Recién el 9 de abril de este año el gobierno nacional instruyó a la Procuración del Tesoro para que sea querellante en la causa que investiga la deuda con el FMI. Lo hizo con el decreto 239 para que actúe en el expediente denominado “Mauricio Macri y otros, defraudación por administración fraudulenta”. El núcleo de la investigación son los más de 45 mil millones de dólares que el gobierno de Cambiemos recibió del Fondo. Y con el que batió un récord histórico: contrajo la deuda más grande en toda la historia del organismo creado en 1944 y que comenzó a funcionar un año y medio después, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
El Fondo -se sabe- prestó ese dinero por orden de Donald Trump. Como en la era del imperio romano, todos los caminos conducen el Tesoro estadounidense cuando se trata de las decisiones del organismo.
Trump había comprado el relato que los macristas vendían como pan caliente en Washington, que el peronismo traería el comunismo al sur de América y que había que hacer todo para evitarlo. “Okay, my friend”. Los dólares llovieron. Macri creía que con eso volvería la “confianza” de los especuladores. No ocurrió. Todo se fue por la canaleta, diría Ernesto Sanz, en este caso de la fuga.
Macri, Alfonso Prat Gay, Nicolás Dujovne, Toto Caputo, Federico Sturzenegger, todos ellos gobernaron la economía haciendo lo que pedía el establishment financiero internacional. Los que viven de la especulación global y derrumban la economía de países enteros mientras hacen girar el hielo en sus vasos de whisky. Los que ganan millones sin producir un clavo, sin generar un solo empleo.
Lo dijo el personaje de Gordon Gekko en la película Wall Street de Oliver Stone: “Yo no he creado nada, solo poseo”.
Los Gordon Gekko para los que Macri gobernó son los que se llevaron puesto su gobierno, paradojas de la vida. La devaluación acumulada de 500% de la moneda nacional durante el macrismo fue el resultado. La hicieron los amiguitos que Toto tiene en Wall Street, cuando decidían retirar los dólares que habían traído para transformarlos en pesos y ganar 70 por ciento anual sin hacer nada, con la maravillosa tasa de interés del Banco Central macrista, más la libertad de entrar y salir a piacere. Una fiesta populista de verdad, nada de medias tintas.
Ese saqueo financiero que pagó el conjunto de la sociedad con la caída de los salarios, que pasaron de ser los más altos de la región a competir en la zona de descenso, no ha sido lo suficientemente explicado.
No se trata de judicializar decisiones que a lo mejor no son justiciables. Una comisión de la verdad, por ejemplo, no tiene porqué desembocar en un fuero penal. Es un hecho político y con un objetivo cultural: que la población, al menos una parte, entienda lo que ocurrió. La conciencia colectiva no se genera de modo espontáneo.
¿Por qué el gobierno no le pone más fuerza a la investigación de la deuda con el Fondo? Las respuestas posibles son muchas.
La decisión de limitar las cuotas para las compras de pasajes al exterior es antipática. Pero la sociedad no la relaciona con la deuda monumental que dejó Macri y la necesidad de sentarse sobre las reservas para negociar con el FMI.
El recuerdo popular del gobierno de Cambiemos es doloroso. El antimacrismo existe y el resultado de la elección general de noviembre, con la remontada en territorio bonaerense, es un indicador de que esa memoria está ahí. Pero no está mal darle más contenido, para que se entienda que el daño infligido por el saqueo financiero no se resuelve solo ganando la elección. Hay que negociar y después pagar la fiesta.
Por: Demian verduga