La política energética a la deriva

El Estado ausente

Por Marcos Rebasa *

La reciente puja de intereses entre el Gobierno Nacional y las petroleras productoras del gas –el insumo energético por excelencia de la matriz nacional– muestra con claridad la ausencia de un plan energético del gobierno, y por lo tanto una ausencia de Estado. La decisión de recortar el excesivo subsidio a las petroleras sería loable si implicara una mejora en las tarifas de gas a usuarios, pero solamente sirve para mejorar las cuentas de un Tesoro exhausto por el pago de la deuda y sus intereses, y un FMI que maneja la situación con rigor de prestamista inflexible.

Las tarifas de gas seguirán creciendo más allá de cualquier justificación, ya que en la raíz de esta situación está la gran mentira del relato del gobierno: la crisis energética y el subsidio estatal en las tarifas de gas: ambos absolutamente falsos. Puesto que el país contaba con la energía suficiente para abastecer a la demanda, y porque los usuarios pagaban en 2015 el valor real del gas, sin subsidio. Había solamente un subsidio menor en el transporte y distribución de ese gas, un 30 por ciento de la factura. Pero Macri-Aranguren ampliaron ese concepto a toda la producción de gas, mintiendo que estaba subsidiada, con el fin de subir su precio a los usuarios y beneficiar a las petroleras.

Por lo tanto esta controversia, con grandes sumas en juego, es producto de la ausencia de una planificación de la producción de hidrocarburos. En el contexto de una política energética errática, que va cambiando con cada responsable del área, inconsistente, espasmódica, en una industria que exige previsión y planificación de mediano y largo plazo.

La resistencia petrolera a perder el subsidio establecido por el gobierno, especialmente de aquella empresa que invirtió y trabajó para obtener el máximo resultado técnico posible de Vaca Muerta, con una producción excepcional, como resultado de una decisión estatal en la que no están ausentes las presiones del FMI, son el resultado natural de esa ausencia de políticas nacionales en la energía.

El estímulo a la producción de gas es una tarea delicada que debe decidir el Estado teniendo presente el equilibrio entre los costos y beneficios de esa medida extrema, y siempre dentro de un plan energético que contenga los esfuerzos de desarrollo de las otras  fuentes de energía: la nuclear, la hidroeléctrica y las renovables.

Existe una solución, pero invirtiendo los términos: una política de Estado que ubique a esa producción como palanca del desarrollo industrial del país, y supedite las magnitudes de producción del shale y sus precios al autoabastecimiento, y a su traslado inteligente a los valores de las tarifas. Un estímulo razonable a la producción, acotado a las posibilidades de pago de los usuarios y de la generación eléctrica, con precios diferenciales por estación y para estímulo a las producciones industriales, entre otras medidas, permitiría optimizar un sector de la matriz energética que tiene todavía mucho que aportar.

De esta manera los sobrantes estacionales tendrían un destino nacional, evitando exportar nuestros recursos naturales a precios menores que los que cobramos a nuestros usuarios, pymes e industria. De lo contrario estaríamos convirtiendo a Vaca Muerta en un proyecto para exportación, en un país que carece aún de servicio de gas natural en amplios sectores del país, y los que lo tienen pagan precios alejados de sus posibilidades y del costo real de este fluído, tanto residenciales como el comercio y la industria.

Vaca Muerta es un reservorio de hidrocarburos, un recurso natural, que pertenece al pueblo argentino, y su explotación no debe tener otro destino que beneficiarlo.

* Integrante del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz – IESO

Fuente. Pagina12

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *