Con los acreedores solo hay Plan A

Martín Guzmán será ministro de Economía, el más joven del gabinete, con 37 años. Viene de la academia, es heterodoxo de buena escuela y conoció hace poco al presidente electo Alberto Fernández. Página/12 dialogó con importantes funcionarios ya designados sobre su perfil, sus ideas y el modo en que el equipo económico afrontará los primeros meses. De equipo hablamos porque todes sus integrantes, incluyendo a Guzmán y a Matías Kulfas, futuro ministro de Desarrollo Productivo , comparten principios comunes. Sobre todo, la necesidad de crecer y atender las necesidades acuciantes de los argentinos antes de empezar a cumplir con la deuda externa.

El inventario de las tareas a realizar impresiona, en particular porque corren contrarreloj:

* Un conjunto nutrido de negociaciones, que son muchas, deben ser simultáneas, con todes y todas. Con los bonistas privados y con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya se está conversando. El objetivo es convencerlos de que la Argentina necesita tiempo para crecer, reactivar, sentar las bases de un modelo de desarrollo productivo inclusivo y sustentable. Dicho en criollo, que no puede destinar ni un dólar a la deuda antes de resolver dilemas y necesidades urgentes de la población. El plazo de espera de dos años que suele mencionarse en tantas reseñas de estos días no es rígido ni dogmático: los futuros funcionarios consultados sostienen que eso depende de cuánto vaya mejorando la macroeconomía. Traducido apenas, funciona como referencia, no como una fecha límite.

* Los jubilados, los estatales y los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) no pueden esperar un lapso vaticano. Son la primera urgencia. Para ellos habrá un aumento inmediato. Lo anunciará el mismísimo Presidente.

* “Poner plata en el bolsillo de los argentinos”, expresión coloquial de Fernández, ayudará a reactivar una economía con capacidad ociosa record. Repreguntados por este cronista (que asume un ratito el pensamiento liberal para enriquecer las charlas) los consultados explican que el paquete reactivador no azuzará la inflación. El acuerdo sobre precios y salarios estará al caer. Ni bien asuma el nuevo gobierno.

* La reforma impositiva no figura entre las prioridades de los primeros meses.

* La inflación deberá reducirse en pos del horizonte ambicionado por Alberto Fernández: un dígito dentro de cuatro años. Aunque nadie lo diga de este modo, los futuros ministros y secretarios no esperan milagros (léase reducciones súbitas) en el corto plazo.

* El cepo, implementado por Macri ante el descalabro de la economía, no se toca.

También desgranaron los futuros funcionarios cuáles fueron los motivos y los argumentos que indujeron al presidente electo a sumar al elenco a Guzmán, casi el único al que Fernández no conocía desde hace mucho tiempo.

Guzmán es platense, primer universitario en su familia, graduado en la universidad de su ciudad, doctorado en el más alto nivel de las universidades norteamericanas y discípulo del Premio Nobel Joseph Stiglitz. Es un convencido de que la política económica neoconservadora, incluyendo la del presidente Mauricio Macri, se funda en premisas carentes de “evidencia empírica”, díada que menciona con asiduidad. Vive en Nueva York desde hace más de una década. Viene todos los años a su patria y participó intensamente en debates sobre el macrismo. Tiene una biblioteca leída y otra escrita.

A negociar, a renegociar… a decidir: Puesto a simplificar el plan de acción del nuevo Gobierno, habría que hablar de numerosas instancias de negociación. Mesas locales e internacionales. Simultáneas, pongalé.

Los funcionarios llegan con imprescindible optimismo de la voluntad. Sus argumentos reescriben la consigna que inmortalizó el presidente Néstor Kirchner: “Déjennos crecer porque los muertos no pagan”. La expresión “los argentinos primero” debe evitarse porque contiene reminiscencias de discursos de Donald Trump. Pero encajaría perfecto.

Las tratativas con los organismos de crédito y los bonistas privados recordarán el dato clave de la economía argentina, cifrado inicialmente por Marcelo Diamand: la restricción externa. Kulfas lo considera crucial y lo describió de modo tan riguroso como didáctico en su libro “Los tres kirchnerismos”. Mercedes Marcó del Pont, que desembarcará en la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP), comparte esa mirada y ejerce influencia intelectual sobre Kulfas y la vicejefa de Gabinete Cecilia Todesca.

Volvamos al maestro Diamand. Decía que el crecimiento incentiva las importaciones, que a su vez requieren dólares. Para sostener equilibrios en el mediano o el largo plazo debe ser continua la generación de divisas. Vía exportaciones para un Estado como el argentino, que no emite dólares ni yuanes. De otra forma, la carencia genera estrangulamiento y el fatídico “stop and go”.

Los negociadores argentinos de Fernández apelan a un grado mínimo de racionalidad de los acreedores. El aludido optimismo no incluye pensar que el relevo de autoridades en el FMI sea una señal de cambios de paradigma. Un funcionario que conoce el paño aplaca a los voluntaristas. Apunta que tras dejar la titularidad del organismo a Kristalina Georgieva, Christine Lagarde pasó a presidir el Banco Central Europeo. Conserva un lugar preponderante en la crema del sistema financiero global. No da la impresión de que “la novia de los argentinos” se haya ido a la “B”.

