La oposición mediática pronostica un bombazo

El 15 de noviembre es consolidado por los medios opositores como el día del estallido de una bomba política, económica y social que abrirá un ciclo que sepultará el mandato popular de 2019. El pronóstico se asienta una vez más en la esperada extinción del kirchnerismo y en un vuelco del presidente Alberto Fernández hacia sectores conservadores.

La receta para hacer frente al hipotético bombazo es la de siempre: satisfacción rigurosa a los intereses de los acreedores, garantías totales para que las compañías extranjeras saquen sus ganancias y retiro del Estado, lo que contiene una ecuación política inevitable: el ocaso del kirchnerismo o su descenso a grupo minoritario y sin influencia, lo mismo que estos medios anunciaron durante la campaña electoral de 2015.

La contracara a esta “solución” es, según el guion reproducido en varias notas de ClarínLa Nación e Infobae, una suerte de asalto al Gobierno por parte de Cristina Kirchner y con ello, claro, el apocalipsis. En esta variante, reaparece con absoluta liviandad la mención a una renuncia del Presidente.

La instalación de esta situación se sustenta en rechazar cualquier posibilidad de que el Frente de Todos mejore su desempeño electoral. Para esto se citan encuestas o supuestas encuestas que avalan la proyección, sin admitir un solo matiz, como lo hizo Clarín en su título principal del domingo 31.

La figura de la “bomba de tiempo” es fogoneada por Eduardo van der Kooy en ClarínMartín Rodríguez Yebra y Jorge Liotti en La Nación, entre otros. De casualidad no más, la cámara de empresas estadounidenses se había expresado en los mismos términos. Rápidos para los mandados, dirigentes de la derecha política recitaron el libreto.

El martes 26, Carlos Pagni en La Nación retomó la pregunta sobre quién gobernará a partir del 15 de noviembre, apoyándose en la ilusión de que el Frente de Todos se derrumba ese día, y en especial por la pérdida de poder de Cristina Kirchner en el Senado. Al día siguiente repitió la pregunta van der Kooy, saboreando el “bombazo” y el fracaso de la negociación con el FMI, por la “falta de plan económico”, palabras que Horacio Rodríguez Larreta hizo suyas a las pocas horas, aunque se le escapó la palabra “monopolios”, que le habrá valido más de un tirón de orejas.

La defensa a ultranza de los intereses de los acreedores se expresa en una andanada contra el ministro Martín Guzmán, por la osadía de denunciar la ilegitimidad de la deuda tomada por Macri. “Fanático cristinista”, lo tildó Joaquín Morales Solá, mientras Infobae desplegó títulos con igual contenido.

El ADN sanguinario de la derecha vernácula no puede faltar a la cita: La Nación, en nota firmada por Laura Di Marco, trajo la desdichada metáfora del “matricidio” del 15 de noviembre, una forma poco renovada de la “guillotina” que para la vicepresidenta ve en sus sueños Morales Solá.

Y otra vez “la bomba del día después”, mentada por Rodríguez Yebra, el sábado, día en que Jorge Lanata en Clarín se da el lujo de incluir “hipótesis delirantes”, que son las que un medio periodístico jamás debería incluir: El 15 renuncia Alberto Fernández, pero eso sí, con la única finalidad de perjudicarla a “Ella”, que deberá vérselas con la “bomba” a punto de estallar. Con o sin delirio, el mismo día Fernando Laborda en La Nación dice sin fuente alguna, como es costumbre, que “alguien” le preguntó a “Ella” si va a reemplazar al Presidente, y “Ella” respondió que no, pero “en dos semanas se sabrá si fingió”.

Las notas del domingo visitan estos mismos extremos. Por caso, para lavarse las manos en la reproducción del relato, Liotti en La Nación pone en boca de un “obispo” la pregunta sobre si el Presidente renunciará, y qué hará Cristina, y si “hay riesgo” de que Sergio Massa tome el poder.

Para estas evoluciones, Morales Solá da la fórmula mágica: primero pagar la deuda con el “acuerdo” que ello demande, y que el Presidente arme gobierno apoyado en gobernadores. ¿Y cómo manejarse en el Congreso, ante bloques oficialistas “tomados por cristinistas y camporistas”? Muy fácil: arreglar todo con Juntos.

Sin este giro político total, escribió Roman Lejtman en Infobae, no habrá acuerdo con el FMI. De hecho, afirma el domingo que Alberto Fernández fracasó ante Kristalina Georgieva, aunque los mensajes públicos de ambos digan lo contrario. La directora del FMI pide, según dice: cambio total de la política cambiaria (devaluación, obvio); que las empresas puedan enviar ganancias al exterior a su gusto; nada de política de precios y exportaciones “liberadas”. A esto le llama “programa sustentable”.

Este fervor editorial para defender a los acreedores, a las grandes corporaciones nacionales e internacionales, se verifica también respecto de Mauricio Macri y la acusación de espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan. Hubo concierto para describir las medidas del juez de Dolores como mera operación electoral. Se puede pensar que La Nación, por tratarse de un accionista, pone énfasis especial en este penoso trabajo, pero Clarín no quiere quedar atrás y publicitan el mismo discurso los independientes Fernando GonzálezRicardo Roa y Van der Kooy.

Pagni también lo hizo en La Nación, el jueves, con una módica cuota de rebeldía profesional, escribió que no se podía esperar que Larreta y Diego Santilli acompañaran al ex presidente a Dolores ya que “sobran evidencias” de que también fueron espiados. Pero al fin, fiel al patroncito, escribe que la citación judicial es “repudiable” y que los familiares de los submarinistas son “K”.

En medio del oprobio, estos días dejan el raro caso del diario que se desmiente a sí mismo: Clarín había agitado una y otra vez que el Gobierno no consiguió para el Presidente audiencia con Francisco, porque se lo suponía “enojado”, “alejado”, “disconforme”, con Alberto Fernández. Pero Sergio Rubín publicó el viernes que el Papa “aclaró” que no recibe a autoridades ni dirigentes involucrados en procesos electorales, rasgo de la diplomacia vaticana que se conoce de toda la vida.

Fuente
Centro Informativo Quilmes

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