¿Qué pasa en el mercado de trabajo en el macrismo?

Desde hace algunas décadas la sociedad argentina se interroga sobre el futuro del empleo y las condiciones en las que se desenvuelve el trabajo de personas de diferentes edades y trayectorias laborales. El aumento de la desocupación que ha dejado hace tiempo de ser sólo una amenaza, el incremento del trabajo no registrado y la continua y creciente precarización que afecta particularmente a los más jóvenes, a las mujeres y a los menos calificados son datos cotidianos que interpelan la tradición argentina de reconocimiento de derecho al trabajo y del trabajo

Los interrogantes actuales invitan a historizar las transformaciones operadas en el mundo del trabajo y sus consecuencias en términos de la calidad de vida de los trabajadores y las trabajadoras, por un lado, y en relación con la dinámica societal general. No olvidemos, al respecto, que el sistema de seguridad social del país está armado sobre una base de aportes de los propios trabajadores y de los propietarios-empresarios que los emplean. Si la masa de aportantes se reduce, disminuye también el monto recaudado y se tensiona aún más el financiamiento del sistema de protección.

A inicios de los años noventa del siglo pasado, frente a cierta «perplejidad» frente a fenómenos como la desocupación, la subocupación, la disminución del número de trabajadores asalariados y el crecimiento de los empleos no registrados que ponían en cuestionamiento las bases del acuerdo social alcanzado a mediados de esa centuria se esgrimían argumentos plausibles en el marco de la globalización. El desarrollo tecnológico, la velocidad de las comunicaciones, la búsqueda de mayor productividad más allá de las fronteras nacionales en un intercambio internacional de creciente competencia eran factores de peso en los procesos de transformación del trabajo. Pero también se alzaban voces que desde espacios académicos y de acción política advertían sobre los peligros de esas dinámicas. Todo parecía indicar que «el pleno empleo» para todos era un rasgo del pasado.

Tres décadas después, la perplejidad ha sido reemplazada por cierta resignación sobre los límites del mercado de trabajo en este nuevo estadio capitalista. En este escenario, algunos grupos sufren mayores desventajas: la desocupación es más alta entre las mujeres y más aún entre las mujeres pobres cuya posibilidad de inserción también es condicionada por la sobrecarga de trabajo no remunerado en el interior de los hogares y la escasez de espacios de cuidado para los niños y niñas. La precariedad alcanza más a los jóvenes y más aún a los que tienen trayectorias educativas más cortas e intermitentes, que ingresan al mercado antes y en peores condiciones. Y podríamos seguir enumerando estas situaciones de desventaja.

La dirección de las políticas que lleva adelante un proyecto político a cargo del Estado interpela la formación de un horizonte más hostil o de mayor bienestar mejor distribuido para los trabajadores y las trabajadoras, más jóvenes o mayores, nativos o migrantes. Entre mediados de 2002 y fines 2014 la tasa de ocupación creció casi 8 puntos porcentuales lo que equivale a un aumento anual del 2,6 por ciento de la cantidad neta de puestos de trabajo (excluidos planes de empleo), la tasa de desempleo pasó del 25,0 al 7,9 por ciento y aumentó la participación de los puestos registrados en la seguridad social dentro del conjunto de asalariados. ¿Cómo leer el escenario en la Argentina actual? Las tendencias de los indicadores del mercado laboral muestran un cambio de dirección. Pensar, entonces, en «las fracturas y los desafíos del mundo del trabajo» en nuestro país adquiere un renovado peso. Preocupa no menos la transformación institucional que ha resignado la existencia de un Ministerio responsable de regular las relaciones capital-trabajo al desjerarquizarlo y reducirlo a una dimensión productiva ¿Será que se trata de una renuncia a la noción del trabajo como derecho con derechos en la Argentina actual?

Fuente. Pagina12

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