Ecuador: Yaku Pérez, ecologismo de derecha y ambientalismo popular

Hay una conocida frase en la política que reza: siempre el peor de los nuestros va a ser mejor que el mejor de los de ellos. Esta reflexión cobra relevancia cada cierto tiempo, en momentos en los que determinados personajes contrarios al campo popular desvían la atención de alguna parte de éste. La aparición de Yaku Perez, con un perfil indígena y ecologista muy cerca de la segunda vuelta, podría ser uno más de estos casos donde ciertos progresismos o activistas de una agenda sectorial se ven seducidos por lobos con piel de cordero. Curiosamente, la situación ni siquiera amerita la frase del inicio de párrafo: lejos está Andrés Arauz de ser “el peor de los nuestros”, ya que es un joven y brillante economista a la medida de lo que el pueblo ecuatoriano necesita, y más lejos aún está Yaku Pérez de competir por el mote de “el mejor” probablemente en nada. Sin embargo, algunos sectores del ambientalismo argentino lo apoyan fruto de sus reivindicaciones indigenistas y ecologistas, desconociendo -o de mínima, desvalorizando- varias de sus posiciones que poco tienen de “izquierda”.

De esta forma, se disparan dos debates necesarios y urgentes: el primero acerca de las disputas sobre la forma de encarar la crisis climática y ecológica, entre quienes ponen en el centro la transición hacia una sociedad más justa y quienes priorizan un enfoque ecologista; el segundo pone sobre la mesa la necesidad de abordar de forma seria los emergentes que aparecieron en las últimas décadas de forma de ampliar la base de sustentación y anticiparse a otres Yaku Pérez, que con una serie de consignas bien direccionadas -y un buen financiamiento- ponen en jaque a los procesos de transformación de los gobiernos populares de América Latina.

EL ROL DE LOS MOVIMIENTOS AMBIENTALES EN LOS NUEVOS ESCENARIOS POLÍTICOS

La agenda política de principio de siglo en Occidente tiene, al menos, dos nuevos grandes actores. Junto con expresiones de extrema derecha, xenófobas y conservadoras que se consolidan dentro de los sistemas políticos, las agendas y partidos verdes cobran protagonismo y se posicionan en el debate público. En un primer análisis, la tendencia conduciría a pensar que frente a dicho escenario el activismo ambiental sería contrapeso de expresiones conservadoras y afines a las corporaciones, debido a la naturaleza crítica del sistema actual que poseen la mayoría de los abordajes posibles a esta problemática. Sin embargo, con frecuencia esto no es así: en aquellos países de Europa donde los partidos verdes alcanzaron una mayor robustez electoral, los marcos de alianzas muestran casos donde las experiencias son completamente distintas y sientan precedentes de un ambientalismo funcional a la derecha en las discusiones grandes de poder.

Ejemplo de estas contradicciones es la alianza en Austria entre ‘Los Verdes’ de Werner Kogler y el populista de derecha Partido Popular Austríaco, que colocó al líder conservador Sebastian Kurz al frente de dicho país. Esta noticia muestra algo más que una concepción de la agenda climática capaz de desatender todo tipo de límite ideológico a los fines de concretar algunas medidas de mediano alcance. Es también la construcción de un discurso ecologista tan novedoso como grave que se compatibiliza con las expresiones de derecha y se da la mano en temas controversiales como, en este caso, una estricta y casi antihumanitaria política de inmigración. Vale destacar que, en el importante resultado de Los Verdes en 2019 que posibilitó este acuerdo, dicho partido venía de una pobre elección en 2017 donde no alcanzaron representación alguna en el parlamento. En el medio, el rol de las ONGs y sobre todo de las organizaciones ambientales juveniles fue fundamental -tal vez en algunos casos sin saberlo- en la generación de las condiciones para este escenario. Algo que merece, por lo menos, una advertencia de parte de quienes conformamos el ambientalismo popular.

De este lado del mundo, tal vez Ecuador sea la primera experiencia en América Latina donde irrumpen con fuerza en el escenario electoral partidos con estas características. Esta expresión tardía en la región tiene, dentro de sus posibles razones, una captación de esta agenda por parte de las fuerzas de izquierda y progresistas. Los procesos populares en Latinoamérica son populares de verdad, y en la medida que la sociedad refuerza determinadas demandas se activa la capacidad de respuesta de los mismos. Así como hizo Podemos en España, varios procesos políticos del campo popular en América Latina comienzan a incorporar con fuerza las reivindicaciones ambientales a sus proyectos nacionales de inclusión social, no sin generar importantes tensiones entre esta agenda y las actividades extractivas que estructuran la historia y la economía de nuestra región.

