Ciudad farmacia: el shopping de la droga desde los ojos de los bonaerenses

Hay quienes aseguran que en tiempos de crisis, o de conflictos de intereses, surgen los grandes negocios e ideas comerciales. De ser así, habrá llegado el momento de cobrar un ticket y promocionar, como gran atractivo, invitando a presenciar el espectáculo que asoma como una nueva atracción turística porteña, hasta el momento gratuita. Se trata, ni más ni menos, de observar en vivo y en directo las caras de los ciudadanos bonaerenses que pisan por primera vez uno de los modernos locales de la cadena de expendio de fármacos, afines y no tan afines.

Para algún distraído: Farmacity se define como una cadena de farmacias argentinas que cuenta con un formato de autoservicio o drugstore, fundada y presidida por el actual funcionario del gobierno nacional, Mario Quintana, vicejefe de Gabinete y uno de los colaboradores más cercanos al presidente en gestión Mauricio Macri. Bien. La cadena cuenta con trescientas filiales y contrata a más de cinco mil empleados. Hasta ahora opera en 13 provincias pero la leyes le impiden entrar en el mercado más grande del país, Buenos Aires Provincia, donde la ley de farmacias vigente y fallos en todas las instancias judiciales enmarcan a la actividad como una cuestión de salud pública.

Antonio Velazco (67) y Marianela, su esposa, ambos nativos y residentes en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, no tenían “ni la más puta idea de todo eso”. Confesaron haber llegado hasta la sucursal Alsina de Farmacity, ubicada en la calle Entre Ríos al 196 de la Ciudad Autónoma, guiados por el empleado del hotel en donde se estaban alojando. Al tratarse de un día no hábil, justificaron, “preguntamos por la farmacia de turno más cercana y nos mandaron para acá”.

Claro, el comercio en cuestión está dentro de la categoría Farmacias 24 hs. que, como su nombre indica, atiende los 365 días, en todo horario. “Qué sé yo”, prosiguió Antonio, médico clínico jubilado, improvisando una respuesta, y se rascó la nuca ante la consulta efectuada en la vereda del comercio, tras concluir su compra. “A mí no me cierran estas cosas modernas. Mis nietos me cargan por eso. Pero yo prefiero la farmacia de mi barrio, allá en Casares. Sé quién es el dueño, conozco a quienes me atienden y si me tengo que quejar de algo, hasta sabría cómo y en dónde ubicarlos”, se despachó, en un impás de los días de turismo en la ciudad que no duerme.

A su lado, tomando el brazo del marido, Marianela asentía como estando de acuerdo en todos los conceptos de su compañero de vida. No fue necesario solicitarle que traduzca en palabras su sensación de la experiencia en la compra que acababa de realizar. Haberla observado desde su ingreso del negocio hasta su salida del lugar, bastaba y sobraba.

Lo que sigue es una descripción sumaria de lo visto desde el exterior de la farmacia del futuro, durante el recorrido de la paqueta señora casarense: ingresó a las 14.37 exactas, cabeceando hacia todas las direcciones como Martín Palermo en sus épocas de gloria. A los codazos sobre el físico del pobre y desorientado Antonio, intentó compartir su sorpresa por lo que iba observando a cada paso. Se topó en apenas un par de metros recorridos con una variedad de ofertas en góndolas para ella impensada. Confites MyM de un lado, delineador de ojos del otro, objetos de diseño de decoración delante, toallas femeninas arriba, semillas de dietética en lo bajo, prendas de vestir y vajilla art decó de la buena centímetros más allá.

“Dejame de joder (risas), te quieren hacer gastar guita de prepo estos guachos”, se quejó a su turno la Doña, con su inconfundible tonada de interior. “Lo único que me faltaba era que para comprar unas gotas para los ojos me tenga que andar tentando con todo lo que me ponen en el camino (risas otra vez). Justo a mí (mirando a su esposo)…que soy más fácil que la tabla del dos para salir a gastar plata… ¿O no gordo?”, preguntó entre su risa guaranga. Con una bolsita blanca que contenía una pequeña caja rectangular en su interior como única compra realizada, se alejaron relajados para continuar su descanso turístico programado.

Rolo Rezza (46), odontólogo de Tigre, provincia de Buenos Aires, se ubicó en el extremo opuesto: “El mundo avanza, amigo. Los que no lo aceptan son los mismos retrógrados que se negaban a Wall Mart o a Carrefour y que ahora se amontonan en las líneas de caja. Se olvidaron rápido de los pobres almaceneros de barrio”, decretó el lungo de conjunto deportivo. Convidó un Top Line recién adquirido y siguió camino a paso de porteño de provincia.

