A Dios rogando

Los cuestionamientos del Vaticano a la economía capitalista y sus extremos no son una novedad. Las coincidencias de ayer en el almuerzo del papa Francisco con la presidente CFK se inscriben en una extensa tradición. En diciembre se cumplirá un siglo y medio del Syllabus de los Errores, que Pío XI publicó junto con su encíclica Quanta Cura. La última de esas ochenta abominaciones del mundo moderno era “transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización”. Como los excesos del capitalismo eran una consecuencia del liberalismo político y del Estado laico, la Iglesia Católica los enfrentó como parte de una única batalla contra los enemigos de Dios. Esto está presente en las encíclicas De Rerum Novarum, de 1891 (en la que León XIII sentó las bases de una doctrina católica apta para confrontar con el avance del socialismo y definió un salario justo que no debía ser inferior al costo de mantenimiento del obrero y su familia, contracara de la doctrina marxista del salario, el precio y la ganancia) y Quadragesimo Anno, de 1931 (con la que Pío XI expuso el carácter social de la propiedad, rechazó al liberalismo y al marxismo y afirmó una tercera posición, de convivencia entre capital y trabajo para el bien común y la justicia social, que el peronismo adoptaría como bandera en la Argentina). Cuando la guerra fría pareció inclinarse en contra del autodenominado Occidente Cristiano, estas posiciones se hicieron más extremas, con las Encíclicas de Juan XXIII (Mater et Magistra, de 1961) y Pablo VI (Populorum Progressio, de 1967, que el diario Wall Street Journal calificó de marxismo recalentado). En Centesimus Annus, de 1991, Juan Pablo II declaró inaceptable que la derrota del socialismo dejara al capitalismo como único modelo de organización económica, ya que para los pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del saber y de conocimientos, que les impide salir del estado de humillante dependencia. En todos esos textos pontificios está el anticipo de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, de 2013, o La Alegría del Evangelio, en la que Francisco rechazó una economía de la exclusión, la idolatría del dinero, que gobierna en vez de servir, y la inequidad que genera violencia. Lo hecho y dicho ayer es de estricta coherencia con estos antecedentes.

Mutua conveniencia

Desde ese punto de vista, el encuentro en la residencia Santa Marta ha sido de mutua conveniencia, un día después del fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York que dejó en pie las prohibiciones del juez Thomas Griesa y en vísperas del duro discurso contra el anarcocapitalismo financiero que la presidente pronunciará el miércoles ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Todo gesto del hombre del portafolios negro suma fuerza al reclamo contra las aberraciones del sistema en que una ínfima minoría de especuladores puede bloquear los acuerdos voluntarios firmados por más del 92 por ciento de los acreedores de la Argentina. Despejadas las prevenciones personales entre ambos, tampoco es novedoso que un liderazgo político busque reforzar su legitimidad aproximándose a la Silla Apostólica. Pero ese movimiento suele ser recíproco, y su contraparte es el fortalecimiento de las posiciones eclesiásticas en la secularizada sociedad argentina, como pudo apreciarse sin disimulos en la antesala de ayer. Desde que Agustín P. Justo presidió el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, lo mismo han hecho gobernantes constitucionales y de facto, con la única excepción de Néstor Kirchner. A través de voceros propios y ajenos, religiosos y políticos, Francisco actúa sobre la realidad nacional. Esta semana lo hizo a través de tres sacerdotes muy próximos. Carlos Accaputo, quien fue su principal operador político en el arzobispado porteño, dijo que el Papa era solidario con los intereses de la Argentina en el litigio con los fondos buitre, que tenía una relación muy honesta y de confianza con Cristina y que para la Iglesia Católica el sistema financiero debe estar al servicio de la economía real, que genera trabajo, y no de una acumulación desencarnada de la vida del hombre y de los pueblos. El jefe de protocolo del Vaticano, Guillermo Karcher, informó que al Papa le preocupaban “la gobernabilidad y la sana democracia en la Argentina” y por eso recomendaba “cuidar a Cristina”. El rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), Víctor Manuel Fernández, dijo que el Papa relativizaba los escandalosos informes del Observatorio de la Deuda Social de su universidad, según los cuales la pobreza es hoy similar o peor que en la crisis de fin de siglo y que no hablaba a través de los obispos. Tucho Fernández, a quien Francisco designó obispo, será uno de los principales redactores de las conclusiones del Sínodo sobre la familia, como lo fue del documento de Aparecida hace siete años. Hasta llegó a decir que la metodología del Observatorio “aporta una aproximación parcial, relativa y discutible para analizar la realidad”. La extraordinaria sutileza de esta maniobra es imperceptible para el ojo no entrenado. Accaputo transmite las mejores intenciones de la palabra oficial. Karcher repite el recado ambiguo que su jefe comunica a todos sus visitantes argentinos y que el encargado de relaciones exteriores del PRO, Diego Guelar, decodificó sin ambages: “Está dando una señal de urgencia y de comprensión de que la situación argentina es muy grave”. La reflexión de Fernández agrega un matiz alambicado. Primero difunde los informes del Observatorio, que desconocen todos los avances logrados en una década de sostenida reparación social, pero una vez logrado el efecto ensombrecedor desdeña con elegancia su propia obra. Lo mismo hace su protector, quien en la intimidad del almuerzo de ayer negó la preocupación por la gobernabilidad del país, que sus múltiples voceros difunden. Ni siquiera lo dijo él, apenas dejó que el eco de su voz resonara en las palabras de Cristina durante su conferencia de prensa. Si la situación nacional tuviera el desenlace trágico que Bergoglio presagió con insistencia durante sus años frente a la Plaza de Mayo (como bien sabe el secretario de Culto Guillermo Oliveri), el papa Francisco podría decir que hizo todo lo posible por evitarlo, pero que sus esfuerzos no bastaron. Son los milagros de proyectar sobre el vicario la doctrina de la doble naturaleza, humana y divina, del fundador.

