Rasgos político-económicos e ideológicos del gobierno «macrista»

La alianza Cambiemos, a través de un año y medio de gestión, constituye -de hecho- un movimiento reaccionario que apunta a desmantelar, en su totalidad, los cimientos construidos por las presidencias «kirchneristas» consecutivas precedentes. Esos tres sucesivos gobiernos, al margen de sus contradicciones, falencias e irregularidades puntualmente específicas, procuraron sentar las bases, mediante realizaciones concretas, de la ampliación de derechos (de diversos tipos) del conjunto de la sociedad.

En dirección al logro del ejercicio de una «ciudadanía plena» por parte de la población, el kirchnerismo priorizó las medidas tendientes al favorecimiento de los estratos sociales más desposeídos, y de alguna minorías anteriormente discriminadas. Para ello, debió enfrentar a los poderes fácticos de nuestro país, habituados a la dominación política, directamente por medio de dictaduras cívico-militares, o en su defecto negociando, casi «entre pares», la defensa de sus intereses con Administraciones Públicas surgidas de elecciones democráticas.

Ante dicha pesada herencia recibida del Frente para la Victoria, el «macrismo» pretende retrotraer a un ordenamiento oligárquicamente clasista y racista, ubicando directamente entre sus funcionarios de mayor peso a meros representantes de las corporaciones hegemónicas. En consecuencia, resultaría demasiado acotado calificar al actual Estado tan solo en términos de su neoliberalismo, que configura un etiquetamiento simplificador. Es preciso abrir el abanico polisémico de sus perfiles salientes, comenzando por su impronta sesgamente neoconservadora, teniendo en cuenta su proclividad al restablecimiento de aquellos elementos del statu-quo, u orden establecido elitista, que promueven la preservación, o el regreso, del dominio de los grupos con gran concentración económica y massmediática.

También puede catalogarse a la alianza gobernante en cuanto a su carácter demoliberal, que constituye su única legitimidad formal primigenia de su ascensión al poder institucional. Ello remite a los sistemas democráticos representativos e indirectos, emergentes del sufragio popular, típicos del «mundo occidental civilizado», cuyos regímenes no implicaron la consecución de auténticas y reales democracias, a escala internacional, sino muchas veces todo lo contrario.

Por otro lado, se trata de un gobierno profundamente anti-republicano, debido a su violación endémica y recurrente a la división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ya que el accionar de «Cambiemos» adoptó justamente una táctica contrapuesta a ese principio doctrinario, interfiriendo en la sanción de leyes -o vetándolas si no eran convenientes a los intereses corporativos-, y digitando arbitraria y discrecionalmente la designación de jueces adictos a sus intenciones o planes.

Cabe entonces tildar a la gestión del macrismo de filofascista, en la medida en que su «programa» económico desregulador del mercado, flexibilizador de las relaciones laborales, y por ende, excluyente de grandes masas de la población de las esferas de la producción y del consumo, requiere la implementación de medidas opresivas, coactivas y represivas. La cobertura de los medios masivos de comunicación hegemónicos coadyuva al ocultamiento de este proceder coercitivo sistemático. El mismo se lleva a cabo con el propósito de enfrentar las demandas o reclamos masivos, sobre todo los visibilizados a través de manifestaciones de protesta callejera, de los segmentos sociales marginados del «modelo». No es casual la continuidad de los factores de presión prevalecientes en la última dictadura cívico-militar, y durante el menemato en la década de los años noventas.

Además, corresponde señalar la corrupción inmanente a la composición esencial de la gestión macrista, pues la mayoría de sus «ejecutivos» se dedican a resguardar y promocionar iniciativas económico-financieras privadas, en principio empresas de las cuales ellos participan, directamente o de forma derivada o relacionada. De modo que el management administra sin intermediarios la «cosa-pública», las medidas se orientan por las puras lógicas mercantiles propiciando el lucro incontrolado del capital especulativo voraz. Entre la Ceo y la Cleptocracia se entabla una línea continua de desarrollo e interconexiones, mientras la dirigencia gobernante, formada gerencialmente en la escuela neoclásica de los negocios, ignora absolutamente el manejo del Estado.

