Cuando la infidelidad es enviar emoticones por WhatsApp

El saquito de té que flota casi al fondo de la pequeña taza de ribetes orientales impregna la infusión de un sabor similar a la menta, pero que no es menta del todo. «Este té es de un sabor inclasificable para el paladar», aclara la psiquiatra Graciela Moreschi bebiendo un sorbo largo y se recuesta. Así, cómoda en su sillón, con las piernas estiradas entre almohadones coloridos (tiene puestos unos zapatos de cuero negro de taco grueso) habla con este diario sobre su último libro: ¿Por qué estoy contigo? Sombras y mitos personales escondidos en los conflictos de pareja (editorial Urano). Allí, de manera casi quirúrgica, se dedica a desentrañar los conflictos y misterios de la vida amorosa.

-¿De qué trata el libro?

-Trata sobre conflictos de pareja de todo tipo. Hay ejemplos, casos clínicos de los conflictos más comunes: familias ensambladas, infidelidad, los problemas que trae la tecnología a las parejas de hoy.

–¿Qué problemas?

–Las redes sociales modificaron las relaciones de pareja. Los teléfonos celulares, los chats, cambiaron los vínculos con el otro. ¿Hoy qué es estar presente para otra persona? Estar online todo el tiempo en el WhatsApp, vía mensajes de texto y emoticones. Tengo pacientes que me hablan de su amor por otro en términos de que están chateando todo el tiempo entre ellos y cuando les pregunto «¿Se ven mucho?», responden: «No, sólo con mensajitos…» Obviamente, la vida es más difícil que eso. En una relación virtual no aparece el peso de lo cotidiano, los problemas concretos, no hay que ir a pagar la luz, hacerse cargo de las cuentas, de los asuntos domésticos. En la vida virtual todo es idílico y amoroso.

–¿La tecnología modificó para bien o para mal las parejas?

–Yo creo que las modificó. No creo que haya que demonizar. Pero sí considero que hay que saber cómo las modificó, para empezar a adaptarse a eso. Antes, una infidelidad era algo muy concreto: te ves con otro, o con otra, estás o no estás. Hoy no está tan claro qué es más peligroso: si una cana al aire en una ocasión concreta, o una cotidianeidad que se mantiene con un tercero que está permanentemente rondando de manera virtual… Habría que empezar a reconsiderar qué es una infidelidad para cada pareja. He visto pacientes que están menos preocupados porque su pareja tuvo «algo» en una noche de fin de año de la empresa, que por «algo» que mantienen en el tiempo a través WhatsApp.

–En su libro plantea qué nos lleva a estar con otra persona…

–Sí… y no es la casualidad sin duda, aun en las parejas que nos fue mal, siempre el otro tiene un sentido en nuestra vida. Y cuando uno descubre cuál es, ahí empieza a hacerse cargo de la sombra, la parte propia que estaba en oscuridad. Cuando uno elige pareja, la elige porque el otro nos va a confirmar en el lugar del mito de apariencia que tenemos con nosotros mismos…

–¿Qué es un mito de apariencia?

–En nuestra familia, históricamente nos asignaron roles: o sos la responsable, la rebelde, la esforzada o sos la víctima, a la que todo le sale mal… Uno se va identificando y haciendo un mito de eso y va tendiendo su identidad hacia ahí. También hay gente a la que le tocó un mito feo de apariencia, aunque no dejaría de ser eso, porque sin eso siente que no es nada. «Por lo menos soy la víctima, la protagonista.» En ese caso, como pareja voy a elegir a alguien que me permita seguir funcionando de esa manera. En el libro hay toda una serie de ejercicios para que uno se ponga en contacto con lo que fue, con los roles que ocupó y cómo el rol que ocupa en la pareja tiene que ver con ese lugar primitivo.

–¿Eso se remonta más allá de los padres?

–Claro, a veces hay características que saltan una generación. Por ejemplo: un abuelo muy dominante, cuyo hijo es muy débil porque el abuelo lo aplastó, hará que su hijo críe a un hijo con falta de límites. Ese hijo será muy dominante y estará identificado con su abuelo. Es todo un sistema que se va armando y, cuando uno elige pareja, eso vuelve a jugar. Ese otro nos hace jugar el mismo rol que la familia. El inconsciente se siente atraído por esa persona. Te doy un ejemplo, vos sos prolija y elegís como pareja a alguien que sea rebelde, a quien secretamente admirás. Al principio, funciona, pero con el correr de los años ya no sirve el acuerdo, o bien vos te empezás a molestar con el rol de ser la obediente, la aburrida, la responsable, y de que él sea el rebelde, el vínculo empieza a volverse asfixiante. Ahí, uno no tiene que echarle la culpa al otro, sino que tiene que hacerse cargo de la propia sombra, de nuestra parte rebelde que no asumimos y nos llevó a estar con una persona así.

–¿Qué es la sombra de uno mismo?

–Yo creo que a través de los vínculos uno se va haciendo, va desarrollando su ser y el ser de uno está compuesto por una parte indispensable que es la máscara, nuestra parte más social, pero hay otra parte que queda en sombra. La sombra puede ser lo que yo no admito de mí, lo que no quiero exteriorizar. Es lo insconsciente que aparece de manera críptica en los sueños y en los vínculos.

–¿Lo que nos molesta del otro siempre tiene que ver con nosotros?

–Sí, con cualquier otro, no sólo con nuestra pareja. Algo que me irrita mucho, una característica que puede no ser mala en sí, pero que una reacción en exceso sugiere que mediante esa persona se está dando un encuentro con nuestra sombra. Por ejemplo, si soy una persona muy activa y me irrita la gente perezosa, ahí aparece en la sombra el no permiso que me doy para relajarme, aunque no me identifique a simple vista con eso.La sombra siempre tiene que ver con algo oculto de nosotros que el otro saca a la luz.

Fuente: Infonews

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