El vínculo entre aumento de salarios e inflación

Claro está que se están refiriendo a lo que llamamos inflación por costos que, por supuesto, no es la única causa. Ahora bien, si esto fuera verdad, la pregunta es la siguiente: ¿cómo es posible que el salario sea unos de los principales impulsores de inflación por costos si entre principios de 2016 y finales del 2020 los mismos se redujeron en términos adquisitivos en aproximadamente 17 por ciento? Vale recordar que el acumulado de inflación en el mismo período estuvo en el orden del 195 por ciento.

El índice general de precios subió más que el salario, en consecuencia, el salario se deterioró. Eso significa que los otros dos precios -beneficio y renta- constitutivos del “precio natural smithsoniano” aumentaron en términos relativos en relación al salario. Caso contrario el índice no se hubiese elevado.

Las cuentas nacionales revelan que la participación del beneficio -llamado técnicamente excedente bruto de explotación- en el valor agregado estuvo en franco crecimiento en el período de análisis, pasando de 39,2 por ciento en 2017 a casi 43,2 por ciento en 2020 (promedio de los primeros trimestres en ambos casos). Es decir, aumentó 9,2 por ciento. Esto fue en el lapso que contempla crisis económica mundial covid-19 y prepandemia.

El salario como costo y los otros

La estructura de costos de una empresa es compleja. Hay muchos más costos que los señalados por Adam Smith, pero sus sucesores modernos aplican un principio que señala que para producir cualquier bien o servicio es necesaria la combinación de mínimamente dos factores: el capital y el trabajo.

Cuando se habla de capital y trabajo, en términos remunerativos, se lo hace en relación al beneficio y al salario. Tanto los empresarios como los asalariados intentan aumentar sus ingresos con el objetivo de incrementar su riqueza y, asimismo, no perder poder adquisitivo.

Entonces, por qué se responsabiliza al salario cuando existen otras variables, en este caso el beneficio, a la hora de determinación del «precio natural». Acaso el beneficio, ¿no es un costo más que contribuye al aumento del «precio natural»?

Salario – beneficio – inflación

Siempre al salario se lo determina en función de la variable productividad. La consigna de la ortodoxia es que nadie puede obtener un ingreso mayor a lo que produce porque ello acarrearía inflación.

Más allá del cómo, quién y dónde se calcula la productividad, al trabajo se lo remunera en función del cuánto produce. Nadie pagaría a otro por algo que no genera. Pues entonces, ¿cómo el salario podría ser el causante del aumento de precios si está acorde a lo que produce? Respuesta inmediata: las negociaciones paritarias.

Si el poder sindical desvincula el cuánto se produce con la retribución salarial, ésta podría «descollar» al beneficio. Ningún empresario estaría dispuesto a producir cuando su ingreso es superado por otro. Si se otorga un incremento de salario es porque en términos relativos el beneficio es o será mayor al salario. Quizás por razones de coyuntura y oportunidad el salario supere parcialmente al beneficio, pero esto no se podría alargar en el tiempo dado que llevaría a la desaparición de la unidad de producción.

Las negociaciones paritarias están desacopladas de la inflación. Por lo general, los acuerdos se cierran entre abril y junio. El incremento de precios es anterior al de los salarios. Por lo tanto, las remuneraciones al trabajo intentan recuperar poder adquisitivo perdido como consecuencia del aumento de precios que se ha producido con anterioridad.

Además, el precio de los bienes finales que perjudican al salario quién los determina. Respuesta: el mercado. Este último constituido por productores y consumidores, pero con una particularidad insoslayable: su alta concentración en la producción y comercialización de bienes y servicios.

¿El huevo o la gallina?

Se juzga como incuestionable que el alza del salario es disparador del aumento de precios. Hay situaciones macroeconómicas como la de pleno empleo en donde la puja por el factor trabajo, por situaciones de escasez, genere inflación. No es el caso de la Argentina.

Actualmente el desempleo ronda el 11 por ciento y el uso de la capacidad instalada en la industria fue de 57,2 por ciento en enero pasado. O sea, en términos macroeconómicos sobra fuerza de trabajo, y la regla del mercado dice que cuando algo abunda, su precio baja. Por lo tanto, el salario no podría ser precio alto, menos aún si se lo calcula en dólares.

Los análisis convencionales se realizan a partir del salario y se marginan los demás precios/costos naturales. Llama poderosamente la atención que se haga muy poca mención al beneficio y renta cuando se examina el fenómeno de inflación.

Cuando un bien o servicio sale mercado lo hace por lo que vale, es decir un precio que paga “(…) la renta de la tierra, los salarios de la mano de obra y los beneficios del capital invertido (…)” según Adam Smith. Sin embargo, sólo se señala el salario.

Justamente el salario es el precio de mayor certidumbre dado que se acuerda en una paritaria, que no hace más que recuperar terreno perdido respecto a los demás precios de factores, bienes y servicios. Entonces, ¿cómo puede ser victimario de la inflación?

 

Por último, gracias a Adam Smith se puede recordar que el «precio natural» está constituido por otros precios, más allá del salario, que pueden ser causa de inflación por costos. Sería conveniente que sus discípulos (especialmente monetaristas y libertarios) se informen de la existencia del tal concepto. Es lo que esperan quienes cultivan la pasión por la economía política.

Fuente. Joaquín Belgrano * para Pagina12

* Profesor de Economía y Miembro del Observatorio de Comercio Internacional del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *