Las reservas internacionales siguen bajo presión, con un panorama alarmante. Aunque el BCRA ha logrado comprar algunas divisas en las últimas semanas (aunque no en ésta), las reservas netas se encuentran en un preocupante nivel de U$S 3.355 millones negativos (o U$S 5.650 millones si se consideran los Bopreal con vencimientos cortos). Esta situación crítica imposibilita entonces la idea de una salida del cepo cambiario en el corto plazo. La economía real no muestra signos de recuperación sostenida, y los mercados no están tomando las señales que podrían generar confianza suficiente para acompañar una posible flexibilización del cepo. No hay tracción desde los mercados hacia las inversiones, ni desde la actividad concreta hacia los salarios. Al contrario.
¿Quitar el cepo? En este contexto, es una misión imposible. Sin acceso a financiamiento externo, sin nuevos ingresos de divisas por exportaciones y con un mercado que sigue mostrando desconfianza, liberar el mercado cambiario no solo generaría una devaluación descontrolada, sino que aceleraría la inflación y la fuga de capitales. El BCRA sugirió que los niveles de estabilidad monetaria para salir del cepo recién se alcanzarían en diciembre de 2027. El loop parece interminable.
El problema no es solo coyuntural, sino también estructural. La Argentina está atrapada en un círculo vicioso de falta de crecimiento, alta inflación y desconfianza de los mercados. La caída en la inversión pública en infraestructura es un síntoma de un ajuste fiscal para cumplir con las metas del FMI y del mantra libertario, pero que deja al país sin capacidad de crecimiento a mediano plazo. Sin nuevas inversiones en infraestructura, es difícil imaginar cómo el país podría mejorar su competitividad, dejando todas las fichas apostadas al RIGI de pronóstico todavía abierto. La frutilla del postre ocurrió este martes, el ministro de Economía declaró que el día 2 de septiembre se reducirá el impuesto País de 17,5% a 7,5%, beneficiando las importaciones. Paradójicamente, los días 2 de septiembre se conmemora el día de la industria, en nuestro país.
El consenso social también está en crisis. La sociedad, golpeada por la inflación y la caída del poder adquisitivo, comienza a mostrar signos de agotamiento ante un modelo económico que no ofrece mejoras visibles en el corto plazo. La combinación de la caída del consumo de carne y leche, junto con los aumentos tarifarios que erosionan los salarios, está ajustando la calidad de vida de millones de argentinos. La idea de que un ajuste fiscal puede convivir con un crecimiento económico sostenible parece estar cada vez más lejana. Sólo le queda la desinflación al gobierno, cuestión que podría mostrar nuevos descensos, pero a costa de un modelo debilitado.
Por Hernán Herrera
Lic. profesor en UBA y Flacso, investigador Fundus.