La imposición de un congelamiento de precios sobre alimentos y bebidas reintrodujo el debate sobre el papel de los monopolios en el proceso inflacionario. Desde algunas posiciones, las excesivas ganancias de ciertas empresas con elevado poder de mercado, definidas técnicamente como oligopolios y popularmente como monopolios, son una fuente de inflación.
En la vereda de enfrente, ciertos economistas sostienen que, aun en caso de tener elevados márgenes de ganancia, este factor no puede explicar un permanente aumento de los precios. “En todo el mundo hay monopolios y, sin embargo, en la mayoría de los países las tasas de inflación son mucho más bajas que en Argentina”, argumentan.
La idea de que un oligopolio, incluso cuando tenga mayor margen de rentabilidad que un caso de mercado competitivo, no puede explicar un proceso inflacionario, se basa en la diferenciación del nivel de los precios relativos respecto de su evolución general en el tiempo. Bajo ese prisma, la empresa oligopólica puede imponer un mayor precio relativo de su producto que si existiera un mercado competitivo. Pero eso no podría causar un alza permanente de los precios y ser, por lo tanto, la causa de la inflación.
Sin embargo, ese argumento no considera el impacto que tienen los precios relativos oligopólicos, sobre las pujas distributivas que sí pueden motorizar un proceso inflacionario. No es lo mismo tratar de encauzar una negociación paritaria para moderar la puja salario-precio como fuente de inflación, con la comida “relativamente” barata que “relativamente” cara. Este es un argumento que parece evidente pero que desconocen algunos economistas heterodoxos que minimizan el papel de los oligopolios en la puja distributiva pero, por el contrario, suelen magnificar el impacto inflacionario del fuerte sindicalismo argentino.
De todos modos, la puja distributiva tiene un papel relativamente subordinado en la inflación argentina del presente, donde la inercia pesa mucho más. La indexación formal e informal de muchos procesos de formación de precios en economías que conviven largo tiempo con inflación, genera que la inflación del pasado se proyecte hacia adelante.
Si el alquiler se actualiza por la inflación pasada, si las tasas de interés se estabilizan en niveles acordes a la inflación pasada, si los reclamos salariales se plantean de acuerdo a la inflación pasada y se agregan cláusulas gatillo, si los empresarios pactan actualizaciones con proveedores de acuerdo a la inflación pasada, la mayor parte de los precios de una economía se van a actualizar por la inflación pasada. De esa manera, la inflación del pasado se proyecta como un piso de inflación para el presente.
Esa inercia barre con las anclas cambiarias, tarifarias, fiscales y monetarias, explicando el fracaso de los diversos programas de estabilización implementados en la última década. También barre con los congelamientos de precios, salvo que sean implementados como parte de un programa que apunte a reducir los componentes inerciales de la inflación.