenta el Central son espejitos de colores. Para colmo el FMI aún no giró el desembolso que esperaba el gobierno para estos días que le permitieran un respiro, y mandó una señal política que lesiona de gravedad la estrategia discursiva que riegan los medios oficialistas: que une eventual llegada de la oposición al Poder podría dejar al país sin sustento financiero.
Desde Washington el portavoz del organismo fue claro en el mensaje: “La misión del FMI es apoyar a los países miembros, en este caso Argentina, y vamos a continuar apoyando al país más allá de los cambios político. Los gobiernos pueden cambiar”. ¿Le soltó la mano al Gobierno?. Quizá sea una conclusión apresurada, pero no suaviza la aceptación por parte del principal sostén económico del oficialismo de que Cambiemos tiene grandes chances de perder las elecciones en octubre próximo.
¿Hasta cuándo el Poder mediático sostendrá la candidatura de Mauricio Macri?. El oficialismo está desnudo. Y el escenario deja ver su verdadera fisonomía: un reducido grupo de dirigentes que asumió llamándose “el mejor equipo de los últimos 50 años”, y que no para de perder por goleada contra la economía. En algo fueron eficaces, hay que asumirlo: llevaron al país a cualquier podio con el que se miden las variables macroeconómicas que definen a los países. Argentina se ubica en la cima del ránkig en inflación; pérdida de poder adquisitivo, decrecimiento económico y destrucción del aparato productivo.
La escalada en la cotización del dólar rompe la única chance a la que se aferraba el Gobierno. Sin posibilidad de congelar las tarifas como hizo en 2017 hasta después de las elecciones –no pasa el filtro del FMI- la idea del Gobierno fue concentrar el punto de presión inflacionario en los primeros meses del año, para mostrar la zanahoria del “está bajando” en la segunda parte del año, más cerca de las elecciones. Con una economía dolarizada y la idiosincrasia –en eso sí tiene razón el spot que subió el Presidente: el problema somos los argentinos- empresaria argentina que traslada cualquier devaluación a los precios sin escalas, el segundo semestre de “alivio” que esperaba el Gobierno empieza a transformarse en una utopía.
Con la situación actual, si no hubo una implosión social aún no fue por cintura política del Gobierno. Más bien fue la resultante de la aplicación de una política social que siempre bastardeó Cambiemos pero a la que se aferró como sustento: la ampliación de la ayuda social para contener la miseria. No fue casual que el único anuncio de Mauricio Macri ante la asamblea legislativa haya sido elevar un 46% la AUH. Es la fórmula. Los galpones de los punteros barriales y referentes de los movimientos sociales están abarrotados de mercadería oficial.
En ese contexto, muchos empiezan a preguntarse “hasta cuando” el Presidente mantendrá la decisión de sostener su candidatura. ¿Y si se baja?. El terreno está preparado hace varios meses porque pese a que lo negaran en público, en la mesa chica del Gobierno analizaron la posibilidad de un presente como el que se precipita, con nubarrones amenazantes.
En las últimas horas empezó a cobrar fuerza la idea de proyectar a María Eugenia Vidal presidenciable. La Gobernadora negó esa posibilidad, pero también la supervivencia hace mella en ese tipo de promesas lanzadas antes que por convicción, para sostener la fortaleza de la imagen presidencial en momentos de crisis. Al fin y al cabo en política ocupar el lugar “que le sirva al proyecto” del que se forma parte termina imponiéndose como salida a cualquier promesa de cotillón.
Las encuestas hace rato que la incluyeron en la grilla presidencial, y los resultados son alentadores para el proyecto. La imagen positiva de la Gobernadora supera en más de 20 puntos la cosecha de Macri según Poliarquía. En cualquier elección es una diferencia abismal. En la que se viene, marcada por un escenario de tercios aunque polarizada, podría ser determinante. ¿Cuánto falta para que a los medios les sirva más proyectar a Vidal que sostener a Mauricio Macri. La excusa de la imposibilidad de armar a las apuradas un candidato a gobernador es relativa. Al fin y al cabo, en política, a los oficialismos siempre les cuesta menos crear una candidatura.
En La Plata no reconocen esa posibilidad, pero lo piensan. Después de todo, Vidal se expone a un escenario que sería catastrófico para cualquier gobernador: la posibilidad de ganar una Provincia que necesita como el oxígeno del Gobierno Nacional y de perder la presidencial espanta cualquier aspiración reeleccionista. Gobernar la Provincia con un Peronismo en la Rosada es la peor opción, sobre todo comparada con la posibilidad de proyectarse como “la salvadora” del oficialismo.
Fuente: Infocielo