“El Populismo es peor que el coronavirus”, nos ilustró en un escenario internacional el ex presidente Mauricio Macri. No cualquiera se anima a comparar a su opositor político con una enfermedad mortal. A la vez, la llegada del virus esta semana a la Argentina a través de una persona que provenía de Italia, desató la creatividad de un periodismo indignado e imprevistamente experto en salud pública y epidemiología; ese que no lo pareció un retraso insoportable que una mujer muriera por sarampión en Argentina hace pocos meses. Ese periodismo tiene también otras habilidades, como decretar el fracaso definitivo del gobierno de Alberto Fernández, porque este no tendría un plan económico. Al mismo tiempo, a través de cinematográficos métodos, han descubierto que la relación con su vicepresidenta ya está definitivamente rota para siempre jamás. Lo vimos todos y ellos contrataron a expertos en “posición corporal” o algo así, y la verdad fue revelada.
Parece correcto tomarlo un poco a broma, porque es todo demasiado descabellado. No sabemos en definitiva cuánto y en qué dimensiones influyen los medios masivos en la opinión de las personas, pero una función que ese periodismo ejerce con esmero: le provee al macrismo mayores expresiones políticas para afianzar su antiperonismo; ideas, definiciones, temas para ocupar la escena pública con argumentos, aun los más disparatados, porque alguna eficacia es evidente que poseen. Si hay una narrativa eficiente en ese sector, es aquella que construye episodios bizarros, improbables, pero que pueden vincularse al guión de una serie favorita, acaso más real para algunos sectores, que la construcción de la política realmente existente.
Pero no todo es antiperonismo. Esta semana escuchamos a un destacado periodista afirmar que años atrás el diario La Nación había pensado poner en tapa a jueces federales para culparlos de colaborar con el kirchnerismo y que de esa situación surgió la decisión de ordenar la captura de un ex funcionario, justamente para demostrar lo contrario. Nada menos. ¿Qué fue aquello? Nos falta mucha información para ver de qué se trato todo eso, pero alcanza para entrever decenas de intereses cruzados y más de una operación, que a los comunes de los mortales se nos escapa. Sin la prensa el antiperonismo no sería lo que es; ordena ese relato, a veces tiene estos pozos de aire como el mencionado recién, pero se mueve con soltura.
Esta semana también, la miembro de la Coalición Cívica, Mariana Zuvic, fue citada por el juez a declarar por una causa de corrupción contra funcionarios del gobierno kirchnerista en particular la ex presidenta; cuando el magistrado la inquirió sobre afirmaciones suyas respecto al tema denunciado afirmó que las había leído en una nota periodística y a los dichos del mediático Fariña. Un círculo perfecto, pero que como prueba para una condena puede no ser aceptada. A veces los jueces son un poco burócratas.
Sin embargo no han sido solo estos los movimientos opositores de la semana, ni siquiera los más importantes. Alentados por la Sociedad Rural, la Mesa de Enlace ha decidido un paro de actividades agropecuarias por 4 días, en rechazo a la suba de las retenciones a la exportación de soja, para aquellos productores que superen las 1.000 toneladas; no parece una cifra que involucre a la mayoría; 20 productos tendrán reducciones en su tributación y cuatro quedaran estables. Solo la soja tendrá esta suba que además afecta a grandes propietarios. Sin embargo la mesa de enlace y algunas asambleas de productores autoconvocados (particularmente de la provincia de Córdoba) llaman al paro cuando aún no se cumple tres meses del gobierno de Alberto Fernández. Recuerdo la extendida crítica a Saúl Ubaldini cuando al mando de la CGT convocó al primer paro general en agosto de 1984. Aun hoy los radicales se quejan por la premura de aquella protesta. Partiendo de este recuerdo ¿cómo cabría calificar a esta decisión de los empresarios rurales cuando el afectado es solo un producto y para un pequeño espacio del sector? Muestra de que la decisión parece cuanto menos apresurada es que han emergido algunos dirigentes el sector, advirtiendo sobre la conveniencia de esta medida. Esos mismos dirigentes argumentaron que algunos ex funcionarios macristas parecen estar muy cerca de la decisión de empujar la confrontación. Y entonces vuelve a nuestra memoria la frase de Mauricio Macri: “el populismo (peronismo) es una enfermedad”; y ya se sabe qué se hace con las enfermedades.
La historiadora María Estela Spinelli, publicó hace ya algunos años un excelente libro: Los Vencedores Vencidos (editorial Biblos). De las muchas cosas interesantes que allí dice, rescato ahora una que es la clasificación posible de los antiperonsimos en el contexto de la autodenominada Revolución Libertadora. La autora propone tres espacios diferenciados que enarbolaban el antiperonismo: el optimista (el peronsimo fue una mala experiencia culpa de Perón, pero sus militantes pueden ser “recuperados”), el tolerante (hay que reconocer que el peronsimo es una fuerza política y que aun rechazando a Perón, su movimiento es relevante) y el radical (el gobierno peronista fue una experiencia nefasta para nuestro país, su líder debe ser perseguido y su movimiento prohibido). El mismo antiperonismo fue acrecentando sus diferencias y durante 18 años le fue imposible generar un movimiento político estable que lograra “ordenar” la vida política. A tal punto que la solución consistió en pedirle a Perón que volviera al país.
Con el retorno de la democracia Raúl Alfonsín hizo una lectura entre un antiperonismo optimista y tolerante, pero en cualquier caso siempre democrático aceptando la existencia de ese espacio. El macrismo significó, por primera vez desde la vuelta de la democracia, un nuevo desembarco del antiperonismo radical en la Casa de Gobierno. Afirmaciones que lindan con un clima de convivencia, un relato alimentado por un periodismo de guerra, y corporaciones dispuestas a tensar la confrontación de manera inmediata, ese antiperonsimo radicalizado también se afirma como oposición. Si observamos que los miembros de la coalición macrista con actitudes dialoguistas parecían tener cada vez menos espacio cuando eran gobierno, desde diciembre aquellos ni siquiera figuran. Funcionarios de segundas líneas (raramente lo hacen ex ministros) lanzan críticas implacables a la actual gestión, luego de haber sido parte de una gobierno caracterizado por el fracaso en todos los rubros. Un diputado del mismo espacio, acusaba a Alberto Fernández de no buscar consenso en el tema agropecuario, luego de que anunciara que la suba de retenciones sólo afectaría a un 25% de los productores, asumiendo la segmentación, una demanda visible en el sector.
Pensar que el gobierno es peor que una enfermedad mortal nos dice mucho de lo que se puede esperar del macrismo como espacio opositor. ¿Cómo procesará las demandas de sus votantes si lleva como bandera esa convicción? ¿Cómo actuará si el gobierno impulsa políticas contrarias a los intereses que defiende? El antiperonsimo radicalizado nunca tuvo un final feliz en nuestra historia. Alberto Fernández convocó al dialogo y a la concertación política y económica. Esperamos que el macrismo opte por esa propuesta.
Fuente. eldestape.com