La democracia a prueba

De allí, CFK partió hacia Nueva York, donde tienen su sede el juez Griesa, las Naciones Unidas y el diario sensacionalista The New York Post. El 26 de agosto su columnista de finanzas Michelle Celarier informó que Paul Singer había contratado para apoyarlo en la lucha contra el gobierno argentino a la consultora Albright Stonebridge Group. Agregó que el socio de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, Carlos Gutierrez, había estado en la Argentina “tratando de movilizar la oposición al gobierno”. Hasta ese momento nada había trascendido aquí sobre esa gestión. Albright fue ministra del presidente demócrata Bill Clinton y Gutierrez secretario en el gabinete del presidente republicano George W. Bush. El tercer socio de la consultora es el ex consejero de Seguridad Nacional de Clinton, Samuel Berger, lo cual muestra el amplio arco político y temático cubierto por los fondos buitre y qué fácil es en Estados Unidos lograr los consensos que aquí reclama el republicanismo bienpensante. Gutierrez cruzó en ambos sentidos la puerta giratoria de los negocios: antes de llegar al gobierno fue presidente de la alimentaria Kellogg’s y vicepresidente del Citi. El ministro de Economía Axel Kicillof en una entrevista por radio, y la propia Cristina en Twitter, revelaron el contenido de esa gestión. Dijeron que Gutierrez llegó al jefe de Gabinete Jorge Milton Capitanich con el argumento de acercar posiciones. Pero en el encuentro, habría amenazado con el plan alternativo que aplicarían de no lograrlo: un ataque especulativo contra el peso hasta forzar una nueva devaluación; ataques y denuncias mediáticos internacionales para desgastar a Cristina; impedir el pago local de los próximos vencimientos de la deuda reestructurada y el acceso del sector público y de las empresas argentinas a cualquier financiamiento internacional. Esto ayudaría a instalar el año próximo un gobierno favorable a un acuerdo con los fondos buitre, que se firmaría en 2016. Según esta demorada versión oficial, Gutierrez también habría mencionado la contratación de periodistas y dirigentes sindicales para que contribuyeran a esa estrategia. Así como la advertencia de Cristina sobre posibles estallidos de aquí a fin de año indujo a Hugo Moyano y Luis Barrionuevo a posponer su plan de alborotos, la revelación del ultimátum de Gutierrez dio lugar a una aclaración de Albright: la consultora no hará nada sin el consentimiento oficial.

Estos antecedentes contextualizan el diálogo del canciller Héctor Timerman con el encargado de negocios estadounidense Kevin Sullivan, más ríspido de lo que dejaron saber el comunicado oficial argentino y los trascendidos del Departamento de Estado de Washington. Según la información que maneja la Cancillería, fue Sullivan quien buscó al diario Clarín para transmitir sus impresiones sobre el “default argentino”. El Gobierno rechaza esta expresión, insiste en que posee la voluntad y el dinero para pagar y denuncia la intromisión de la Justicia de Estados Unidos que lo impide. Timerman le preguntó si tenía instrucciones de su gobierno para hablar de default. Sullivan lo negó: sólo le habían indicado que expusiera la oposición de su gobierno al tratamiento del tema en la Asamblea General de las Naciones Unidas y su preferencia por el Fondo Monetario y lo que llamó mecanismos de mercado. Pero también advirtió que si hubiera consultado habría obtenido respaldo. Por eso el tema no escaló al comunicado oficial. Sullivan es diplomático de carrera y ya había estado en la Argentina entre 1997 y 2000. Antes había sido director de Políticas Económicas para el Hemisferio Occidental, a cargo de los programas de comercio y energía para América latina. Diseñó los aportes de los Estados Unidos a las Cumbres de las Américas y el tratado de libre comercio con Chile, a donde viaja con frecuencia. Quienes lo han tratado en Buenos Aires describen a este licenciado en historia, amante del golf y los buenos vinos, como un lobbysta en negocios de energía y seguridad, muy vinculado con el subsecretario de Energía Dan Poneman, quien este año visitó la explotación de Chevron en Vaca Muerta y las obras de la nueva central nuclear de Atucha, se reunió con la presidente y con medio gabinete y dijo que la Argentina tenía gas para 400 años. Poneman también se interesa en la política y ha escrito un libro de título inquietante: Argentina: Democracy on Trial, que puede leerse tanto como la democracia a prueba o como juicio a la democracia. Ese interés por el petróleo y los tribunales, que atruena también en Brasil, donde las denuncias de corrupción en Petrobras son el eje de la campaña para frustrar la reelección de Dilma, es compartido por Sullivan, quien recibió a medio Poder Judicial en la recepción del último Día de la Independencia.

