Una semana que define al país y acelera las internas

La semana que arranca este lunes 28 tendrá, en los papeles y como corresponde al calendario, cinco días hábiles, pero en la sensación política y económica parecerá mucho más larga. Será, quizás, uno de esos momentos bisagra que se presentan cada tanto en el devenir de los gobiernos y que precipitan nuevas medidas. La aceleración de tiempos le llegó al Gobierno y bastante antes que termine la pandemia-cuarentena por lo que no será extraño que algunas incógnitas que plantea la administración Fernández comiencen a develarse.

No es un dato demasiado difícil de desarrollar que la decisión de la Corte Suprema sobre el traslado de jueces está en los primeros “bullets” de esa lista de temas a despejar. Carlos Rosenkrantz apuró los tiempos al convocar al «acuerdo extraordinario» para definir los recursos que presentaron Pablo Bertuzzi, Leopoldo Bruglia y Germán Castelli. Esa velocidad que imprimen los justices en definir la cuestión viene del impulso que le dio Cristina de Kirchner en el Senado al tema de los traslados dispuestos por Mauricio Macri, el envión extra que le puso Alberto Fernández al firmar el decreto disponiendo el movimiento de jueces, En el medio no se pueden olvidar los cruces y las declaraciones que el propio Presidente protagonizó en los últimos días hacia los magistrados. Hasta allí el universo de ese tema es conocido, lo nuevo vendrá el martes cuando el tribunal defina si hace lugar o no al pedido de los jueces. Ese pronunciamiento será importante en sí mismo, pero mucho más por las consecuencias que traerá en el futuro en las múltiples relaciones que mantiene hoy el oficialismo en su interna y hacia la Justicia toda.
En ese escenario de semana dura hay que sumar la reacción que tendrá el dólar cuando los bancos vuelvan a operar con la venta de los u$s200 del cupo ahorro, después de 10 días de un virtual feriado cambiario que solo trajo incertidumbres y costos extra al país. Ahí hay una pelea de criterios entre el ministro de Economía, Martín Guzmán y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, que también espera definición.Y detrás se agolpan las decisiones aún más complicadas de la política. Alberto Fernández es hoy un Presidente que despierta muchas menos dudas que al principio de su mandato en cuanto su relación de poder con Cristina Fernández de Kirchner. La pandemia no los alejó, ni alimentó independencia de criterios, todo lo contrario. No es un secreto ya que la Vicepresidenta visita la Residencia de Olivos más a menudo de lo que se conoce para almorzar o mantener reuniones con el Presidente. Temas varios, pero siempre de definición complicada como el futuro del dólar o de la coparticipación que tiene a la Ciudad en el medio de la escena. La relación entre ambos en materia de decisiones es directa. Los radicales que visitaron a Alberto Fernández en Olivos con Martin Lousteau y Enrique Nosiglia a la cabeza salieron de ese convite con la idea clara de que desde esa residencia se conversa más con el Senado que lo ellos creían.En la Argentina, por la discrecionalidad que trae aparejada y las múltiples crisis económicas que se suceden década tras década y que impactan en provincias, la Coparticipación Federal de impuestos es la sal de la política; su distribución puede definir gobernadores exitosos o fracasados. Cristina de Kirchner lo sabe y usó esa herramienta como pocos siendo Presidenta. De ahí que fuera imposible obviar el criterio de la presidenta del Senado de los consejos que llevaron a Alberto F. a enviar el proyecto para recortarle fondos a Horacio Rodríguez Larreta. El jefe porteño siempre supo que el principal peligro que le llegaba con este Gobierno era precisamente ese: que le poden los puntos extra que había conseguido; un peligro que no tiene Axel Kicillof al estar dentro del mismo oficialismo, aunque en números la provincia también se haya beneficiado con más fondos durante el mandato de Mauricio Macri.

La realidad es que la Ciudad quedó víctima de esas idas y vueltas con la coparticipación desde que Raúl Alfonsín logró hacer votar en 1988 la última Ley de Coparticipación Federal completa que se aprobó en Argentina, la 23. 548. Para poder cerrar esa ley que siempre es de suma cero, “sacrificó” a la Capital Federal que en ese momento no tenía manera de defenderse ya que no era autónoma y dependía del presidente de la Nación. También la provincia de Buenos Aires sufrió un hachazo que cada gobierno desde que se fue Alejandro Armendáriz de la gobernación nunca dejó de reclamar; Eduardo Duhalde con su Fondo del Conurbano y María Eugenia Vidal con su reparación, incluidos.

Kicillof tiene su pelea también con la “coparticipación secundaria”, pero de la provincia. En esa los intendentes, que aun miran los videos de lo que fue la revuelta la Policía Bonaerense, tienen rol central. El universo de internas es tan jugoso que los devenires de Sergio Berni, extremadamente útil para cubrir la cada vez más complicada pata de la seguridad en la imagen provincial, terminan siendo casi un juego menor que, además, Cristina de Kirchner y Kicillof manejan a la perfección. Ese ejercicio de equilibrio bonaerense tiene como componente central las renovaciones en municipios, que en muchos casos no tienen reelección y que, junto con las listas, pasarán por la auditoría directa de la presidenta del Senado, lo que también explica bastante algunas imágenes recientes.

En Juntos para el Cambio, el aire no está más calmado. Rodríguez Larreta y Vidal tienen el mismo grado de desilusión en su relación de diálogo con el Gobierno. El jefe porteño sigue facturándole al Presidente el haber estado siempre que lo llamaron para las fotos de la cuarentena y a cambio recibir el hachazo sin aviso previo. Vidal siente algo parecido con Kicillof. La exgobernadora está convencida que hizo todo para no complicarle la gobernabilidad a Kicillof y a cambio no solo recibió críticas y poca voluntad de diálogo. El problema es que esas poses del kirchnerismo le abren el camino a los duros como Patricia Bullrich o el propio Macri.

En las quejas están también los intendentes bonaerenses de Cambiemos que escuchan los retos de Kicillof, cada vez que tienen reuniones con él hasta por declaraciones que hacen en medios locales. Hay un lenguaje de comunicación entre ellos y el gobernador que aún necesita ser pulido.

Lousteau fue el hacedor del encuentro en la Jefatura de Gobierno porteño entre Emilio Monzó y Vidal. La relación entre ellos está mejor, pero no “tan mejor” como pretendieron relatar algunos medios. De a poco pretenden cerrar las heridas que se abrieron con toda su fuerza en el armado de listas bonaerenses del 2017 y 2019.

“La unidad de los dialoguistas en Juntos por el Cambio está garantizada por ahora con Larreta y Vidal. Todo lo demás está por verse”, aseguran en el macrismo. Vidal, junto a Cristian Ritondo, protagonizó ayer un Zoom que organizó el cordobés Mario Negri. Tuvieron 3.000 participantes. “Es por ahí”, definió uno de los armadores de ese encuentro. Monzó aun está lejos de ese camino. Para ser candidato en el 2023, necesita contar con una lista que tenga una cabeza que traccione. Quizás por eso en los Zoom que Monzó organiza junto a Rogelio Frigerio y Nicolás Massot, se mencione con insistencia la posibilidad de una candidatura de Elisa Carrió en la provincia de Buenos Aires, cuando la chaqueña no dio autorización aun a nadie para que la jueguen en opciones.

Fuente. Rubén Rabanal para ambito.com

 

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