Primer día del segundo mandato
Aunque la tentación sea enredar interpretaciones sobre los deseos del Gobierno y el accionar del Poder Judicial hay otros signos para leer cómo se posicionan los distintos vectores de poder en la era Milei. Una muestra gratis la ofreció el despliegue ofrecido para la premiación del presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti para el galardón “Justicia 2024” que entregó la universidad UCES, a comienzo de mes. En rigor, el acto fue planificado como “el primer día del segundo mandato” del santafesino, cuya reelección anticipó Ámbito que se iba a desencadenar en el último acuerdo de septiembre de la Corte Suprema, y que tenía preparada una elección remota desde tierras cordobesas, en caso de que hubiera algún boicot.
En un “vip” especialmente dispuesto frente a la tarima del homenajeado se dispusieron lugares para una selección de magistrados de Comodoro Py con expedientes relevantes. Casi toda la Casación con Gustavo Hornos, Diego Barroetaveña, Daniel Petrone, Carlos Mahiques y hasta Alejandro Slokar –que no suele dar presente en estos eventos- ocuparon sus lugares reservados. De primera instancia, Julián Ercolini, Sebastián Ramos, Sebastián Casanello y María Eugenia Capuchetti. Pablo Yadarola del penal económico participó. Juan Manuel Olima Espel representó al Ministerio Público Fiscal y a la Asociación de Magistrados, su presidente Andrés Basso. Varios consejeros de la Magistratura ocuparon las últimas líneas.
El camarista platense, Roberto Lemos Arias y Aníbal Pineda, de Rosario también ocuparon sus butacas y más lejos el director de la Dajudeco, Juan Tomás Rodríguez Ponte. Algunos parecieron fichajes que en otros momentos hubieran estado firmes detrás de Ricardo Lorenzetti, ausente porque era la figura de otro acto simultáneo en el que el camarista Mariano Borinsky presentaba un libro llamado “¿Puedo ir preso?”, en la Facultad de Derecho con un análisis sobre la privación de la libertad durante el proceso penal. Allí, las autoridades académicas eludieron cualquier referencia al conflicto universitario que estaba copando la agenda y se concentraron en el motivo del convite. De todas formas, Lorenzetti envió su adhesión al acto de Rosatti en gesto de camaradería. Barroetaveña, Petrone y Mahiques volaron de la UBA a la UCES para tener asistencia perfecta.
El objetivo en UCES era agrupar figurones y enviar señal monolítica de unidad dentro del Poder Judicial. Juan Carlos Maqueda, Inés Weinberg de Roca (TSJ porteño) y presidente y vice de la SCBA marcaron asistencias institucionales de relevancia. No hubo presencia oficial de nadie del Gobierno. ¿Tampoco fueron invitados? Si algo debe llamar la atención era la presencia fugaz del camarista Sergio Fernández, más que influyente dentro del poderoso fuero Contencioso Administrativo Federal que se escabulló apenas culminó la ponencia de Rosatti. José Luis López Castiñeira del mismo fuero se quedó hasta el final.
El Contencioso fue uno de los pocos que “mojó” en el gobierno de Milei. En rigor, consiguió renovación por cinco años más de su presidente Jorge Morán que junto a Roberto Hornos de penal económico fueron los únicos dos magistrados de la era Milei en lograr que les envíen sus pliegos al Senado para un nuevo aval. El Contencioso ha logrado coleccionar una impresionante cantidad de planteos judiciales contra las medidas del Ejecutivo que podrían ponerlo en jaque o salvarlo con el paso del tiempo. Más que nunca se transformó en el fuero de la gobernabilidad con materias tan disimiles como amparos por los comedores comunitarios, la elección de la AFA, los despidos en el Estado o los cambios en Ganancias. Tienen en sus manos el corazón de todo lo que le importa a la Casa Rosada.
En el salón más amplio, afuera, en una suerte de segunda platea donde se televisaban los discursos que ocurrían en el “vip”, todos los principales secretarios de Corte y personal jerarquizado de “planta” se distribuyó en sillas de madera lo que transmitía una imagen marcial de alineamiento con Rosatti. O con la Corte y su mayoría. Esas señales no se decodifican en el afuera –donde transcurre la vida real- pero son semióticamente relevantes para el mundo judicial que utiliza como combustible la sobre interpretación.
La discusión que se avecina y la pulseada con el Gobierno es presupuestaria pero también tendrá un capítulo de poder donde –en época de crisis- el instinto manda abroquelamiento. Las señales están en el aire y parecen haberse desplegado desde el primer día de un nuevo mandato.
Por Gabriel Morini