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La Unión de Importadores (UIA) y la gran barata de los gigantes

El atraso cambiario, el abandono del Gobierno de Javier Milei a las políticas productivas y un mercado interno derrumbado empezaron a configurar un escenario que parece un déja vù de la era de Mauricio Macri. Cada vez son más los industriales que piensan en convertirse en importadores o bien bajan la persiana de la producción para volcarse a comercializar lo que viene de afuera. Mientras las ventas en el mercado interno obligan a los gigantes de alimentos, bebidas y productos de limpieza a rematar mercadería hasta con 40 por ciento de descuento para intentar sacarse producto que no logran vender ni con una inflación acercándose al 3 por ciento, la más baja de año.

Hasta en los pasillos de la Unión Industrial se habla del tema de las importaciones, una entidad que quedó anestesiada ante la ejecución libertaria que le asestó el mayor golpe a la actividad de su historia. “Esto, en unos meses, va a ser la Unión de Importadores de Argentina (UIA)”, disparó con simbolismo elocuente, un dirigente que recorre los pasillos de la sede de Avenida de Mayo. Semanas atrás, un grupo nada despreciable de pymes viajó a China a recorrer la Feria de Cantón, que se realiza desde los años 60 en esa localidad y es la meca de los productos textiles.

El sector de indumentaria, cuentan, se mueve un año adelantado, es decir, lo que fueron a buscar allí por precios, llegará a la Argentina, en volumen, en el invierno del 25. Hasta ahora, era normal que los grandes del sector salieran de shopping en el exterior, pero ahora lo están haciendo las pymes textiles, que tienen la capacidad instalada -cantidad de máquinas que usan sobre el total disponible- en un 40 por ciento. “Está todo regalado, porque hay atraso cambiario”, relatan los que conocen el paño. Las mismas fuentes aclaran que hoy la importación sigue baja porque “no se vende nada”, pero “si la demanda recupera un poco, el año que viene va a haber una inundación de productos chinos”. Cabe destacar que, en paralelo, el Gobierno de Milei derogó desde octubre cualquier obligatoriedad de cumplimiento de requisitos técnicos de los productos importados, que hoy son norma. Un ejemplo elocuente, las recomendaciones de productos usados para fabricar cunas de bebes fabricadas en el exterior.

Otros dos rubros que están en la misma son los jugueteros y los fabricantes de calzado, fundidos y más afines a traer de afuera. Hoy la industria vive la tormenta perfecta: puede importar más barato, pero el mercado interno está tan demolido que no alcanza a colocar el producto. Tampoco puede exportar: lo que gana importando, lo pierde en competitividad exportadora. Es una constante el ejemplo de fábricas que están vendiendo a pérdida o con márgenes cortos al exterior, con el único objetivo de que la producción no caiga aún más. Un dato extra: cuando se baje de 17,5 a 7,5 el Impuesto País, que rige a las importaciones, traer de afuera será un 10 por ciento más barato que hoy. Y a fin de año, con la quita total del tributo, convertirá a Argentina en un páramo fabril.

Igual a Macri, pero con menos demanda

“Esto es igual que Macri, pero con una caída de la demanda mucho mayor”, detalló a este diario un referente de la UIA. La entidad que conduce Daniel Funes de Rioja tiene un listado de gigantes que están por cerrar, suspendiendo o parando plantas, el síntoma lógico de la caída de la demanda, el dólar atrasado y el ingreso de importados. La casa fabril está hace 20 días sin reunirse, volverá a hacerlo este martes, y quedó casi grogui ante las políticas de Milei, que decidieron bancar para concretar la reforma laboral que, al fin y al cabo, consideran algo permanente. Es lo que queda, aún con el Gobierno limado y pagando el costo político de hacerlo. La actividad va y viene, dicen.