Cuestión de cuna

Es llamativo que a una semana del acto en Argentinos Juniors siga pasando inadvertido el principal mensaje de Máximo Kirchner, cuando al referirse a la inundación en La Plata, acotó: “…ciudad en la que yo nací”. El dato era conocido, pero la mención en el final de su primer discurso público significa que la hoja de ruta que consulta el primer hijo de dos presidentes en la historia argentina no es el anacrónico proyecto de repetir la carrera de su padre, compitiendo por la intendencia de Río Gallegos. Néstor Kirchner, que tenía la misma edad que hoy Máximo, comenzó por allí porque no tenía otra construcción política que su ateneo peronista en la capital de Santa Cruz. Su hijo, en cambio, dedicó los últimos ocho años a crear y construir una organización nacional. A partir del acto del sábado 13, su potencia e inserción son inocultables. Máximo en su discurso y Oscar Parrilli en declaraciones posteriores destacaron como otra demostración de fuerza kirchnerista el acto en Ferro del Movimiento Evita. Las relaciones entre ambas organizaciones no son sencillas, pero no hay duda de que integran el mismo espacio político conducido por Cristina. Eso quedó claro también en el discurso de Jorge Taiana en Ferro y en la invitación presidencial para que el diputado evitista Leonardo Grosso integrara la comitiva romana. La Cámpora es un híbrido difícil de encuadrar, que sólo con mala fe puede caricaturizarse como un batallón de empleados estatales. Su conducción está formada por militantes con una larga historia barrial, de derechos humanos o universitaria y que hoy son funcionarios, como los diputados Andrés Larroque y Wado de Pedro o el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde. Pero su característica distintiva es la extensa militancia de base, con trabajo político y social en los barrios de las principales ciudades del país y un grado de entusiasmo raro en estos tiempos. A esto deben sumarse el Nuevo Encuentro y los movimientos sociales de Edgardo de Petri y Luis D’Elia. Al comenzar su alocución, Máximo advirtió que no debía atribuirse su presencia allí a ninguna especulación, que sólo se trataba de pagar una deuda con los compañeros que durante mucho tiempo dieron todas las peleas y que las seguirán dando, gobierne quien gobierne en el futuro. La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires, y haber nacido en su territorio es una de las cualidades que las constituciones Nacional y Provincial requieren para aspirar a cargos electivos, como la gobernación bonaerense o una banca en el Congreso de la Nación. Eso no quiere decir que exista ya una decisión tomada, pero la omisión generalizada de la frase y sus implicancias sólo puede explicarse por la fuerza de los estereotipos y su resistencia a contaminarse con datos de la realidad. Sin nombrarlos, Máximo Kirchner atendió en su discurso a los sectores que citando a John William Cooke terminaron en brazos de Sergio Massa y Maurizio Macrì. La referencia irritó a Facundo Moyano, quien se había comprometido a apoyar la reforma de la ley de abastecimiento. Quien debió cumplirlo en su nombre fue el diputado canillita Omar Plaini. La parábola de Facundo, quien desautorizó las incitaciones al desastre de Luis Barrionuevo, es moderada al lado de la de su padre. El acercamiento de Hugo Moyano al jefe de Gobierno porteño (comieron juntos hace una semana, junto con Barrionuevo y Gerónimo Venegas) certifica el fracaso de todas las opciones políticas que el camionero intentó desde su alejamiento del FpV y la declinación de su poder sindical, que en una eventual reunificación no le alcanzaría para aspirar a la secretaría general de la CGT. El paro del mes pasado no guardó proporción con la retórica inflamada que todos ellos practican, pero tampoco con las dificultades de la situación económica, que son reales y que sin embargo no han quebrado la relación de la base social con Cristina, cuyo contenido es político: aun en el peor momento de su gobierno queda claro que todos los aspirantes opositores a sucederla implicarían una deliberada regresión. Es la diferencia entre los errores involuntarios que se cometieron hasta la eyección de Guillermo Moreno y los horrores que a conciencia propone la oposición, como el cese de las retenciones que anunció Macrì, el regreso de las Fuerzas Armadas a tareas policiales que reclamó Massa y el nuevo ciclo de endeudamiento que imaginan ambos, igual que el aglomerado FA-Unen. La trayectoria de los dos comensales de la semana pasada son opuestas: Macrì utilizó la presidencia de Boca Juniors como trampolín para su lanzamiento político; Moyano se hizo cargo de Independiente como un paso de repliegue desde posiciones políticas demasiado expuestas, que implican un enorme desgaste. Ahora se conforma con ganarle a River, no a Cristina. En las audiencias judiciales de la semana pasada en el tribunal oral de San Martín por el secuestro y desaparición de obreros que fueron asesinados en Campo de Mayo, varios testigos mencionaron como entregador a Jorge Alberto Rampoldi, ex empleado de Astarsa y al mismo tiempo asesor del intervenido Sindicato de Obreros de la Industrial Naval, que luego del golpe de 1976 quedó en manos de la Armada. Los familiares de las víctimas señalan que tenía vínculos con la Triple A, cosa que Rampoldi niega, aunque admite haber trabajado en el Ministerio de Bienestar Social. A partir de 1983 fue senador y diputado bonaerense y subsecretario de Trabajo provincial. En 2003 fue uno de los duhaldistas transferidos al gobierno nacional, pero Kirchner lo removió de la Dirección Nacional de Migraciones. Desde entonces volvió a la asesoría letrada de sindicatos y mutuales. Sus clientes más notorios son Venegas y Moyano.

