Se subsidia la importación de autos porque por el Estado, es caro producirlos

La decisión del Gobierno de lanzar un plan para subsidiar la compra de autos desató la polémica. La crítica se centró en si es razonable o no priorizar fondos estatales para alentar las ventas de bienes que no son considerados esenciales. El objetivo de la medida es tratar de frenar el derrumbe de la demanda de 0 km que está provocando un fuerte ajuste en el sector con despidos, cierres de concesionarias y suspensiones en las fábricas. Más allá de tratarse de una medida transitoria, sirve para analizar la realidad de esta industria y las contradicciones de la economía argentina.

Hoy, la asociación que agrupa a las terminales locales va a presentar un trabajo que, entre otros puntos, plantea los altos costos de producción de vehículos que tiene la Argentina en relación con otros países de la región. El estudio, elaborado por la consultora ABECEB y que plantea los desafíos del sector para la próxima década, fue adelantado en exclusiva por Ámbito Financiero en abril pasado, pero toma actualidad por el lanzamiento del plan “Juni0km” que establece una ayuda para el sector de $1.000 millones.

Según un ejemplo comparativo, el costo de salida de fábrica de un auto en la Argentina es de u$s15.900. En Brasil, un vehículo equivalente tiene un costo de fabricación de u$s12.700, mientras que en México baja a u$s9.600. Si bien hay diversas causas que encarecen la producción local, la más importante tiene que ver con la presión impositiva. Otro estudio elaborado por esta entidad de hace dos años señala que el 54% del valor de venta de un 0 km son impuestos, mientras que en Brasil ronda el 30% y en México, mucho menos. Además del mayor costo de producción por exceso de impuestos, la cadena comercial se castiga con otra andanada de tributos que hacen aún más caro sacar un vehículo de la concesionaria. Esto quiere decir que, como consecuencia de que el Estado duplica el valor de un vehículo mediante distintos impuestos, tiene que salir a subsidiar de emergencia al sector porque los autos quedaron caros para los bolsillos de los consumidores. De hecho, la Argentina encabeza el ranking de salarios que se necesitan para comprar un 0 km, según un estudio de la UADE. En el país, se requieren 26 sueldos cuando en Brasil demanda 22: en España, 10; en Australia, 5 y en Estados Unidos, 4,3. Así las cosas, la lógica de subsidiar momentáneamente la compra de autos porque caen las ventas se contrapone con la alta presión fiscal que hace que los vehículos sean inalcanzables. Sin duda, sería más sano para la economía reducir la presión fiscal para alentar el consumo, que aplicar parches ante la voracidad del Estado recaudador.

Esto está asociado a otro tema central que analiza el trabajo “ADEFA: visión estratégica 2020/2030” que se presentará hoy. Se plantea, por ejemplo, que mientras las inversiones y la demanda de vehículos eléctricos o híbridos, en los próximos años, se concentrarán en las potencias automotrices, incluyendo China, la Argentina tiene que hacerse fuerte en la producción de vehículos con motorización tradicional, para abastecer a mercados emergentes. Una forma de sacar provecho de una batalla perdida con las nuevas tecnologías al reconocer las dificultades para atraer inversiones. Es difícil que lleguen capitales productivos cuando, por la maraña impositiva, es tan caro producir.

El argumento que se sostiene en el estudio se basa en que, por el atraso en infraestructura y costos, mercados como Latinoamérica, África y, en menor medida, Oceanía, seguirán consumiendo vehículos con motores a combustión.

Por eso, se plantea como objetivo capturar la demanda de países emergentes con tecnología ICE (Internal Combustion Engine) o motores combustión interna.

Sólo para Latinoamérica, el informe estima un mercado para los próximos años de 6,6 millones de vehículos, lo que equivale a u$s85.000 millones. Para África y Oceanía, el volumen de operaciones será de alrededor de 2,5 millones de 0 km por un monto de u$s33.000 millones. Esto hace un mercado potencial de 9,1 millones de unidades por u$s118.000 millones. Esta estrategia de supervivencia (esa es la palabra utilizada en el estudio) podría ir más allá de 2030 ya que se estima que la vigencia de la actual tecnología tiene una “ventana” de 20 años.

Fuente. ambito financiero

 

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