Es curioso lo calcado que es el escenario al de los años PRO. Muchos recuerdan cuando el ex ministro de Industria de Macri, Francisco “Pancho” Cabrera, les dijo a los industriales que se reconviertan o mueran. Es lo mismo que hoy dicen el ministro de Economía, Luis Caputo, y el Desregulador, Federico Sturzenegger. Ambos blanquearon que el esquema económico es el fomento a políticas extractivistas y agrarias, un modelo con un crecimiento magro del empleo. Cayó como una bomba para dirigentes de UIA cuando, el domingo en La Rural, Milei y sus funcionarios volvieron a abrir la grieta poco práctica de campo versus industria, graficando que éste último es el sector que será locomotora del crecimiento.

En este escenario, Funes de Rioja y el secretario de la UIA, el dueño de Sinteplast Miguel Ángel Rodríguez, se reunieron hace días con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, para ordenar el Diálogo Social, que se resquebraja porque el nexo con CGT está roto. En el fondo, fueron a testear qué nivel de interés tiene el Gobierno por la economía real. “Nosotros vemos una “L”, no una “V””, le adelantaron blanqueando una recesión extendida. Francos, que se ha transformado en una especie de ministro desempoderado de la economía real, casi un confesor de sollozos empresarios, les aclaró que las decisiones de política económica no las toma él, y que tampoco quiere roces con Caputo y Sturzenegger. El Gobierno tiene el escritorio desordenado, porque no sólo no ve la micro, sino que no reglamentó aún el RIGI y el capítulo pyme, temas que tienen en vilo a las pequeñas empresas, que se ven perdiendo. “La UIA se circunscribe a mandar comunicados”, apuntan los críticos del Gobierno, que se quejan de que no hay interlocución. Días atrás, algunos de ellos almorzaron con Juan Pazo, el Coordinador de Hacienda. Rica la comida y bueno el vino.

Hoy estamos de remate

El Día Internacional de la Cerveza se celebró el viernes en todo el mundo. Argentina brindó con un récord: el sector reportó que desde que Milei es Gobierno, las ventas cayeron 25 interanual, contra igual semestre del 2023. El número no encuentro parangón ni en la crisis del 2001. Y exhibe un problema: se dio con las cerveceras como Quilmes y la chilena CCU con una política ultra agresiva de descuentos.

Mientras el Gobierno le quita la vista a la depresión económica, el mercado interno se transformó en una Gran Barata donde los gigantes nacionales y multinacionales rematan producto en condiciones realmente ridículas para un mercado de funcionamiento normal.

Rubén Cherñajovsky, dueño de Newsan, la fábrica de electro, compró meses atrás la operación local de la estadounidense Procter and Gamble (P&G). Horas atrás mandaron a los comercios notas diciendo que bajan los precios un 40 por ciento. La firma de limpieza estaba muy por encima de los valores de la competencia, que aún con precios más bajos tampoco puede liquidar stocks. El rubro Limpieza, de hecho, es el que peor la pasa en la recesión, junto con Bebidas con y Sin Alcohol.

La desesperación por vender hizo que otros grandes pasaran listas muy por debajo de los últimos IPC. Coca Cola aumentó 2 por ciento y una vez al mes suma promociones agresivas; Molinos subió 1 por ciento; y Mastellone (Serenísima) 2 por ciento. Todas lo hicieron con la intención de traccionar la demanda. No se movió el amperímetro de gasto. Además, están perdiendo contra las marcas propias de los supermercados, que crecieron 8 por ciento en volúmen. Ya van al menos tres reuniones en las que los dueños de supermercados le explican al Gobierno por qué la demanda no se mueve, teoría centrada en la liberación total de precios de la economía, que esta semana se consagró con tarifazos a la luz, el gas, el boleto de colectivos, las prepagas, colegios privados, taxis, agua, peajes y hasta alquileres. En siete meses, los técnicos del Gobierno prefieren contestarles que el IPC está yendo a cero. Una ficción demasiado forzada.

Por Leandro Renou
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