Pasar lista

Otro dato subvalorado del panorama político fue la creación en el Frente Renovador de una comisión política encargada de fijar pautas para el ordenamiento interno de esa fuerza, que intenta traspasar los límites de la provincia de Buenos Aires. Una de las primeras resoluciones adoptadas fue que todos los aspirantes a distintas candidaturas ejecutivas deberán suscribir una única lista para los cargos legislativos. Esta parece una medida prudente para institucionalizar un proyecto cuyo solitario término de unidad ha sido hasta ahora el reconocimiento al liderazgo del bonaerense Sergio Tomás Massa. Desde un piso alto en el espectacular Edificio de las Américas, uno de los tantos de origen incierto que han brotado en Tigre en los últimos años, Massa analiza cada paso con sus dos principales asesores, instalados diez pisos más abajo: el publicista Ramiro Dicen que soy aburrido Agulla y el peruano Sergio Bendixen, con consultora en Miami. La lista única tiende a moderar la dispersión natural derivada de la falta de una historia y una ideología comunes y de que el único acuerdo sin disidencias es obtener la victoria. Que todos los cargos legislativos sean aprobados por Massa antes que por quienes competirán por las candidaturas ejecutivas es una forma de cohesionar al incipiente FR. Pero esta medida no dejará de repercutir en el Frente para la Victoria, cuya situación es muy distinta, entre otras cosas porque quien ejerce el liderazgo no puede ser candidata a la presidencia. La integración de las listas ha sido un terreno clásico de disputa entre la conducción nacional y la bonaerense en la última década. Eduardo Duhalde se reservó su confección en septiembre de 2003, ante la resignación de Néstor Kirchner que aún no tenía fuerza para impedirlo, pero se tomó desquite dos años después. Esa fue la clave de la ruptura, que apresuró el final del estadista de Lomas de Zamora. La cuestión pendiente ahora pasa por la conformidad o la negativa de Daniel Scioli a que Cristina decida quiénes serán los postulantes por el FpV, como ya ocurrió en 2011, tanto para la Legislatura como para el Congreso Nacional e incluso para la vicegobernación, cuando impuso a Gabriel Mariotto, en contra de los deseos del gobernador. De ella fue también la responsabilidad por haber seleccionado en 2013 al turbio intendente de Lomas de Zamora Martín Insaurralde, sobre quien se proyectó la parajódica consigna “En la vida hay que elegir”. El último congreso justicialista puso la lápicera de oficializar las listas nacionales en manos de Carlos Zannini y las bonaerenses en las de Wado de Pedro. Scioli difunde por todos los medios sensibles a su proverbial generosidad que esta vez no lo aceptará, acaso porque no ha advertido que el tiempo de las rupturas para él ya pasó. Desde el lanzamiento de Massa, el espacio de la oposición ya está ocupado y Scioli sólo puede ofrecer matices de diferenciación. Sabe que no contará con un apoyo explícito de Cristina, pero todas sus chances se esfumaría si no lograra evitar su anatema.

Por Horacio Verbitsky

Fuente: página12

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