UNAJ, la universidad que no quería Vidal

La Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), tendrá nueva sede en Berazategui. Su rector actual, Arnaldo Medina, y su rector emérito, Ernesto Villanueva, analizan cómo proyecto educativo y territorio interactúan y se transforman mutuamente. El contraste con la mirada de Vidal.

Como si cada vez cayera más abajo uno de los lemas de María Eugenia Vidal («Los pobres no llegan a la universidad») el Presidente Alberto Fernández acaba de firmar el convenio de construcción de la nueva sede de la Universidad Nacional Arturo Jauretche en Berazategui. La UNAJ nació en Florencio Varela por un alineamiento de planetas y de dirigentes políticos que definieron la necesidad de construir, según propia definición, «una universidad masiva, plebeya y enraizada en el territorio».

Si bien la comunidad varelense anhelaba contar con una universidad propia desde hacía muchos años, la historia de UNAJ, cuenta su rector emérito, el sociólogo Ernesto Villanueva, se remonta a 2010. “En noviembre de ese año, Julio Pereyra, que todavía era intendente de Varela, viajaba en auto con Cristina y le señaló el viejo edificio de YPF como posible sede para la UNAJ, que entonces apenas ocupaba solo una esquina», recuerda hoy. «Cristina conocía muy bien el edificio porque la vieja ruta entre La Plata y Buenos Aires pasaba obligadamente por ahí. Le pidió a Aníbal Fernández que se ocupara y en noviembre tomamos posesión de la nueva sede. Tiempo absolutamente récord para la gestión pública argentina.”

Villanueva, dedicado hoy a dos de sus pasiones, Racing y la integración académica regional, fue primero rector organizador y después rector elegido por la comunidad académica hasta la elección de Arnaldo Medina, el rector actual.

Cuenta que le puseron «Arturo Jauretche» por el entonces diputado nacional Carlos Kunkel, vecino de Varela.  “Atrajo a un perfil determinado de docentes, con una mirada política, vinculada al proyecto nacional”, explica Villanueva. “Hace unos años, cuando Patricio Mussi ya era intendente de Berazategui, me llamó para agradecerme que, en una recorrida por un barrio, había encontrado estudiantes nuestros tomando la presión a los vecinos y haciendo atención primaria. No los había mandado yo: era la cátedra de salud pública, que incorpora esas experiencias en su currícula. Durante el gobierno de Macri nos desfinanciaron seriamente, al punto que llegamos a deber dos meses de sueldos. Lo revertimos con movilización: toda la comunidad se sumó al abrazo a la UNAJ y los fondos aparecieron.”

Fue entonces cuando Vidal, gobernadora bonaerense, pronunció su famosa frase, que completa fue así: «¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?». La Provincia tenía entonces 22 universidades públicas. De ellas, 10 fueron creadas durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. De las 22, cuando Vidal habló 14 estaban en el Conurbano. Pero según la Universidad Pedagógica Nacional, la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC informaba que en 2015 ya 315 mil personas acudían a universidades públicas. De ellas, casi el 12 por ciento pertenecía al 20 por ciento más pobre de la población. Un universo de 38 mil estudiantes.

La UNAJ, que tiene emprendimientos académicos comunes con la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, hoy reúne a tres unidades académicas: el Instituto de Ingeniería y Agronomía, el Instituto de Ciencias Sociales y Administración y el Instituto de Ciencias de la Salud. Allí, donde se dictan carreras tales como ingeniería en petróleo, informática, transporte o producción vegetal intensiva, enfermería, medicina, farmacia hospitalaria, trabajo social, gestión ambiental y economía, concurren 32 mil estudiantes.

Dan o dieron clase, entre otras figuras de la academia, la neurocientífica Silvia Kochen, el presidente de la Sociedad Latinoamericana de Sociología Rural Germán Quaranta, el psiquiatra Santiago Levin, la teóloga Emilce Cuda, el politólogo Franco Castiglioni y el economista Patricio Narodowski.

