Utilizaron todas las herramientas del sistema para intentar resquebrajar un reclamo que seguiría siendo presentado en el recinto una y otra vez. Nos acompañaban las históricas, las que ya desde los setenta se organizaban desde abajo, quienes comenzaron la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en un Encuentro Nacional, allá por los noventa.
Fue muy duro cuando el proyecto se desaprobó en 2018. Fue aún más duro continuar perdiendo compañeras por los abortos clandestinos, las muertas que nada le importaron a quienes votaron en contra de la ley. Pese a la negación, se habían tejido redes hacía años para que quienes decidieran interrumpir su embarazo, pudieran hacerlo de forma acompañada.
Las Socorristas en Red hicieron una tarea enorme, que se dificultó con la emergencia sanitaria y el aislamiento. La necesidad de la aprobación la ILE fue aún más urgente, eran las mujeres y personas gestantes no sólo las más afectadas por la pandemia y la crisis económica, sino que además eran quienes no podían acceder al sistema de salud en caso de interrumpir un embarazo sin caer en la cárcel.
La madrugada que se aprobó la ley, un grito de alivio, alegría inmensa y emoción recorrió los cuerpos que estaban hacía más de 12 horas esperando la votación. Las históricas, como Nelly Minyersky, Dora Barrancos, Martha Rosenberg, Nina Brugo, Marta Alanis, miraban a su alrededor a la masa enorme de chicas y chicos que continuaban el camino que ellas venían trazando hacía años. Habían marchado con bastones, bailado junto a las percusionistas de las organizaciones, viajaron por todo el país poniendo el cuerpo por todas.
A un año de la sanción de la Ley 27.610, que garantiza el aborto legal, seguro y gratuito, queda mucho por hacer. El Ministerio de Salud contabilizó un total de 32.758 interrupciones legales del embarazo en centros de salud del país, 46.286 tratamientos con Misoprostol y 1243 hospitales y centros de salud en todo el país que garantizan este derecho. Después de años de clandestinidad, el Estado por fin provee de información y recursos para poder acceder a un aborto seguro. Pero, el cumplimiento en todos los territorios del país es complejo y desigual. Aún hay sectores del sistema de salud que se niegan a realizar las prácticas, cuando en la ley se establece claramente que no sólo no se necesitan adhesiones provinciales, sino que además la objeción de conciencia no puede impedir que den información, derivación a otro hospital o profesional que garantice la práctica y los controles post aborto.
Los sectores que hicieron fuerte lobby para que la ley no logre la doble sanción, ahora se dedican a pararse afuera de hospitales para amedrentar a las personas que buscan acceder a la ILE y a los profesionales de la salud y centros de salud que garantizan el acceso. La ley es una norma vigente, que debe garantizarse en diez días desde la primera consulta, sin dar motivos, hasta la semana 14. Luego de ese plazo, continúan vigentes las causales establecidas en el Código Penal desde 1921. Los reclamos no finalizan con la aprobación. Es necesario el pleno cumplimiento de la ley y la plena garantía de la educación sexual integral.
La probación además generó una ola expansiva en los feminismos de la región: en Chile, la mirada está puesta en la Convención Constituyente para poder alcanzar el derecho al aborto legal. En México, tras una feroz batalla en los recintos y plazas del país, varios estados como Veracruz, Hidalgo y Baja California despenalizaron el aborto hasta la semana 12 de gestación. La lucha de los movimientos feministas en Argentina fue un ejemplo para el mundo, una señal para que muchas redoblaran el ímpetu para alcanzar la ley.
Quienes estuvimos en las plazas de todo el país, lo sabemos. Somos quienes nos organizamos año tras año desde los barrios, las organizaciones políticas y sociales, los plenarios sindicales, en los recreos de la escuela, en las esquinas, en las redacciones.
Quienes marchamos e hicimos la vigilia, aún esperamos que nuestros derechos se cumplan plenamente, para siempre, por una sociedad más justa.
Por: Candelaria Domínguez