Entre los hechos que podrían haber sido noticia (de no haber mediado el humo de los gases y el gas pimienta que implementaron las fuerzas de seguridad para reprimir la manifestación), se registró el verdurazo que organizó la UTT en la Plaza Congreso bajo el lema “frente a la crueldad, más solidaridad”.
El camión de la organización campesina se estacionó sobre la calzada circular cercana al monumento a los Dos Congresos poco antes de las dos de la tarde de ese miércoles, cuando las columnas más nutridas de manifestantes aún no habían llegado. Sin embargo, centenares de personas, en su mayoría adultos mayores, ya estaban en la Plaza en actitud de protesta, con pancartas caseras, con decisión de hacerse escuchar. Mientras tanto, productores y productoras frutihortícolas comenzaban a bajar los cajones entre los que se podían ver paquetes de acelga, espinacas, lechuga, cilantro, albahaca y variedad de productos de huerta. Otros militantes ordenaban la fila para que todas las personas que se congregaron en torno a los alimentos pudieran recibir su ración.
«Llevamos todo de las quintas, directamente del campo, de donde producimos, solidarizándonos con nuestros jubilados y también con la gente que no está pudiendo llegar a fin de mes”, describió Zulma Molloja, responsable del Área Social de la UTT y una de las voceras de la organización. Al igual que el resto de los militantes que llevaron adelante el verdurazo, Zulma es productora. Vive en la localidad de Olmos, en La Plata, y hace ya casi una década que conoció los beneficios de la agroecología. “Los jubilados y jubiladas están siendo castigados por el gobierno nacional: tienen cada vez menos medicamentos, menos prestaciones médicas y recortes en sus jubilaciones. Es inadmisible que los condenen al hambre y al abandono después de toda una vida de trabajo», explicó.
Poco después de haber distribuido la totalidad de los alimentos entre las personas que habían ido a manifestarse, cerca de las cuatro de la tarde se desató la violencia policial.
Un antes y un después
El método cobró notoriedad en el contexto de otra represión, aunque aquella vez los bastonazos fueron directo a los organizadores de la UTT. El 16 de febrero de 2019 la Policía de la Ciudad de Buenos Aires buscó impedir la instalación de una medida solidaria que las distintas coberturas mediáticas llamaron “verdurazo” o “feriazo”. Para ello, no ahorraron gases lacrimógenos ni balas de goma. Las imágenes de la policía pegando y las verduras rodando por el piso, mientras personas necesitadas procuraban rescatar los alimentos y esquivaban la represión, se replicaron en medios y redes sociales a lo largo de todo el país. La UTT defendió el derecho a instalarse en el espacio público para llevar adelante acciones solidarias, aunque el gobierno de la Ciudad insistía con la necesidad de tramitar autorización previa. La pulseada se resolvió a favor de la organización, que siguió con los verdurazos, logrando cada vez más visibilidad.
Pero el primer verdurazo, el que inició el método, se realizó el 14 de septiembre de 2016 en la Plaza de Mayo. Allí los productores organizados llevaron 20 toneladas de verduras para repartir y aprovecharon la ocasión para visibilizar su agenda: denunciaron ser “esclavos de un modelo de producción basado en agroinsumos a precio dólar, y un sistema de comercialización con una diferencia promedio del 400 por ciento entre lo que recibe el trabajador en su quinta y lo que paga el vecino en el comercio”.
“Hay varios méritos que explican la efectividad de esta estrategia”, analizó Luis Caballero en el libro Economías populares. Una cartografía crítica Latinoamericana. Caballero es magister en Economía Social por la Universidad de General Sarmiento y lleva más de 20 años trabajando en programas de desarrollo rural con movimientos campesinos. Los verdurazos surgidos en 2016 lograron “interpretar el contexto que estaban atravesando los sectores populares urbanos durante el macrismo (…) Esta nueva forma de manifestación convirtió a la UTT y a otras de estas organizaciones de horticultores periurbanos en protagonistas centrales de la resistencia a las políticas neoliberales, al punto tal que la estrategia gubernamental mutó de inicialmente ignorarlos a posteriormente buscar impedir los verdurazos incluso a través de la represión policial, lo cual obviamente llevó a popularizarlos aún más”.
En la actualidad, los verdurazos ya no son novedad. Eso parece haber mermado la potencia de lo nuevo. Sin embargo, el método se fue expandiendo por todo el país. Un día después de la movilización en el Congreso de la Nación, el jueves 5 de septiembre se realizó un “verdurazo contra el Poder Judicial” frente al juzgado de La Banda, en Santiago del Estero; de ese modo las familias campesinas denunciaron la intervención judicial “injusta y arbitraria” de la cooperativa Colonia El Simbolar, hecho que perjudicó a toda la comunidad. El pasado 3 de julio, otro verdurazo se realizó en San Salvador de Jujuy, donde repartieron más de 1000 bolsones de verduras como parte de la denuncia por el “aumento exorbitante de los insumos y el recorte de los pocos programas de asistencia al sector”. Un mes antes, el 10 de julio, en la céntrica plaza San Martín de Mar del Plata, realizaron un “feriazo” como parte de un plan de lucha ante los recortes de programas que promovían la agricultura familiar.
Mientras las huelgas y piquetes padecen una fuerte estigmatización promovida por los sectores reaccionarios y los medios masivos de comunicación porque “perjudican a la gente”, las organizaciones campesinas protestan y defienden sus derechos regalando alimentos a quien los necesita –o vendiéndolos a precios muy bajos, apenas para cubrir los gastos de traslado–. Por la solidaridad y por la valoración del hecho novedoso, se trata de una dinámica virtuosa que destaca en estos tiempos de crisis y desconcierto.
Por: Pablo Solana