Explica Villanueva que Varela y Berazategui tienen muchos barrios, algunos con realidades complejas. Sin embargo, no hay un barrio que no esté representado en UNAJ, que no tenga sus estudiantes universitarios. «Y hay un ida y vuelta, una reciprocidad constante entre la universidad y los barrios, que es muy característico de esta universidad», dice. Villanueva relata que la ubicación geográfica, casi equidistante de La Plata y Buenos Aires, las dos grandes universidades tradicionales, también influyó al menos en dos aspectos. «Profesionales de gran nivel, que no encontraban allí el lugar que buscaban, lo encontraron en UNAJ. Luego, como la universidad está emplazada en una zona de influencia de un millón de habitantes, donde no había educación superior:: Varela, en el límite con Berazategui -del otro lado de Avenida Calchaquí-, para la gente del sur de Quilmes como Solano o La Florida, es más accesibles que la UNQui». Varela tiene una gran superficie todavía rural, que se va poblando gradualmente,y un crecimiento demográfico superior a la media, “Por eso, aunque Vidal no lo haya podido concebir, arrancamos con un 95 o 96 por ciento de universitarios de primera generación”, sonríe.

“La oferta académica se definió en base a tres preguntas: ¿qué necesita el país? ¿qué necesita la provincia? ¿qué podemos hacer nosotros? En algunas universidades la oferta académica acompaña la demanda. Nosotros nos permitimos dudar un poco de la demanda de pibes de 18 o 19 años. Lo importante es que vengan a la universidad, que descubran un mundo desconocido y puedan elegir entre esas opciones. Por eso no tenemos psicología ni comunicación, por ejemplo, porque hay carreras sobredemandadas y otras muy necesarias, con buenas perspectivas, que nadie aborda. Por ejemplo, ingeniería en petróleo. ¿Quién sabe a los 18 años que quiere ser ingeniero en petróleo? A lo sumo saben que quieren ser ingenieros. Entonces vienen, entran en contacto con el mundo universitario y algunos descubren la vocación por el petróleo”.

A la hora de definir o comprender el perfil socioeconómico de los estudiantes, para Villanueva, “hay que tener en cuenta que Varela siempre recibe migrantes internos y de países limítrofes, constantemente llega gente. Y eso influye en las mediciones de pobreza e indigencia. Un ejemplo para nosotros fue el boleto estudiantil. Todos los estudiantes lo defienden y desean, pero en Varela era cuestión de supervivencia”.

La relación con el hospital El Cruce

La otra decisión, además de instalar la UNAJ y hacerla crecer, fue la creación de el hospital El Cruce «Néstor Kirchner». “El hospital es universitario y tiene un vínculo privilegiado con la UNAJ, con la que se comparten actividades de posgrado e investigación”, afirma el actual rector de UNAJ, Arnaldo Medina, que dirigió el hospita desde su creaciónl.

Medina es médico de profesión, Especialista en Salud Pública, Especialista en Educación Superior y Magíster en Economía y Gestión de la Salud. Fue viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires y ocupó el mismo cargo en Nación durante la pandemia y el primer director del Hospital El Cruce de alta complejidad. Ambas instituciones están ligadas de manera histórica -nacieron con apenas dos años de diferencia- y también geográfica, porque se ubican a apenas una manzana de distancia.

Siguiendo las necesidades y demandas de El Cruce, UNAJ abrió la licenciatura en Enfermería, una carrera casi de género, con gran impacto en la movilidad social ascendente de mujeres de sectores bajos. Se esperaban 900 inscriptas y hubo 3000.

“Sigo ligado al hospital, por mi condición de rector de la UNAJ, que tiene un área de salud importante. También tengo muchos amigos ahí, y siento una responsabilidad política de acompañar y apoyar a la actual gestión del hospital. El hospital funciona muy bien, tiene una excelente gestión. Incorpora nuevos servicios, nuevas tecnologías, crece en lo edilicio, mejora en calidad”, cuenta. “Hemos incorporado las denominadas habilidades blandas de las que se habla poco en la salud, pero son importantes para el buen desempeño profesional: lo vincular, la comunicación, la capacidad de empatía. Si el profesional sólo habla en términos científicos y no logra ponerse en el lugar del interlocutor, es un problema”, ejemplifica.

Por Gastón Garriga
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Pagina12

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