Para inversores: «No somos socialistas, somos peronistas. Somos pragmáticos»

Escuchaban atentos varios operadores de máximo nivel locales y extranjeros, de uno de los bancos internacionales que más cerca estuvieron del Gobierno de Mauricio Macri. De los que mayor cantidad de deuda pública, Letras del Tesoro y activos financieros en general compraron (y vendieron) en los casi tres años y medio de gestión de Cambiemos. El encuentro fue hace menos de 10 días, luego de la presentación de “Sinceramente” el libro de Cristina Fernández de Kirchner; y, obviamente, antes de la comunicación que el miércoles de la semana pasada la expresidenta mantuvo con el que ahora será candidato a presidente. En esos tiempos de hacedor de la campaña de la exjefe de Estado, una de sus misiones que tenía era la de tomar contacto con todos los referentes del sistema financiero local y extranjero que requieran la visión del kirchnerismo sobre la situación financiera. Además de hablar con los empresarios que tengan inversiones reales en el país. En el primer caso, Alberto Fernández tomó contacto en el último mes con 10 fondos y bancos de inversión de los denominados “manos grandes”. Todos extranjeros. A todos se les envió el mismo mensaje, en ese momento diseñado en conjunto con la entonces candidata, con la intervención de otros colaboradores como Axel Kicillof y Emmanuel Álvarez Agis. Se les aseguraba a los inversores, como declaración jurada, que un eventual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no defaulterá. El segundo concepto que se transmitió es que se respetará el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que se llamará a una renegociación con el organismo que dirige Christine Lagarde para discutir nuevos términos de lo firmado en septiembre del año pasado. En las charlas, Alberto Fernández les aseguraba a los interlocutores, para tranquilizar inquietudes, que los contactos que la oposición mantiene con el FMI coincidían en que el stand by vigente no tiene larga vida luego de diciembre de 2019; gane quién gane las elecciones. Se recordaba que en Washington se reconoce que el actual acuerdo sólo tiene como meta la contención del tipo de cambio, y que con un nuevo gobierno con más aire se deberá negociar uno nuevo con otro contenido más profundo. Deslizaba Fernández que su principal asesor en temas de deuda es Guillermo Nielsen, curiosamente un hombre también consultado a destajo por los mismos fondos de inversión en las últimas semanas.
La argumentación para que los interlocutores financistas crean el mensaje, fue que durante la gestión kirchnerista, todos los vencimientos fueron respetados, y que no se incurrió en ningún default de deuda privada voluntaria, ni local ni del exterior. Se mencionó, además, que la situación actual del pasivo emitido durante el gobierno de Mauricio Macri no puede ser relacionado con el default declarado en diciembre de 2001 por Adolfo Rodríguez Saá, donde se incluían además muchos titulos públicos emitidos durante la última dictadura militar lo que, según la visión kirchnerista, justificaba políticamente una negociación amplia y dura. Según la argumentación, la nueva deuda fue contraída por un gobierno democrático asumido con el voto popular y luego del canje de deuda más grande de la historia mundial, protagonizado además en dos etapas del kirchnerismo. Este pasivo tiene entonces, a los ojos del candidato, una legitimidad diferente con la del anterior default. Lo que no quiere decir que en el caso de la deuda de corto y mediano plazo, no pueda haber algún llamado a renegociación de vencimientos, pero de manera voluntaria y de “buena fe” entre las partes. No hubo mayores precisiones sobre la profundidad y velocidad de esas eventuales negociaciones, pero hubo insistencia en la frase “buena fe”. Se habló también de si habría restricciones al acceso y flexibilidad en el manejo de divisas. O, más directamente, si se piensa en un nuevo cepo. El mensaje que quedó para los interlocutores es que el esquema en que están pensando no es el cepo inaugurado en 2011, pero sí un perfeccionamiento de la idea original de la medida. Esto es, volver al proyecto original de restricciones vinculadas sólo al nivel de ingreso de las personas y empresas. Este esquema, que en realidad nunca se pudo terminar de elaborar con eficiencia y fue luego superado por las sucesivas alternativas y variantes del cepo modelo 2013, sería una fórmula que ya se estaba elaborando en los laboratorios económicos K. En el caso de la rentabilidad de las empresas y la posibilidad de remitir remesas al exterior (el aspecto más criticado del cepo), se prometió no volver al esquema con que terminó el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y trabajar sobre beneficios en el caso que esa rentabilidad sea reinvertida.También se habló sobre la vigencia de la idea de respetar la meta de déficit cero y equilibrio fiscal iniciada por el macrismo, aprovechando incluso el impulso que le imprimió la actual gestión de Nicolás Dujovne, pero con una extensión más larga en el tiempo que el programa actual. Si bien no hay precisiones cronológicas, la intención es elaborar un plan que supere los 6 meses propuestos por el actual Ministerio de Hacienda, y que se extienda en un plazo mayor pero creíble. Como sorpresa también se habló de la necesidad de reducir la presión impositiva al ritmo de la reducción del déficit fiscal comenzando por sectores productivos y eliminando la última saga de retenciones a las exportaciones aplicada desde el año pasado.