Elena, de Pilar se acercó a la opinión de Rezza. Carmen, de Avellaneda, catologó de “reverenda boludez” el debate, y Graciela, de la mano de su hija pre adolescente, evaluó la situación con un seco “van por todo”, y acto seguido se perdió entre el resto de los peatones cogoteando hacia atrás pícaramente al alejarse.

PERROS DE FARMACIA

De acuerdo o no con el conflicto en cuestión, nadie podrá negar que detrás de cada puesta comercial que se aprecia en las sucursales de esta mega cadena empresaria, con eje en la venta de drogas legales, existe una estrategia de marketing extremadamente estudiada, probada y desarrollada sin margen de error ni riesgo al fracaso.

Enmarcados en solventes slogans de venta como “Atención profesional y personalizada”, “Amplia gama de medicamentos”, “Cercanía”, “Promoción y prevención de la salud” y el provocador “Principal empleador de Farmacéuticos del país”, los encargados de cobrar no pararon de hacer plin caja en ningún momento de la tarde.

Sin detenerse, para no apabullar, en los servicios adicionales como “Farmacity OnLine”, “Boom de ofertas Farmacity” (leche de crecimiento Sancor Bebé 316,45, pañales Pampers recién nacidos súper suave 211,25, etc) , “Centro de estética Farmacity”, “Dermocosmética”, “Higiene y cuidado capilar”, “Look Farmacity”, “Simplicity”, entre otras yerbas.

La presencia y rigurosidad esclava de sus empleados no dejó de impresionar. Del primero al último. De los de chaqueta blanca hasta el personal de limpieza. Como muestra de ello, de punta en blanco su uniforme, el señor Seguridad. Al observar una situación inusual en la vía pública, como ovejero de aeropuerto internacional entrenado frente a mula narco infiltrada, salió disparando en dirección a la presencia intrusa. Fue justo al momento que se produjo el amague de registro visual a través de la cámara fotográfica de teléfono celular. “No está permitido sacar fotos sin autorización joven. Le solicito amablemente que no me comprometa. Gracias”.

ENTRE DOS PANES

O pan comido, como guste. Ante semejante tanque comercial, el rubro farmacéutico sabe que Farmacity se llevará puesta la actividad toda. Las farmacias tradicionales advierten que no podrán detener el avance monopólico del más poderoso en su rubro. “Nos van a morfar en dos panes”, previenen algunos.

El miedo no es tonto: ni siquiera un fallo unánime de la Suprema Corte bonaerense que rechazó un recurso extraordinario de Farmacity le movió un pelo a Quintana, que apeló a la Corte Suprema de la Nación y espera un fallo favorable con un guiño del Procurador macrista Eduardo Casal. Así, difícil que el chancho vuele.

El Colegio de Farmacéuticos de la Provincia lo sabe: “la farmacia no es un comercio sino un servicio público, un modelo con respaldo del Ministerio de salud y de la legislatura provincial cuando sancionó la ley 10.606, que impide la instalación de cadenas regenteadas por sociedades anónimas”, afirmó su Presidenta, Isabel Reinoso, quien oportunamente apuntara sus dardos contra la gobernadora María Eugenia Vidal denunciándola por “aprietes”.

“Cuando la salud está en juego, el único remedio es la justicia”, se podía leer en uno de los carteles que mostró el descontento de los farmacéuticos en la nutrida movilización que realizaron para rechazar el posible desembarco de Farmacity en la Provincia”. “Es como ir a la guerra con dos escarbadientes”, graficó uno de los integrantes de la marcha.

Con final abierto, el único dato simpático relacionado a este conflicto, es ver las caras de los visitantes bonaerenses a la sucursal de la calle Entre Ríos. Al enterarse que se puede ingresar con la intención de adquirir un bleester de Ibuprofeno o una caja de forros, pero terminar saliendo con una pelota playera, un pen drive de toneladas de gb, una taza simpática para café con leche y un muñequito al cuando se le aprieta el culo se le mueven las orejas. Todo en el mismo sitio. Todo en el gigante de la falopa de acceso legal. Todo en el Shoping de la droga, que amenaza con arrasar con todo lo que se le cruce en el camino.

Fuente: Infocielo

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