Guzmán, como Stiglitz, critica acérrimamente aunque con buenos modos los acuerdos del FMI con países en crisis. La estadística comprueba que no solucionan definitivamente nada. Que deben retomarse y renegociarse cuatro o cinco años después.

El Consejo Económico Social, herramienta indispensable para un amplio acuerdo sobre el nuevo perfil productivo, advendrá luego porque debe ser establecido por ley. Una institución que Fernández desea que perdure más allá de su mandato.

Los anuncios quedan para después del 10 de diciembre. Las retenciones ocuparán su lugar preponderante.

De nuevo: el propósito planteado es dialogar y, de ser posible, pactar con todos los sectores. Un gigantesco operativo de persuasión. ¿Y si falla? ¿Si las respuestas no son racionales o se empacan en la defensa de los intereses sectoriales? ¿Y si los organismos y el mundo de las finanzas sostienen prejuicios, matrices de pensamiento que fracasan en todo el mundo pero que integran su matriz ideológica?

Ante esas preguntas nadie menciona un plan “B”. Dicen que sería un bajón dedicarse a éso. Una concesión prematura-pavota en las tratativas. Pero hay firmeza, aun entre los cuadros más serenos: “Tomaremos decisiones”, dice uno. Y otros completan argumentando que el Estado existe y sus prioridades también. No será un convidado de piedra, ni un participante más, ni un amanuense del FMI en las mesas. Amanece un tiempo nuevo.

“El default al fin y al cabo ya se produjo”, describen. Lo causó el macrismo aunque solo lo haya reconocido cuando habló de reperfilar la deuda privada.

Color local: El equipo de Alberto F. se apresta a mudarse hacia despachos oficiales. Irá abandonando su morada transitoria de las últimas semanas, sita en un arquetípico edificio de Puerto Madero. Retenes en la puerta de entrada, vidriado generoso, ambientes XL. Desde sus pisos altos tiene vista a departamentos que parecen californianos, con albercas preciosas. Por otro frente (simbólico sin querer) se divisa la venerable torre superior de un inmueble de la calle Azopardo. La sede de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Resuena el silencio dentro y fuera: es otra ciudad (¿otro país?) en la ciudad de Buenos Aires. Hasta tiene sus propias agencias de seguridad.

En oficinas despojadas que se van vaciando, funcionarios ungidos le explican a Página/12 que la inflación argentina no obedece a las causas que le atribuyeron el macrismo y tantos gurúes infatuados. “El macrismo creyó que alcanzaba con frenar la emisión pero nadie en la Argentina reformula los precios informándose sobre la base monetaria y sí atendiendo a la cotización del dólar”, es la refutación. Los futuros funcionarios cuentan que Guzmán reprocha a los ortodoxos (nativos o foráneos) su ignorancia de especificidades de la Argentina, entre ellas la gravitación del dólar en la cultura económica.

Otro pronóstico errado, compartido por el macrismo y el Fondo, sería según los consultados, haber pensado que la Inversión Extranjera Directa no venía porque el país tenía un problema de solvencia. Aumentaron los empréstitos pero no hubo resultados virtuosos. Los escollos reales eran los beneficios a la especulación financiera y un sistema crediticio no orientado al fomento de la producción. Esa es otra variable para reformar.

Participación en las pérdidas. Macri vuelve a la sociedad civil dejando un legado penoso. Pobreza record, estanflación, hambre, precios de alimentos sin precedentes en décadas. Guzmán suele sintetizar la insensibilidad social en una frase que Fernández podría retomar ante la Asamblea Legislativa. “Hubo un solo año de crecimiento en cuatro de gestión, y Macri no compartió ese crecimiento con los jubilados”. Se refiere al reajuste implantado por la reforma jubilatoria de 2017, que les birló un cuatrimestre de incremento entre otras privaciones. Un ejemplo nítido de distribución regresiva del ingreso.

Por entonces la Casa Rosada iba por más tras las elecciones de medio término. Sus moradores creían que se comían a los chicos crudos. Fue así que también resolvieron fagocitarse a los adultos mayores y a los laburantes. No lo consiguieron, merced a la resistencia del pueblo argentino y a la sabiduría del peronismo para reagruparse. Si Juntos por el Cambio hubiera ganado las elecciones del 27 de octubre habría acentuado su modelo, apostando al tonel sin fondo del financiamiento internacional. Y a nuevos ajustes.

Ante ese escenario la Argentina no hubiera sido Venezuela sino un mix potenciado de Chile, Perú y Ecuador. O hasta de Francia, ¿por qué no?

El neoconservadorismo se ha mostrado incapaz de proveer modelos económicos o sistemas democráticos sustentables. El peronismo regresa con un Gabinete interesante y casi inobjetable (tanto que hasta el diario “La Nación” lo trató con amabilidad). Propone dar vuelta la página y construir una nueva etapa. Sin renunciar a los principios y a la justicia social. Al cuasi milagro accesible de crecer, redistribuir con equidad y pagar la deuda.

El sendero, cuenta Guzmán a quien pueda oírlo, es estrecho y peligroso. Por suerte –o mejor dicho por veredicto popular– hay voluntad para emprenderlo.

Fuente. Pagina12

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