Guillermo Nielsen.
Guillermo Nielsen.

Sobre el acuerdo con el FMI, se aseguró que se respetará y que se abrirá una nueva ronda de negociaciones para intentar modificar el stand by actual, por un acuerdo de facilidades extendidas. Esto es, pasar del pacto de cuatro años a uno de 10. Se sabe que desde el organismo financiero se reclamarán reformas que políticamente serán difíciles (casi imposibles) de plantear dentro del kirchnerismo, como la laboral y la previsional. Sin embargo la intención es que primero hay que sentarse a negociar. Como para demostrar que desde este costado de la oposición hay “buena fe”.

Con los empresarios, especialmente los argentinos, las conversaciones con Alberto Fernández en los últimos 10 días fueron diferentes. Se trata en realidad de viejos conocidos. Muchos de ellos incluso contrataron al ahora candidato como consultor, luego de su paso por la jefatura de Gabinete; con lo cual se habla con una confianza diferente. En estos casos las consultas sobre lo que puede venir en un próximo gobierno, ahora de Alberto Fernández; más allá de las políticas activas de reactivación que pueda aplicar su eventual gobierno (lo que más se le confía pueda ejecutar el ahora candidato) era el temor de una regreso de los mecanismos aplicados por Guillermo Moreno en sus días de secretario de Comercio Interior. Alberto Fernández aseguraba en esos encuentros con empresarios, que ni esas prácticas ni las intervenciones del INDEC volverán. “Se terminó el riesgo moreno” aseguraba el candidato; que además recordaba su primer contacto con Cristina Fernández de Kirchner, en febrero de 2018, en su regreso al ruego junto con la ex presidenta. En una reunión en su domicilio, recordaba el su exjefe de Gabinete que en esos días se la veía “melancólica y reflexiva” sobre sus últimos años de gestión económica; reconocía al cepo como un error y aseguraba algo que hoy para los empresarios es un activo. Dijo que haberle dado cierto poder omnipresente a Guillermo Moreno y haber atormentado las cifras del INDEC, terminaron siendo medidas “contraproducentes” que minaron la “credibilidad” de su Gobierno. El reconocimiento incluso llegó al punto de hablar de la necesidad de “haber escuchado más voces antes de tomar decisiones. Sobre Guillermo Moreno, la expresidenta era terminante e implacable en su opinión negativa. Llegando a veces hasta el insulto. Reconociendo incluso como una cuestión personal no haberle pedido su renuncia aún antes de noviembre de 2013, cuando luego de haber perdido las elecciones legislativas de medio término, Moreno dejó la secretaría. Cristina señalaba en esos momentos del 2018 al exfuncionario como el culpable de la desarticulación del INDEC, y considera esa acción como una “bola de nieve” de la que no se pudo salir. En el caso de Alberto Fernández las dudas en este terreno son menores. Las peleas públicas entre ambos son cotidianas; al punto del insulto rápido desde las huestes del ex secretario de Comercio. La respuesta de Fernández es irónica: “Moreno apoya a Lavagna”.

Fuente. ambito financiero

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