Desigualdad en tiempos de pandemia

Por Bárbara Aguirre. Estudiante de la Licenciatura en Trabajo Social (UNAJ).

“No creo que nos hayamos quedado ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos pero viendo, ciegos que pueden ver, pero no ven.”
José Saramago, Ensayo sobre la ceguera

Hoy los sectores más vulnerables son los más castigados, debido a que esta pandemia termino por magnificar desigualdades preexistentes tales como la informalidad laboral, el endeudamiento de los hogares familiares, las brechas digitales, el tamaño de las viviendas, el acceso al agua potable, el trabajo doméstico, que fueron agrandándose en nuestro país en los últimos cuatro años a causa de las políticas implementadas, cuyo enfoque estuvo destinado a la concentración de capitales de unos pocos que favorecieron el aumento de la pobreza.

Con un alarmante contexto social recibimos en nuestro país al virus. Según los datos del indec la gestión anterior dejo al país con un 35,5% de pobreza, el 53% de niños/as y adolescentes de hoy son pobres, es decir 6 de cada 10 pertenecientes a estos grupos etarios se encuentran en esta situación. ¿En qué momento naturalizamos estas condiciones de vida? ¿En qué momento esto se transformó en normalidad?

Muchas veces escuchamos y pedimos que esto pase pronto porque deseamos volver a la normalidad, creo que deberíamos replantearnos si esta inequidad social que viene de varios años anteriores la cual hoy parece sorprendernos es lo que queremos para vivir, pensar también ¿cuándo fue que aceptamos estos términos de vida? Pensar ¿cuál es el modelo de sociedad que queremos cuando todo esto acabe?

Si me enfoco en el daño que provoca la desigualdad, pienso que esta sobrepasa el límite de la dignidad de las sociedades, quitándoles toda posibilidad de proyectar, soñar y planificar en la vida, condenándolas a sufrir una pobreza que persiste de generación en generación, creando una especie de barrera donde las familias no logran alcanzar mejores niveles de bienestar, sentenciando a los jóvenes y a sus futuros hijos a participar de este círculo vicioso, quitándoles el derecho a una mejor calidad de vida. A medida que esta aumenta en sus niveles, disminuye velozmente la movilidad social, entonces me lleva a la conclusión de que este virus no puso al mundo en pausa, sino que este se encontraba desde hace mucho tiempo en este estado, que tremendo y paradójico siendo hoy una sociedad tan volátil en la que vivimos, al parecer la mayoría se encuentra siempre en el mismo lugar.

En este mundo de realidades diferentes la pandemia nos exige hacer una reflexión colectiva y global, que desmenuce concienzudamente los sistemas económicos y políticos del que formamos parte, los cuales han demostrado en este tiempo su fragilidad. Siento que hoy más que nunca es necesario vernos como comunidad, pensar en el otro, acompañarlo, asistirlo y ayudarlo, porque ese otro hoy si es el que nos salva. Luchar por un mundo donde el sentido de la política sea en base a los derechos humanos y a la justicia social.

En la actualidad en nuestro país por primera vez se está poniendo en cuestionamiento esta inequidad económica, social y territorial, en horabuena estos teman empiezan a ser centrales en la política a través de iniciativas como el proyecto de aporte solidario a las grandes fortunas y ley de coparticipación, esto demuestra que estas cuestiones que han desmembrado a la sociedad, están empezando a querer ser resueltas por parte del gobierno de turno.

Sé que quizás esto lleve tiempo, que no es tarea fácil, porque siempre están los poderosos a los que no les gusta ceder ni un poquito de lo mucho que tienen, que saldrán con sus mejores armas, los medios de comunicación, tratándonos de confundir para que atentemos contra nuestros derechos. Pero creo que esta vez, no les resultara tan fácil, porque existe una realidad de la cual no podemos escapar. O como diría Saramago (1995), “quiero pensar que ya no somos ciegos que no quieren ver”. Alguien hace poco nos quiso convencer románticamente de que vivir en la incertidumbre y la desigualdad era un desafío maravilloso. Es de mi necesidad ser optimista, creer que toda esta angustia e incertidumbre por la que estamos transitando no será en vano, que no está bueno y que es imposible acostumbrase a ello. Atravesar por esta experiencia nos deja bien claro que no es así, que la necesidad de la mayoría alimenta el hambre de esa minoría que solo pretende tener más.

Es por eso que siento que nos estamos encaminando hacia una sociedad más justa, donde los proyectos, los sueños, las oportunidades, dejaran de ser solo para un sector privilegiado de la sociedad.

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