Mientras la inflación general aumentó en noviembre 51,2 por ciento interanual, los precios de las prendas de vestir y el calzado escalaron 62,8 por ciento. Empresarios del sector atribuyen la suba al aumento de las materias primas a nivel mundial, del costo de los fletes internacionales, al alza del tipo de cambio y a cuellos de botella estructurales. Especialistas en el rubro también señalan que hay recomposición de márgenes de ganancia en distintos eslabones de la cadena.
La división de ropa y calzado arrancó el año con una suba leve de 0,1 por ciento en enero, pero se fue acelerando hasta llegar a su pico en marzo, con 16,2 por ciento. Luego, a excepción de mayo y julio, arrojó aumentos mensuales por encima de la inflación general. Es la sección que más aumentó sus precios en 2021.
¿Por qué suben?
En primer lugar, por el incremento de precios de las materias primas del sector textil e indumentaria a nivel mundial por la «demora en la recomposición de la actividad de los países productores luego de la contracción provocada por la pandemia. A esto se le suma un incremento de la energía eléctrica y del gas a nivel mundial que impacta en los costos de producción de estas materias primas, principalmente las manufacturadas», explican desde la Fundación Protejer que agrupa a empresarios de la cadena agroindustrial.
Se trata de insumos ampliamente difundidos en la cadena de valor, cuyos precios están dolarizados y muchos de ellos son, además, importados: la fibra de algodón se incrementó 59 por ciento en dólares en su comparación interanual, la fibra de poliéster, 26 por ciento, entre otros.
A este fenómeno se le suma el aumento del costo de los fletes marítimos que impactan en todas las mercaderías importadas. En esta misma línea, el alza del tipo de cambio impacta en la estructura de costos de una cadena que cuenta con un gran porcentaje de insumos dolarizados. «Entre el aumento de la materia prima y el de los fletes internacionales se estima que el precio de importar POY en el país, insumo necesario para la fabricación de hilado de poliéster de uso textil, creció 75 por ciento en dólares y, sumada la devaluación el incremento en pesos asciende a casi 120 por ciento», explican desde el sector.
Finalmente, los textiles resaltan que las ventas se sitúan aún muy por debajo de los niveles de 2019 y esto hace que el costo unitario por producto aumente debido a que los costos fijos se prorratean entre menos unidades.
«Muchas marcas sostienen que existe una fuerte dificultad para encontrar talleres donde confeccionar sus prendas», aseguran desde el sector. El propio funcionamiento de la cadena de valor que desde la década del 90 estructuró el desprendimiento de las marcas de la actividad manufacturera de la confección termina incidiendo en los costos y, por lo tanto, en los precios de las prendas.
La precariedad e informalidad en la que se manejan los talleres hicieron que muchos de ellos no hayan podido sobrevivir a la crisis. Asimismo, la devaluación del peso y la brecha cambiaria expulsó a mucha de la mano de obra migrante, que representa un porcentaje alto en la confección. El salario en pesos dejó de ser rentable para mantener a su familia en el exterior lo que generó un éxodo de mano de obra a países con monedas más fuertes, como por ejemplo Brasil, para seguir manteniendo esa dinámica.
Metodología del IPC
Finalmente, desde Protejer relativizaron el reflejo de la realidad de las estadísticas que contabiliza el IPC: «Uno de los aspectos más importantes es que el IPC utiliza la estructura de consumo que surge de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo) del 2004. Esto significa que para calcular cuánto pesan en el total los productos y canales de venta se utiliza lo que las familias consumían casi 20 años atrás», señalan desde el organismo y agregan que «según estimaciones propias, el consumo de marcas de gamas más altas -con presencia en shoppings- ha cedido terreno al calor de la pérdida de poder adquisitivo en los últimos cinco años y el surgimiento de las nuevas modalidades y actores. La clase media empezó a acudir a marcas alternativas, emprendimientos, showrooms o outlets e inclusive realiza compras en la calle Avellaneda» que el IPC no contabiliza, apuntan.
Tampoco toma en cuenta el precio de una prenda de marca fuera del precio de lista, al que acceden pocos consumidores: «Canje de puntos, grandes descuentos con diversas tarjetas, cuotas, 2×1, liquidaciones a semanas de arrancar la nueva temporada; todos factores que cada vez ganan más terreno en este segmento, imprimen distorsiones y hacen difícil medir realmente un precio», aseguran.