Hace varios años, Yaku Perez es la principal expresión de una fuerza ecologista aliada a la derecha en Ecuador y en toda la región. El prontuario de estas alianzas es extenso: intentos desestabilizadores al gobierno de Correa, apoyo de todos los procesos destituyentes y golpes de Estado de líderes en la región, coordinación estratégica y política en encuentros con los principales partidos de derecha del continente, apoyo a la candidatura del banquero de derecha Lasso en 2017, cooperación explícita con la embajada de Estados Unidos, vínculos con corporaciones irónicamente financiadas por las principales petroleras del mundo y un largo etcétera. Esta alianza persiste y verá un nuevo capítulo en la segunda vuelta del 11 de abril, donde Yaku y la derecha golpearan con un solo puño contra la Revolución Ciudadana. A eso se le suman prejuicios de clase insólitos, como las recientes declaraciones en las que se opone a la propuesta de Arauz de un bono de 1000 dólares a las familias ecuatorianas por la crisis, aduciendo que los pobres se van a gastar esa plata en cerveza.

Los paralelismos son claros. En términos discursivos, las “fronteras seguras” donde se encuentran Los Verdes y la derecha en Austria tiene su versión latinoamericana en el “combate a la corrupción”, con el que Yaku está muy comprometido y con el que demonizan la política y persiguen líderes populares en toda la región. La pregunta es: ¿está dispuesta la militancia ambiental a ser el furgón de cola de este tipo de escenarios?

EL COMPROMISO NECESARIO ENTRE EL AMBIENTALISMO Y LOS GOBIERNOS POPULARES DE AMÉRICA LATINA

Hay que reconocer que el planeta será -o ya es- un lugar más hostil para habitar producto del cambio global. La mayor inestabilidad de los ecosistemas, configura un escenario más complejo para la producción del alimento y el acceso al agua, siendo particularmente más difícil para quienes tienen menos recursos para afrontar la crisis. Si hoy en día nos escandalizan los números de pobreza y hambre, deberíamos estar viendo con enorme preocupación la crisis ambiental que ya está entre nosotres. La gran discusión es cuál es la mejor táctica y estrategia para hacerle frente.

Como base, es importante valorar y articular con todos los actores que vienen dando estas discusiones. Pero tampoco tenemos que caer en romanticismos superficiales e ingenuos que, en el mejor de los casos, reproducen una mirada occidental y paternalista de las comunidades que se hallan en los territorios y, en el peor, somos cómplices -inconscientes- del esencialismo estratégico de algunos de esos grupos. Nuestro ambientalismo popular busca conservar el ambiente con la gente adentro. Apoyar a cualquier figura que levanta las banderas ecologistas de forma acrítica, impide hacer un análisis de todo lo que ella representa. De no hacerlo, podemos caer en un ambientalismo excluyente y elitista, ya sea en su versión preservacionista o en la que subordina a los grupos eternamente marginados, construyendo a la gente como “guardianes del ambiente” que tienen que vivir de forma “tradicional” mientras nosotres les apoyamos desde la ciudad con todas nuestras comodidades.

Sin dudas, la agenda común de los procesos populares latinoamericanos de principio de siglo fue el combate a la pobreza y la desigualdad, relegando la dimensión ambiental; de hecho, el extractivismo y la ausencia de esta agenda es una de las principales críticas de sectores de una izquierda intelectualizada, y una de las principales estrategias para poner en el mismo eslabón a gobiernos populares y neoliberales. Esa conclusión superficial no resiste un análisis serio, pero sí construye sentido y legitima la idea de que los gobiernos populares son monolíticamente extractivistas. De esta forma, se abre el paso para la emergencia de actores radicalizados y acríticos que menoscaban la base de esos gobiernos: todo un objetivo en sí mismo para las derechas que fogonean estos discursos en una simbiosis largamente conocida en la historia.

La cuestión ambiental llegó para quedarse y esta elección dio cuenta de ello debido al peso que tuvo en la discusión. Este proceso, aún abierto, tiene que ser apuntado por los gobiernos populares en curso de la región. La crisis ambiental es un fenómeno concreto que hay que atender por cuestiones biofísicas, pero también por la construcción de sentido que se genera alrededor de las nuevas generaciones militantes que se expresan en demandas novedosas de los movimientos, las cuales, de no ser atendidas, ponen en jaque la propia hegemonía que han sabido construir en la década pasada las coaliciones populares.

Por otra parte, la militancia ambiental debe discutir, si planteando algunas agendas puntuales por fuera de la disputa de proyectos de país (e incluso buscando que sean transversales a estas disputas) es suficiente, o si la justicia ambiental solo será posible en un proyecto nacional y latinoamericano de emancipación y justicia social. Si la respuesta es la primera opción, desde el ambientalismo seguiremos reproduciendo el rol ya conocido de intelectuales críticos, deslocalizados políticamente, y seremos el preámbulo de otres Yaku Pérez en la región, independientemente de la capacidad de respuesta que tengan los proyectos populares de canalizar estas demandas. Si optamos por la última, será necesario abandonar la pureza intelectual y habitar las contradicciones y limitaciones que son propias de la militancia política en proyectos transformadores y de mayorías.

Fuente. Santiago de Lojo y Julian Monkesfebrero para Nodal (Noticias de América Latina y el Caribe)

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