Los encasillamientos conceptuales simples y tajantes podrían devenir eventualmente de utilidad, a los efectos del entendimiento de un fenómeno, solo en aras de una primera aproximación «epidérmica», en tanto especie pura, ideal, y abstracta. Aquellos son insuficientes a fin de abarcar las aristas, complejamente mixturadas y polisémicas, que conforman cualquier hecho observado desde un punto de vista empírico o experiencial.

Por lo tanto, el engendro mercadotécnico configurado alrededor del funcionariado de la primera magistratura, de gobernadores, intendentes, legisladores, etcétera, pertenecientes a «Cambiemos», puede calificarse prima facies en tanto «neoliberal». Pero ello únicamente con la pretensión de un acercamiento relativo y parcial a la comprensión de sus caracteres básicos genéricos, respecto de los lineamientos de su política económica. Al ahondar de manera sustancial en los aspectos operantes efectivamente de su gestión práctica, deben analizarse sus rasgos fundamentales salientes, esto es talante de clase social pro-oligárquico o «burgués», neoconservadurismo ideológico, institucionalmente demoliberal, anti-republicanismo, espasmódicamente filofascista, e inherentemente corrupto por antonomasia.

El entramado de operaciones financieras especulativas, mediáticas, de las ramas predominantes del sector productivo primario, y de los contratistas de obras públicas, la mayor parte de ellas intrincadas recíprocamente, constituye el leitmotiv de las «políticas» desarrolladas. Es imprescindible subrayar la cobertura de los grandes medios de comunicación social hegemónicos, en el ocultamiento de los procedimientos que aplica la gestión macrista, en lo que concierne al desenvolvimiento de su estrategia económica, a su papel en términos de Estado «mínimo-gendarme», a sus innumerables actos ilícitos o ilegítimos, etcétera.

Asimismo, su aparente prescindencia en las reglas de juego del mercado, o el proclamado orgullosamente «no-intervencionismo estatal» propio del liberalismo, esconde la utilización de mecanismos proactivos del gobierno, interfiriendo en las variables del mercado, ineludiblemente en favor de la multiplicación de las ganancias de los mega capitales condensados, en perjuicio de las condiciones integrales de vida, y de la vigencia en plenitud de variados «derechos ciudadanos» de extendidos segmentos medios e inferiores de la población.

La anunciada victoria del sistema «liberal-democrático» a nivel planetario, desde finales del siglo XX, presenta de hecho numerosas restricciones. Éstas obedecen a una instancia contemporánea caracterizada por desavenencias, en aumento, con respecto a la naturaleza sustancial de aquel régimen político-económico. Ciertas discrepancias aluden a una premisa esencial de esa doctrina, el carácter neutral de las instituciones estatales: la cuestión atañe a una normativa legal según la cual el régimen demoliberal implica la «imparcialidad» del Estado, posibilitando que coexistan armoniosamente diversas formas de vivencias colectivas y de posicionamientos ideológicos. Aunque también se plantea que la democracia representativa indirecta, por vía electoral, fomentaría el despliegue de un etnos determinado, verbigracia la prevalencia en alcanzar la meta de una sociedad equitativa por un lado o -alternativamente- de garantizar a cualquier coste la vigencia plena de las libertades, entre ellas la vinculada al «respeto irrestricto» al usufructo, de cualquier tipo, de la propiedad privada.

Algunos exégetas del neoliberalismo, procurando rebatir determinadas propuestas comunitaristas dentro de esa corriente teórico-política, sin embargo reconocieron que, más allá de carecer de concepciones valorativas referidas al «bien», la doctrina liberal induciría a la cristalización de una serie de principios básicos específicos e intrínsecos. Por ejemplo, aquellos pensadores de tal vertiente ideológica, quienes sostienen con mayor firmeza la neutralidad objetiva que ejercerían los gobiernos liberales, debieron admitir la presencia ideal de una especie de racionalismo humanista entre las prédicas de su credo laico y dogmático.

En el caso del «macrismo», su visión no se encuentra fundada ideario sustantivo alguno, el único objetivo gira en torno a la concreción de negociados empresariales. Si se intentara cotejarlo, dificultosamente, con alguna sub-corriente académica liberal, debiera asimilárselo a los propulsores de la negación de cualquier valor humanístico, por ejemplo el del «bien común solidario».

Fuente: Diagonales

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