Mafalda cumple 55 años

¡Cuidado! Es necesario estar prevenido. Nunca se sabe de qué manera los pequeños gestos pueden decidir nuestro destino. Esto lo sabe muy Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino, quien nunca sospechó que una frustrada campaña publicitaria sería el origen de un personaje que traspasó generaciones y fronteras hasta convertirse en un ícono de lo argentino. Precisamente, el producto cuya campaña publicitaria le encargó la agencia Agnes Publicidad se llamaba Mansfield, un nombre que sonaba tan extranjero que era necesario argentinizarlo. Y allí fue Quino, por encargo de Miguel Brascó que le derivó el encargo porque tenía demasiado trabajo, a encargarse de la nacionalización. Así nació la argentinísima Mafalda, en el año 1963. Pero lo cierto es que fue un parto complicado y nació en dos etapas. La campaña no se concretó y antes de hacerse famosa estuvo guardada en un cajón del escritorio de Quino hasta que Julián Delgado, secretario de redacción Primera Plana, le pidió una historieta para ese edo. Fue así que Mafalda salió a la vida el 29 de septiembre de 1964. El resto de la historia la conocen bien todos los argentinos y también quienes no lo son ya que la tira que tiene la tiene como protagonista ha sido traducida a unos 30 idiomas, desde el italiano y el francés hasta el hebreo y el guaraní. En esta última lengua, la comida más odiada por Mafalda, la sopa, se llama jukysy.

Cuando la chica de tinta más famosa cumplía diez años, su creador decidió dejar de dibujarla. “En la Argentina la violencia política era muy fuerte, pasaban demasiadas cosas y yo entendí que si continuaba haciendo Mafalda no podía dejar de hablar de eso. Entonces preferí dejar de dibujarla», explicó en una entrevista pública en el Salón del Libro de París en marzo de 2014. Desde entonces dijo no saber nada acerca de la vida de Mafalda y sus amigos y desconocer si finalmente Miguelito se casó con Susanita. Pero ante la pregunta de qué hablaría Mafalda en el presente no dudó: “De la inmensidad de la estupidez humana”.

Si el mundo ya estaba afiebrado y enfermo en los 60 al punto de que Mafalda acostó el globo terráqueo en su cama y le controló la temperatura, en este momento debería internarlo en terapia intensiva con pronóstico reservado. De seguir apareciendo hoy, la chica anti sopa comprobaría que el famoso “palito de abollar ideologías” utilizado por la policía no sólo no se ha abolido, sino que ha mutado hasta adquirir las formas más perversas. En la Argentina macrista, además, tomaría conciencia de la absoluta vigencia de la conclusión de Manolito “Es imposible amasar una fortuna sin hacer harina a los demás.” Seguramente Susanita sería una chica “pro vida” de pañuelo celeste, la angustia de Felipe llegaría a niveles insospechados y no cesaría de repetir su famosa pregunta ¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los bancos?”. Manolito, por su parte, trataría de explicarse por qué, a pesar de sus esfuerzos, al almacén Don Manolo entra cada vez menos gente. En medio de la crisis, quizá sólo se salvaría el laboratorio que producía las pastillas Nervocalm, que en la Argentina de hoy sería un producto de venta masiva que los crispados argentinos comprarían no por cajita, sino por kilo. Es más que seguro que ante el hecho de que Donald Trump llegó a la presidencia del país más poderoso del mundo, Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales de Brasil y Macri gobierna la Argentina, Mafalda volvería a preguntarse: “¿Y Dios habrá patentado esta idea del manicomio redondo?. La pequeña Libertad, además, encontraría los argumentos más contundentes para reforzar su afirmación: “Los diarios inventan la mitad de lo que dicen. Y si a eso le sumamos que no dicen la mitad de lo que pasa resulta que los diarios no existen.” Su reflexión, de increíble actualidad, nació cuando aún no se había acuñado el concepto de fake news y el criterio de post verdad todavía no se dibujaba en el horizonte.

En un punto, con Mafalda sucede lo mismo que con Sigmund Freud: sus frases y conceptos han pasado a formar parte del sentido común y tal es su penetración que los utilizamos a diario, sin darnos cuenta, para intentar explicarnos el mundo. Quizá es que Quino se ha interesado por Freud. «Cuando comencé a dibujar –dijo en una entrevista– todo el tiempo me preguntaba qué era el humorismo. Leí a Freud y a otros autores en busca de respuesta, hasta que en un momento me dije que si tenía que trabajar todos los días era mejor que lo hiciera y no siguiera formulándome preguntas. Desde entonces no me lo pregunto más. Todo el mundo quiere saber qué es el humorismo y yo me digo por qué es más importante saber qué es el humorismo que saber qué es la angustia, por ejemplo.» Su reflexión tiene un tono claramente “mafaldesco”.  ¿O será que Mafalda tiene un tono “quinoresco”? Quizá la segunda opción sea la más acertada. Como Gustave Flaubert dijo respecto de Madame Bovary, Quino podría decir respecto de Mafalda: “Mafalda soy yo”. Al menos, cuando le preguntaron qué era lo más argentino que tenía su personaje, se señaló a sí mismo.

A pesar del éxito, el historietista no está conforme. “Mafalda no está mal, pero me hubiera gustado más ser Picasso”, dijo en una entrevista pública. ¿Cómo explicarle que él es el Picasso de los historietistas y que su personaje logró lo que pocos personajes logran: vivir fuera del libro o, en su caso, fuera de la tira? Así como nos referimos al Quijote como si fuera un pariente o un viejo amigo, nos referimos a Mafalda como si fuera una chica increíble que conocimos en el barrio de San Telmo. Hay personajes de tinta que llegan a ser de carne y hueso. Por eso, Mafalda, feliz cumpleaños. Susanita te preparó una torta que decoró siguiendo un tutorial de You-Tube. Fue un gesto cariñoso de su parte. Eso sí, le puso 55 velitas para que todos sepan que en sólo cinco años serás una sexagenaria. El rencor barrial de las Susanitas no deja de expresarse aun en los actos más nobles. Tenés razón, sí, el mundo sigue siendo tanto o más inhóspito que en tu infancia, pero es un deber de los pesimistas lúcidos como vos señalar sus miserias con el puntero del humor y dejarnos a la vez sonrientes y perplejos.

Fuente. TIempo.ar

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