Dólar: la clave es cómo hacer campaña en el «sube y baja»

Era difícil pensar en un dólar calmo por estos meses en un país donde la inflación (la proyectada y registrada en el pasado reciente) aparece aún desbocada y sin chance de calmarse al menos hasta mayo, cuando caerán las últimas subas en precios regulados previstas para antes de las elecciones. El Gobierno se engolosinó con tener un dólar tranquilo que no alimente la pertinaz inflación y le permitiera avanzar con el difícil año electoral, sin negar el derrotero a la suba que inevitablemente tendría el billete. Pero una cosa es una curva, aunque ascendente y profunda, que siga el impulso normal que aportan la inflación y la desconfianza política, y otra muy distinta los saltos de dólar de al menos 6% semanales que descolocan cualquier estrategia.

Se entienden los ingredientes externos sobre el tipo de cambio, también las limitaciones del Banco Central para usar otras herramientas. Y la impaciencia en esperar que llegue el déficit cero y con ello aparezcan las buenas noticias o el mes que falta para que comience la liquidación fuerte de la cosecha (siempre que el sector decida liquidarla). Es un hecho, también, que no necesariamente toda la inflación de este trimestre deba trasladarse si o si al dólar. Lo hace porque hay otros elementos (políticos) que potencian.

El problema es que mientras tanto Cambiemos tiene que salir a hacer campaña y pelear la reelección.

El peligro electoral de esos saltos del dólar, que ni a fuerza de super tasas el Central puede contener, no es sólo el impacto retroalimentador que tienen sobre la inflación, sino que le borran al Gobierno de la primera plana los primeros datos positivos que podrían indicar que la recesión ya tocó su piso. Fueron espantosos los indicadores anualizados sobre producción industrial y construcción que se conocieron esta semana, pero atrás de toda esa mala noticia apareció la performance de enero de esos dos rubros que dio una más que interesante suba de 4,6% y 4,4%. Fue difícil para el Gobierno capitalizar esos datos.

De ahí que a pesar de los esfuerzos de funcionarios ayer por demostrar que nada de lo que suceda con el dólar le quita el sueño al Gobierno, en los pasillos de la Casa Rosada una palabra muy conocida por los argentinos volvió a ser trending topic: volatilidad.

Y ese es esencialmente el problema de la campaña. Macri y Nicolás Dujovne pueden salir cada día a explicar lo que sucede con la economía y es probable que no puedan hacer otra cosa que lo que están haciendo hasta que los frutos comiencen a aparecer. El tema es que esa es la lógica: afuera, en el mercado y en el bolsillo del chiquitaje que compra dólares en los homebanking lo que reina es la histeria que aporta la volatilidad del dólar.

Y en medio de eso, se reconoce, es muy difícil salir a hacer campaña.

Macri tuvo ayer tres reuniones de Gabinete al hilo. Todo un record en un día complicado. Abrió la mañana desayunando en campaña con el Gabinete de Horario Rodríguez Larreta; un trámite para que quede claro que las enormes obras que despliega la ciudad por estos días también son mérito de su presidencia. De allí pasó al Gabinete nacional donde Dante Sica se encargó de aclarar para el público de a pie y la prensa que el Gobierno “no encuentra todavía causas de preocupación con respecto al tipo de cambio”. Para entonces el dólar apuntaba a $43,50 y el nerviosismo en la citi era la regla. Más tarde se encerró con Dujovne y Gustavo Lopetegui en otro encuentro que ya estaba programado de antemano pero que, ante la tormenta del día, sirvió para alimentar inútiles especulaciones.

Es otra cara del mismo problema y el mismo peligro latente: tanto dólar volando va a impedir que en el piso se vean los brotes verdes, cuando estos aparezcan, y el Gobierno no tiene herramienta alguna para solucionarlo.

Fuente. ambito financiero

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